Santiago Vásquez
Escritor y Poeta
Y la luna mamá, pharm ¿Qué le ha pasado?
¿Por qué hija?
Porque se le ha quemado una parte mamá.
¡Mira, order sólo ha quedado un pedacito!
Marcelita, es una niña de apenas 5 años y camina tomada de la mano de su madre por la calle adoquinada de la colonia, son apenas las siete de la noche, muchos niños todavía corren entretenidos, persiguiendo las palomillas que caen como desprendiéndose de la espalda del tiempo.
La ciudad parece tranquila, el olor a tierra mojada comienza a percibirse después de una pequeña llovizna, Marcelita llega a casa con la mamá, sin desprender la mirada de la luna, con curiosidad le vuelve a preguntar a su madre:
¿Por qué se sigue quemando la luna mamá?
Todo marcha con normalidad aparente y la pequeñuela sonríe a solas y mira de vez en cuando a la luna que le ha robado la curiosidad; en medio de aquella inocencia atrapada en los años de infancia, algo extraño pasa en el pueblo, pasadas algunas horas, dos jinetes aparecen montados en sus recios y elegantes caballos adornados por la herencia de un hermoso pasado, van cabalgando por las calles de la ciudad tocando a las puertas de los habitantes, pero al no salir, se dirigen al parque y deciden hacer una reunión de emergencia, para lo cual llaman a todas las mujeres del pueblo y entre su maravilloso resplandor, deciden preguntarles:
¿Cuál es la razón por la que no pueden vivir con felicidad?
A lo cual todas contestan al unísono:
¡JUSTICIA, SEÑORES!, ¡JUSTICIA!
La Palabra justicia se había hecho muy familiar en el lugar, ya que cada día que pasaba, se convertía en una necesidad imperiosa para los habitantes de ese pueblo.
Después de escuchar el llamado de los jinetes que pasan por todas las calles, se encaminan al parque central para exponer el problema que les está agobiando.
Cada una de las mujeres explica a los jinetes porqué razón exigen justicia, sucede que en la cuidad, la mayoría de los niños trabajan y no van a estudiar, por lo que la gente cada vez se va poniendo más pobre, las escuelas han desaparecido convirtiéndolas en gigantescas fábricas donde los principales trabajadores son los niños, sucede que en este pueblo la felicidad y la convivencia se perdieron desde hace mucho tiempo, todo es trabajo y trabajo , no existe ya la armonía y la gente, desde hace varios días camina presurosa sin detenerse tan siquiera a saludarse, los horarios de trabajo son corridos y sin recesos, todo se ha transformado en una maquinaria del indomable de hacer dinero.
Después de la reunión y de haber analizado los problemas que aquejan a los habitantes de esta ciudad, todos acuerdan retomar nuevamente aquellos tiempos donde todos los niños sin distinción estudiaban y jugaban, ayudaban en las tareas de la casa, obedecían a sus padres y todo era verdadera armonía y tranquilidad en los hogares; entonces, deciden dirigirse a los lugares donde están los hijos y sacarlos de la fatigada tortura de la esclavitud y explotación.
Los dueños de las fábricas molestos por los actos de los pobladores, cierran sus empresas y se van del lugar, los jinetes ordenan a los niños ir nuevamente a las escuelas y a los habitantes retomar sus tareas agrícolas, recibiendo del dios inti, fertilidad de sus tierras y le imploran al dios de la lluvia para que haga florecer los campos y todo aquello vuelve a ser como antes.
En aquellas súplicas que dirigen hombres y mujeres, todo va cambiando, de tal manera que las escuelas vuelven a tomar vida con el griterío de los niños, y los jinetes se preparan para continuar con su lucha contra la maldad y la injusticia.
Cuando han conseguido su objetivo de restablecer el orden y después de haber cumplido con su noble labor, los jinetes se despiden de sus amigos y se dirigen a otros lugares para luchar por la justicia en el mundo, haciendo comprender a los habitantes que sólo con educación y trabajo, es posible una sociedad llena de amor y paz.
Satisfechos de su misión cumplida, se marchan, dejando atrás sonrisas, algarabía y nuevamente renace la esperanza en los campos para las nuevas generaciones.
Marcelita mira a la luna con mucha curiosidad viendo con nostalgia la parte que se la ha desprendido y quemado.
Su mamá camina presurosa, una llovizna se avecina, un pequeño jilguero alza su vuelo a la orilla de la tristeza.
¡La luna se sigue quemando mamá…!
Exclama la niña.
Las dos apresuran el paso, mientras una palomilla se encarama en el alero del viento.
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