Alirio Montoya
Para escribir el presente artículo tuve que auxiliarme, naturalmente, de algunos pasajes que encontramos de forma inequívoca en los cuatro evangelios y, forzosamente, tuve que apoyarme también en algunos textos de Ignacio Ellacuría, recopilados en sus Escritos teológicos, particularmente los contenidos en el Tomo II de los mencionados escritos que, en total, suman cuatro voluminosos tomos. Las ideas que voy a discurrir tienen como pretensión exponer las verdaderas razones políticas, económicas, religiosas y jurídicas por las cuales matan a Jesús, el palestino de Belén.
Es pertinente advertir que se trata de un tema bastante complejo, porque abordar el nacimiento, ministerio y martirio de Jesús, debido al contenido de la multiplicidad de aristas que representa un personaje histórico como Jesús. En consecuencia, me limitaré a comentar la relevancia de Jesús desde las perspectivas del Derecho, la política, la economía y la religión. Trataré de ser sumamente breve en la importancia de Jesús identificada en cada área detallada y solamente resaltar cuestiones de forma precisa, pero, por supuesto, hilvanando esas ciencias o disciplinas donde Jesús es el personaje central de esa realidad histórica.
En lo que respecta al Derecho, el aporte de Jesús se sitúa en que vino a desquebrajar parte de la Ley Judía. Los judíos más ortodoxos se encargaban del control religioso y los romanos de la parte política y económica. Si somos avisados repararemos en un dato importante que luego nos conducirá a formularnos un interrogante. Veamos, en los cuatro evangelios encontramos una serie de pasajes en donde Jesús sanaba más que todo los días sábados: ¿por qué Jesús decidía sanar principalmente los sábados y luego reprender esa doble moral que contenía esa prohibición en las leyes judaicas? En ese orden del anterior interrogante, los fariseos y escribas defendían con mucho empeño ese día, incluso pasando por encima de la salud y la vida de las personas; Jesús los desafía en ese sinuoso campo de batalla llamado sábado. Esto supone que un día religioso en modo alguno debe estar por encima del derecho a salud y la vida de los seres humanos. Lo que Jesús identificaba en esa prohibición judaica de sanar un día sábado era una fuerte dosis de doble y falsa moral, porque prohibían sanar el día sábado a cualquier ser humano, pero si un animal se les iba dentro de un pozo corrían a rescatarlo.
En este primer punto, a decir de Ignacio Ellacuría, ese Jesús histórico no solo se les enfrenta como enemigo, sino que los conduce a ese campo de batalla. Y Ellacuría se formula un interrogante: ¿se puede hacer bien o mal el sábado, salvar una vida o matar? Y continúa Ellacuría: por un lado, la observancia legal y cultural; por el otro, la acción antilegal de sanar a un enfermo, al que, si se le deja de curar -acción aparentemente omisiva- pero como es sábado lo que se le está haciendo es un mal positivo. Estamos frente a una de las mayores paradojas de la historia de dominación.
Otro elemento a resaltar es que a Jesús se aplicó las leyes punitivas de su tiempo, y reseñar también que fue en un juicio sumario; aunque se trató de matizar de forma religiosa. El otro detalle es que en el proceso penal contra Jesús -aunque en el fondo era esencialmente un juicio político- se evidencian cuestiones que todo estudiante promedio de Derecho lo sabe, es decir, que se manifiestan asuntos de competencia y jurisdicción por razones de territorio, por ejemplo; y a su vez, decirlo sin tantos ambages, Jesús es condenado a muerte por los delitos de sedición y rebelión. Hay una parte bien ilustrativa en este punto para quienes desean luchar por las causas justas. Cuando los escribas y fariseos le fueron a decir a Jesús que debía largarse porque Herodes lo iba a matar, Jesús contesta: “Sí, hoy, mañana y pasado mañana debo seguir mi camino. Pues, después de todo, ¡no se debe matar a un profeta de Dios en un lugar que no sea Jerusalén!” (Lucas 13:33).
Ser un luchador por la justicia y los más necesitados puede traer consecuencias que casi nadie quiere asumir, pero Jesús tenía claridad de dónde provenía, sus raíces se cimentaron en el seno de la clase oprimida de su tiempo por el Imperio Romano y con la complicidad de los judíos ortodoxos que subgobernaban desde el plano religioso. La misma suerte de Jesús corrieron, por ejemplo, el Profeta Monseñor Romero y los seis sacerdotes jesuitas asesinados por los gendarmes de las élites económicas. En la actualidad hay varios cristianos que han confrontado a las elites del poder económico, el padre Andreu Oliva, por solo citar un ejemplo. La participación del padre Oliva en la pasada vigila en la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas” en memoria de los mártires, puede ser comparable con la homilía de Monseñor Romero del 23 de marzo de 1980.
Sigamos. No era tan fácil ni para los judíos ortodoxos ni para los romanos deshacerse de Jesús, por ello es que se diseña un complot para apresarlo y luego asesinar a Jesús. El punto es que a Jesús lo seguía multitudes de personas, si era asesinado repentinamente los judíos ortodoxos temían una sublevación que también metería en problemas a Roma porque perderían parte de la acumulación de su poderío imperial; por consiguiente, capturarlo públicamente también era una mala idea, ya que igual, siempre estaba rodeado de miles de seguidores que, naturalmente, iban a defenderle.
Por lo antes dicho es que aparece Judas; logran sobornarlo para que entregue a Jesús, y así ocurre. Una vez apresado es llevado donde Caifás y los sumos sacerdotes. Cuando es interrogado lo acusan de haber afirmado que destruiría el Templo de Jerusalén, a lo cual Jesús no se niega. Que nuestro Jesús histórico haya afirmado que era cierta la acusación, los ancianos, escribas, fariseos y sumos sacerdotes sabían que eso constituía una blasfemia, y no cualquier tipo de blasfemia, estaban frente a una blasfemia pública, porque el afirmar que se iba a destruir el Templo, eso implicaba destruir la estructura ancestral del judaísmo. La blasfemia era castigada con la lapidación. De tal suerte que les estaba funcionando su plan.
Posteriormente Jesús es llevado ante Pilato. En el lugar, ya la acusación tiende a mutar y no es acusado de blasfemo sino de hacerse llamar rey de los judíos, lo cual implicaba que, puesto que una vez rey de los judíos, se estaría poniendo en peligro el tributo para Roma. Aquí sí se estaba frente al delito de rebelión cuya pena era la crucifixión, porque incitaría a sus seguidores a rebelarse contra esa tributación romana. La segunda estrategia iba bien, pero Herodes y Pilato se negaron a condenarlo porque el pueblo se les lanzaría y los derrocarían. Sin embargo, quienes acusaban a Jesús le dijeron a Pilato que si Jesús se hacía llamar rey de los judíos obviamente era enemigo del César, entonces la negativa de condenarlo implicaba estar del lado de un enemigo del César. Es así como Pilato logra ceder y le condena.
El panorama se planteaba en que, en el primer caso, había un peligro de la ciudad santa, esto es, que el peligro era eminentemente religioso, pero el tema de la rebelión era político, lo cual significaba que Roma iba a intensificar un poderoso contraataque ya no contra Jerusalén sino contra toda una nación. En ese contexto es donde aparece Jesús y su conexión con la realidad histórica que, como ya se evidenció, fue un fenómeno político y religioso.