German Rosa, s.j.
La navidad nos recuerda que Jesús nació hace más de dos mil años. Siempre conmemoramos y celebramos su natalicio. Nos reunimos en familia para celebrar cristianamente, o solamente para cenar, bailar, festejar con familiares y con las amistades. Es el tiempo de los tamales, las torrejas, el ayote en miel, el pollo horneado o la cena especial que muchos no podemos darnos el lujo de tener durante todo el año. En estas fiestas con razón de los excesos celebrativos siempre ocurren imprevistos, accidentes o situaciones tristes que nos sacan del ambiente festivo. Por esta razón, vale la pena preguntarnos: ¿Jesús es realmente buena noticia en nuestro mundo donde hay tantos problemas? ¿Es Jesús buena noticia en nuestra sociedad donde hay tanta pobreza y tanta violencia? Busquemos una respuesta.
Hablar de una buena noticia y al mismo tiempo de pobreza y violencia, resulta ser una auténtica paradoja. Jesús es paradójicamente una noticia extraordinaria contra toda lógica en un mundo donde reina la pobreza y la violencia. Con esta noticia se estremece todo el andamiaje de nuestra inteligencia y nuestro modo de actuar.
El hecho que en el nacimiento de Jesús ocurra la unión íntima entre lo humano y lo divino es una buena noticia, pero, ¿cómo se puede descubrir en el contexto de pobreza y de violencia que vivimos tanta riqueza desbordante de la gratuidad y del don de Dios?
Jesús es el testimonio de un Dios que nace y vive pobremente, sufre constantemente asechos, está expuesto a la violencia, y definitivamente, vive una prolongada pasión, una experiencia real de crucifixión hasta experimentar el dolor de la muerte violenta en la cruz previamente a su resurrección. A simple vista, hay elementos que nos dicen que vivió tal como muchos cristianos o ciudadanos del mundo, expuesto a la realidad de la pobreza y también de la violencia. Pero, ¿es esto una buena noticia? Esto solo se descubre si vivimos la profundidad del significado de este acontecimiento. Y el significado fundamental es la salvación que abarca la realidad presente, para superar toda pobreza y, también de la misma manera, la violencia. Nos ofrece un horizonte futuro alternativo distinto. Así lo formuló el evangelio de Juan, diciendo que Dios nos amó tanto y nos regaló a su Hijo para que todos creamos en él y tengamos vida eterna (Jn 3,16-17). Tratemos de aproximarnos al significado de la fiesta del nacimiento de Jesús.
1) Un pequeño niño nos muestra la grandeza del proyecto de Dios Padre
Por el nacimiento de Jesús, Dios se ha hecho íntimamente próximo y cercano. Asemejándose en todo a nosotros menos en el pecado. Al celebrar la fiesta del natalicio de Jesús nos emocionamos, pero a veces perdemos de vista que en esta fiesta de cumpleaños estamos celebrando el misterio de la encarnación de Dios. Es un verdadero renacimiento de la humanidad: el fin de un orden antiguo y el comienzo de un orden nuevo. Esto se expresa en el calendario gregoriano, que es el que utilizamos normalmente. Para nosotros es tan importante el nacimiento de Jesús que la historia de la humanidad se divide en dos partes, una antes de Jesucristo y, la otra después de su nacimiento, porque Jesús es el centro del tiempo y el mediador que comienza el reinado de Dios Padre en la historia.
Este acontecimiento ha tenido un largo tiempo de preparación, que nos remite a las raíces de la historia de la salvación: a los patriarcas del Antiguo Testamento y al anuncio de los profetas. Jesús de Nazaret es el que comienza el reinado de Dios Padre en la historia promesa de salvación desde hace muchos siglos y hoy es realidad salvífica para los que lo acogen.
La fuente fundamental para desentrañar el misterio del nacimiento de Jesús es la Sagrada Escritura. El nacimiento de Jesús aparece con una profundidad que destaca lo novedoso y lo extraordinario de este acontecimiento. Se anuncia su nacimiento a María, una mujer sencilla de Nazaret (Lc 1,26-38), que vive en una pequeña villa, o pueblo, que no aparece en el Antiguo Testamento. Este acontecimiento es tan original hasta en los detalles físicos o geográficos que describe la Sagrada Escritura. El saludo a esta joven virgen y humilde es: “Dios te salve llena eres de gracia”. Esta afirmación nos dice que ya ha comenzado el tiempo del Mesías. Esto implica que María es la Madre del Mesías.
El Mesías es fruto del “Espíritu de Dios que desciende sobre María y la cubre la sombra del Altísimo” como explicita el evangelio de Lucas 1,35. El espíritu de Dios que aleteaba sobre las aguas en el relato de la creación (Gen 1,2) es el mismo espíritu que desciende sobre María. Jesús es quien principia la nueva creación, los cielos nuevos y de la tierra nueva liberada de toda pobreza y violencia haciendo suyo el sueño de Dios ofreciéndolo a toda la humanidad. En el principio no había pobreza y toda la creación era fuente de vida para el ser humano, tampoco había violencia. Y todo lo creado era bueno, sin ningún tipo de contaminación. Al celebrar el nacimiento de Jesús nos comprometemos a cambiar nuestras vidas y también la comunidad para hacer posible un mundo sin pobreza ni violencia. Pobreza que atenta contra el género humano, al igual que la violencia, pero ésta también se practica contra el medio ambiente, destruyendo la creación de Dios.
Jesús es llamado Hijo de Dios, porque en sí mismo personifica la plenitud de la filiación divina. Es descendiente de David y el reino que Jesús ha comenzado en la historia no tendrá fin.
2) El Salvador de la humanidad y de la creación nació en un pesebre
El anuncio a María tiene su correlato con el anuncio del Ángel de Dios a José en sueños, en el que se afirma que Jesús es hijo de Dios (Mt 1,18-25). El texto explicita que María y José están comprometidos pero no viven juntos. También se dice que José es Hijo de David: “Jacob engendró a José, el esposo de María, del cual nació Jesús” (Mt1,1-17). El niño que nacería de la unión de José y María, antes de la vida en común, sería un judío de pleno derecho inserto en la estirpe de David. El Ángel de Dios le pide a José que no tema casarse con María, porque el niño que engendra en su vientre es fruto del Espíritu Santo (Cfr. Mt 1,20). José reconoce a Jesús como hijo suyo y lleva a María a su casa. Con este gesto hace que Jesús adquiera pleno reconocimiento y lo entronca en la estirpe de David, lo inserta en un pueblo y en una tradición milenaria. De esta manera Jesús inicia su incorporación en el cuerpo social del pueblo de Israel. El relato explica que el niño debe ser llamado Jesús. No es una casualidad que el niño tenga este nombre. El nombre “Jesús” proviene del hebreo “Jēšûa” y significa “el Señor Salva” o “Dios Salva”. Jesús es el Mesías que viene a salvar la humanidad y por eso es el Salvador del Mundo. Y esta salvación es histórica y también futura. Así se cumple lo que han anunciado los profetas: “Pues bien, el Señor mismo les dará una señal: he aquí que una doncella está encinta y va a dar a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel” (Is 7,14). Emmanuel significa “Dios con nosotros”. Jesús es el Dios con nosotros, el Señor que encarnándose nos muestra y ofrece un camino de la salvación que ya ha comenzado pero no está consumada definitivamente. Salvación que Jesús comenzó realizando el reino de Dios en el presente con sus acciones y sus palabras en medio de su pueblo, y que concluirá al final de la historia.
Jesús nació en una posada, lo acostaron en un pesebre, que es literalmente un comedero del ganado. Debido a la falta de solidaridad y acogida al forastero, en Belén no hubo otro lugar para que naciera el Hijo de Dios (Cfr. Lc 2,1-15). El Ángel del Señor anunció a los pastores la buena noticia del nacimiento del Mesías, del Hijo de Dios. Los primeros que fueron a visitar al niño Jesús cuando había nacido fueron los pastores, considerados pecadores en ese contexto cultural y religioso, eran juzgados impuros, porque sus ocupaciones no les permitían respetar las reglas de pureza ritual y vivían al margen de la comunidad practicante. Ellos eran parte de la categoría de los pobres de aquel tiempo. El canto de “Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres” (Lc 2,14), significa que toda la creación rinde homenaje al niño Jesús; y los pastores reciben la misión de anunciar la buena noticia al pueblo entero. El nacimiento de Jesús tiene resonancia universal y es lo que se dirá con la visita de los Reyes o Magos que vinieron de Oriente a rendirle homenaje. El sentido pleno de este anuncio a los pastores sólo se entenderá durante el ministerio público de Jesús. No olvidemos la semejanza entre David y Jesús. Recordemos que David era un pastor y estaba cuidando las ovejas de su padre antes de ser ungido rey de Israel por el profeta Samuel (Cfr. 1Sam 16,1-13). Presentar a Jesús naciendo entre los pastores de Belén de Judá, era un modo de designarlo como el nuevo David o el Pastor de Israel. Jesús es el buen pastor que dio la vida por sus ovejas (Cfr. Jn 10,1-18). Además la visita de los reyes magos es la actualización de lo anunciado por los profetas (Mt 2,1-23): Reyes vendrán de distintos puntos cardinales para adorar a Jesús. El Mesías, el Ungido, el Rey de reyes. La creencia de ese tiempo era que cada persona tenía una estrella que iluminaba su camino. La estrella de Jesús es la más grande que desplaza el centro de importancia de Jerusalén a un pequeño pueblo que no tenía protagonismo, a Belén de Judá. De esta manera es opacada la capital del reino del sur de Israel (Jerusalén) y la luz de la estrella más grande guía a los reyes magos hasta encontrar el lugar marginal (Belén de Judá) dónde se encuentra Jesús (2 Sam 5,2; Mi 5,11; Is 60,6; Sal 72 (71), 10-11).
Jesús vivió una plena inserción en su cultura, en sus tradiciones, en su modo de vivir la fe en Dios. Un dato importante que confirma cómo Jesús va asumiendo la plena identidad de un judío es el hecho que se le practica la circuncisión (Cfr. Lc 2,21). Esto no es un hecho aislado en la vida del hijo de Dios. ¿Cuál era el significado de la circuncisión en el pueblo de Israel? Este hecho lo incorporó en el pueblo de la alianza que comenzó con Abraham y culminó con Jesús. La circuncisión habilitaba a los judíos a participar del culto a Yahvé, y de manera particular en las fiestas de la pascua en la que se conmemoraba el día de la liberación de la esclavitud en Egipto. La circuncisión era un rito de iniciación para tener el derecho a los bienes de la promesa. En ese momento que se practicaba el rito se daba oficialmente el nombre al niño. De esta manera José asumió su papel de padre reconociendo a Jesús y otorgándole su dignidad de ser un descendiente de David (Cfr. Winling, R. (2013). Natale e il Mistero dell’Incarnazione. Brescia (Italia/UE): Editrice Queriniana, p. 43).
3) La esperanza histórica de la paz y la justicia de todo un pueblo se personificó en un judío marginal que comenzó el reinado de Dios…
Jesús es el Mesías (palabra hebrea), es el Cristo (palabra griega), ambas palabras significan el “ungido”, porque ha recibido una misión a favor del pueblo. Esta unción nos introduce en tres maneras de entender el mesianismo de Jesús, como: rey, sacerdote y profeta.
Jesús es ungido para ser el rey que inaugura el reinado de Dios en la historia. Jesús comenzó el anuncio del reinado de Dios proclamando la buena noticia a los pobres, y éste se realiza incluso a pesar del pecado de la injusticia que engendra pobreza, y de la violencia que engendra la muerte (Cfr. Is 61,1-3; Lc 4,16-21). Si Dios está con nosotros, somos capaces de tener la esperanza y la fortaleza para escribir la historia sin injusticia, sin pobreza, sin violencia. El Reino que Jesús comienza es un Reino de fraternidad, de justicia y de paz. Y también anuncia que se consumará definitivamente más allá de la historia. Jesús nació en Belén, ciudad donde también vivió David. Jesús pertenece a la descendencia de David. Símbolo de la realeza y del máximo esplendor de la monarquía en la historia del pueblo de Israel. Jesús es ungido para ser sacerdote. Vivió existencialmente su sacerdocio siendo un auténtico hermano, amando y servidor de los demás. Jesús fue sacerdote, víctima y altar al mismo tiempo, tal como lo explica la carta a los Hebreos. Por esto Jesús es capaz de extirpar el pecado y el mal del mundo, pero también nos abrió las puertas del paraíso, del Reinado de Dios (Cfr. Heb 9,11-15).
Jesús es ungido como profeta escatológico o definitivo, es decir, el gran profeta o El Profeta (Cfr. Winling, 2013, pp. 26-27). Denunció la injusticia y la violencia, y también practicó la justicia y sembró la paz, ambas realidades son signos de la presencia del reino de Dios en la historia. Jesús es el hijo de María, el Emmanuel, es el mismo que dice al final del evangelio de Mateo: “Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28,20).
Jesús desde su infancia tuvo su vida amenazada. Por ejemplo, José es advertido en sueños de la amenaza de muerte que sufre Jesús; se le revela que Herodes quiere matarlo; debe tomar al niño y a su madre María para huir a Egipto. Una vez que ha pasado el peligro regresa a Galilea: “De Egipto he llamado a mi hijo” (Os 11,1). Al igual que el pueblo de Israel que estuvo en el exilio, Jesús, el hijo de Dios, será liberado de su exilio.
La masacre de los niños menores de dos años en Belén (Mt 2,16-18), y de los pueblos circunvecinos, no es inverosímil. Pues se sabe que Herodes, obsesionado por su poder había incluso ajusticiado algunos miembros de su propia familia en otros contextos. La masacre de los niños es un dato importante porque nos indica que Jesús vivió desde su niñez la amenaza real de la violencia. Y el evangelio de Mateo destaca que esta masacre de los niños constituye el cumplimiento de una profecía de Jeremías: un grito ha sido escuchado en Ramá, un llanto y un lamento grande: Raquel llora a sus hijos y no quiere ser consolada, porque no viven más (Cfr. Jr 31,15). Después de la muerte de Herodes, el Ángel del Señor le dijo en sueños a José que retornara a la tierra de Israel, pero como reinaba Arquelao en Judea, en remplazo de Herodes su padre, fue advertido en sueños de ir a la región de Galilea en Nazaret con Maria y Jesús, así se cumplió lo que está escrito por los profetas: “Será llamado Nazareno” (Mt 2,23).
Jesús es el Mesías, el Cristo, el Salvador, es centro del tiempo, que comienza el reinado de Dios en el Nuevo Testamento. En Él se cumplen las profecías que se fueron expresando en todo el Antiguo Testamento y también realiza las esperanzas últimas y definitivas del pueblo de Israel porque introduce la mediación del reino de Dios Padre en la historia. Jesús es el Dios que salva del mal, del pecado y de la muerte en un mundo que está afectado por la violencia, herido por la miseria humana – social y por las diversas realidades que nos deshumanizan. El niño que nació en un pesebre vivió en carne propia no tener una casa, un seguro social, un hospital, un lugar digno para nacer con el propósito de enseñarnos el camino de la vida. Desde la realidad del mundo condenado a las tragedias causadas por el mal y la pobreza resplandece la salvación, sin poesía y sin interpretaciones. Jesús es buena noticia porque nos regaló su riqueza humana y se puso al servicio del reinado de Dios, mostrando su verdadera divinidad amando y sirviendo, sin dejarse degradar por la fuerza del mal e identificándose en todo a nosotros, a lo que sufrimos, a lo que padecemos, menos en el pecado (Cfr. Fil 2,5-11).
Las enseñanzas sapienciales de sus parábolas, sus palabras proféticas y las bienaventuranzas que nos han enriquecido, fueron una buena noticia en medio de los empobrecidos de Israel. Y lo siguen siendo para nosotros hoy. La vida de Jesús es una paradoja práctica-existencial y también histórica: Jesús es un judío marginal que vivió haciendo el bien a pesar de tanto mal, de tantas malas noticias o desencuentros, y de tantas conspiraciones en su contra. Su vida fue una paradoja existencial porque vivió haciendo el bien y murió en la cruz, sufriendo de tal manera, que nos atrevemos a decir, que son pocas las personas en la historia que han podido tener una muerte injusta tan cruenta y dolorosa. Paradoja aún porque muriendo como un maldito, Dios lo exaltó y dejó en claro que quien vive como Jesús tiene vida eterna. Jesús se entregó totalmente para hacer posible el reino del Padre, realidad que expresa la paz y la justicia para toda la humanidad.
Esta entrega de Jesús vale la pena celebrarla, vale la pena conmemorarla. No dejemos de celebrar el nacimiento de Jesús. No tengamos miedo a aumentar kilos con los tamales y el pollo horneado. Vale la pena festejar a Jesús en medio de tantas malas noticias de miserias y pobrezas. El sentido de la vida, de la existencia, de la humanidad y de la historia, se plasma en este misterio tan grandioso de Dios que se hace uno de nosotros, porque Dios nos ama perdidamente, y su propósito es paradójicamente convertir esta historia de condenación en una historia de salvación.
¡¡¡FELIZ NACIMIENTO DE JESÚS!!! ¡¡¡FELIZ NAVIDAD
Y MUCHAS BENDICIONES PARA EL 2017!!!
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