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Jesús de Nazaret, paradigma de liderazgo universal que inspira y problematiza el poder… (Parte II)

German Rosa, S.J.

Si la revista Forbes hiciera la lista de los personajes más influyentes en la historia universal, seguramente Jesús de Nazaret la encabezaría o bien ocuparía uno de los primeros lugares. Obviamente, Jesús no fue un financiero ni un hombre de negocios para estar en la lista de los más ricos y famosos. Pero tuvo tal impacto sin tener riqueza ni poder institucional, que sin lugar a dudas ha sido un personaje de influencia universal. (https://www.diariocolatino.com/jesus-de-nazaret-paradigma-de-liderazgo-universal-que-inspira-y-problematiza-el-poder/). ¿Cómo pudo Jesús de Nazaret tener tanto impacto sin tener riqueza ni poder institucional que lo respaldaran? esto se explica en parte por su gran potencial de liderazgo, el cual problematizó a los dirigentes y a los poderes de su tiempo. Analicemos de cerca el liderazgo de Jesús de Nazaret.

a) El liderazgo de Jesús fue paradójico: su misión fue la salvación universal, pero su proyecto del Reino de Dios concretamente fue acogido por los pobres y los pecadores en su mayoría; realizó signos que mostraron la presencia del Reino de Dios en el presente, pero no lo consumó de manera definitiva; mostró una capacidad de comunicación personal, pero siempre estuvo en contacto directo con las multitudes; anunció el comienzo de una nueva era y al mismo tiempo denunció el mal, el pecado y la injusticia en su contexto; Jesús fue amado y al mismo tiempo odiado; fue comprendido por la inmensa mayoría del pueblo e incomprendido por los estamentos que lideraban las instituciones y estructuras de poder de su tiempo. Jesús tuvo los pies en la tierra y el corazón en Dios Padre.

b) El mesianismo de Jesús fue profético y no fue populista. Jesús no tuvo una concepción mesiánica nacionalista (Mt 4,1-11; Mt 20,20-28), que era el tipo de “mesías” esperado por algunos grupos que pretendían la expulsión de los romanos o acabar con ellos y sus colaboracionistas. El mesianismo de Jesús fue de carácter profético. Hay que recordar que su entrada triunfal en Jerusalén fue en un asno, no en un caballo de guerra como si fuera un centurión romano. No entró con un ejército, sino acompañado por el pueblo (Mc 11,1-11). El mesianismo de Jesús no fue al estilo del emperador romano que se impone y construye su imperio con violencia y opresión. El mesianismo de Jesús busca la paz y la justicia, siendo consciente de que la paz de Dios no es la “pax romana”, impuesta por las legiones. Jesús monta un asno como peregrino, portando un orden nuevo y diferente, opuesto al que imponían los generales romanos, montados sobre caballos de guerra para tomar posesión de las ciudades conquistadas. Jesús: es el Hijo de Dios que viene para reinar en su nombre y su reino es de vida, de paz, de amor y justicia. El poder de Jesús impera sobre muchos desarmadamente, sin poseer tropas ni aparato administrativo (Jn 18,36-37). Jesús fue un hombre popular, pero no populista, no halagó ni endulzó el oído de sus seguidores, ni sostuvo su adhesión con dádivas y falsas promesas.

Todo lo contrario, pidió a sus seguidores que participaran de su proyecto con responsabilidad y no prometió “éxito” en su seguimiento; exigió, más bien, estar dispuestos a sufrir la tortura atroz de la cruz, incluso posponer a la familia y negarse a sí mismos (Mt 10,37-38). Jesús no ofrece el “éxito”, medido con parámetros mundanos egoístas, pero sí ofrece su paz, que proviene de entrar en la dinámica de colaborar con fe, esperanza y amor en la construcción de un mundo más justo, en la construcción del Reino de Dios que él ha anunciado.

Ante la claridad de la verdad de Jesús, algunos que lo seguían lo abandonaron. Jesús rompió con la expectativa mesiánica monárquica absolutista y nacionalista de su contexto.

c) Un personaje que desconcertó, pero que no hizo nada que justificara su condena de muerte. Jesús desconcertó a los maestros de la ley y los fariseos. Ellos incluso lo conocían y tenían simpatía por Jesús porque nunca habló en contra de la Torá (libros del Pentateuco) ni en contra de los Profetas, es decir, los libros canónicos judíos. Aunque criticó las interpretaciones sobre la ley de la pureza que hicieron los dirigentes de su tiempo. Esto explica por qué Jesús comió con pecadores públicos, visitó casas de paganos, tocó leprosos y cadáveres, todas estas acciones eran en contra de la ley de la pureza que impedían participar de la liturgia judía. Para Jesús lo esencial de la ley es: amar a Dios y amar al prójimo como a sí mismo. Esta convicción de Jesús reestructuraba todo, superaba la separación excluyente dando lugar a la salvación.

El orden establecido fue así superado por el mensaje de Jesús. El Reino de Dios no cabe en el orden establecido, sino que lo trasciende. Su mensaje representó, pues, una amenaza radical para los poderes de su tiempo, y su condena de muerte es una reacción al mismo. Su mensaje fue claro y expresó que Dios es amor, que Dios salva amando, perdonando y curando. Pero la base institucional, las leyes, las autoridades no estaban al servicio de esta finalidad última del amor y la salvación de Dios. El liderazgo de Jesús hizo que gran parte del pueblo lo siguiera (Mt 4,23-25). Su liderazgo opacó el poder institucional y ese fue motivo para condenarlo a muerte (Jn 11,47-50; 12,19; Lc 13,31-33). Jesús sabía que los profetas fueron rechazados y asesinados. Así ocurrió con él, y también en nuestros tiempos así ocurrió con San Oscar Romero de América.

d) Jesús fue un líder que encantó a las masas, por su modo de ser y de proceder. Jesús tuvo el poder de reunir un grupo de discípulos con la misión del anuncio y la realización de su proyecto del Reino de Dios. Él entusiasmó a las masas, y esto fue uno de los motivos fundamentales para detener a Jesús y deshacerse de él. Las movilizaciones que provocaba resultaban inquietantes para las autoridades. Sin embargo, en este encuentro de multitudes no se descubría nada que pudiera tacharse de extravagante, de fanático, ni de desviado religiosamente. Esto que daba garantía, en el fondo era lo que consideraban peligroso. Este Jesús, un judío marginal, que venía de la periferia, pero que no se le conocían antecedentes de grupos o escuelas en que se hubiera formado, había creado un movimiento en el que podía tratar temas fundamentales que apuntaban a la médula de la ley judía, pero sin descomedirse, y no se le podía acusar de despreciarla. Esto a la larga para los dirigentes resultaba alguien terrible, mientras que el pueblo sintió que Dios caminaba con él.

Jesús cristalizó un poder que mucha gente reconocía y que las autoridades no encontraban motivos para descalificar. Se iba fraguando un poder de Jesús que estremeció el poder institucional de su tiempo. El poder que tenía Jesús fuera del control del sanedrín, autoridad máxima del judaísmo en ese entonces, y un movimiento no autorizado ni controlado, se convirtieron en un peligro para los dirigentes, que había que evitar de raíz.

Jesús generó un movimiento social amplio que fue más allá del ámbito religioso y tuvo un largo alcance histórico–político. No fue una experiencia individualista -solipsista (del latín “solo yo existo”)-, sino que fue personal, comunitaria y social.

Su mensaje fue anunciado en la plaza pública, en el templo, en los montes, en los lagos, en las casas de las familias. Su mensaje lo acogieron los empobrecidos, los sencillos, los humildes, los más necesitados, los insignificantes de su contexto social, las personas vulnerables, los excluidos de la salvación, todos ellos tuvieron una sintonía natural con Jesús porque se sentían muy a gusto con él.

Jesús tuvo un liderazgo sin parangón en la sociedad de su tiempo. Los dirigentes estaban desconcertados. El teólogo Pedro Trigo lo expresa así: “hasta ahora ellos eran los guías del pueblo. Pero ahora Jesús se afianza como guía desde otros parámetros. Se trata, sin duda, del mismo Dios y del mismo pueblo elegido y de la misma alianza. Pero los acentos están desplazados. Para Jesús la fidelidad se decide en el presente y consiste en abrirse al reinado de Dios, que está viniendo. Las palabras y las obras de Jesús, y más aún su persona, arrastran a la gente hacia él y su propuesta. Ellos ¿iban a ser desplazados? Lo que ellos representaban ¿iba a ser sobrepasado? La presencia de Jesús se les aparece como una amenaza” (Trigo, P. 2018. Jesús nuestro hermano. Acercamientos orgánicos y situados a Jesús de Nazaret. Cantabria, España: Sal Terrae, p. 371). Esto desbordó el poder establecido.

El arrastre que tuvo el liderazgo de Jesús unió a las autoridades locales y las autoridades romanas en contra de él, lo cual causó su sentencia de muerte. Esto explica por qué se tejió la estratagema para acabar con Jesús. Las “fake news” (falsas noticias) para desacreditarlo, la persecución y la instiga que hicieron, la asechanza y la conspiración de todos los poderes en contra de Jesús para crucificarlo. Sin embargo, en Jesús, Dios estaba convirtiendo y salvando a su pueblo y a sus dirigentes. Pero estos se negaron a aceptar la salvación que anunció Jesús con sus palabras y acciones. La autoridad de Jesús remite a la autoridad de Dios.

e) El liderazgo de Jesús es anti-paradigmático en nuestro tiempo. El liderazgo de Jesús resulta ser paradójico, escandaloso y propositivo ante otros modelos que existen en el presente, los cuales proponen la inercia negativa del mal o lo que destruye la dignidad humana y la creación. El liderazgo de Jesús sigue problematizando los poderes de nuestro tiempo…

Lo paradigmático de Jesús de Nazaret fue su mensaje claro y definido del Reino de Dios para la humanidad y que fue acogido privilegiadamente por los empobrecidos y excluidos de la salvación; su acción transformadora y liberadora; el horizonte último de su modo de vivir y tratar a los demás; su modo real de hacer las cosas. Lo paradigmático de Jesús siempre será un camino inalcanzable y se mostrará siempre como horizonte utópico de un liderazgo extraordinario y que apunta como proyecto último a la fraternidad universal, a pesar de la violencia y la ruptura de la comunión entre los seres humanos y la creación.

Jesús de Nazaret tuvo un liderazgo histórico y al mismo tiempo utópico.

La experiencia exitosa del liderazgo de Jesús de Nazaret llevó a crear un dinamismo original desde la realidad de las multitudes en la periferia y su huella es imborrable en la historia universal.

Lo paradigmático del liderazgo de Jesús de Nazaret es anti-paradigmático de los liderazgos de nuestro tiempo en muchos contextos. Hay muchos paradigmas opuestos al de Jesús, que fundan su poder en “el trono”, en las armas, etc. Estos pueden fascinar, pero la historia ha mostrado que tienen los pies de barro.

El poder más grande que tuvo Jesús de Nazaret fue el de dar la vida plenamente sirviendo hasta morir amando y perdonando en la cruz y, después de su cruenta muerte, el poder de la resurrección que confirma su vida paradigmática (Mt 28,19-20). Jesús crucificado y resucitado sigue acompañando solidariamente a la humanidad y se identifica privilegiadamente a los crucificados de la historia hasta la consumación de los tiempos. El liderazgo de Jesús para muchos hoy es el paradigma real de sus vidas que les despierta una esperanza activa al servicio de la utopía de la vida; el mundo necesita hoy más que nunca, líderes cómo Jesús de Nazaret.

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