Sergio Inestrosa,
Escritor
Joker, es sin duda alguna, una película controversial que quizá debería de ser vista como una oportunidad para reflexionar sobre los grandes problemas de nuestra sociedad.
La película hace referencias a Batman, pero no es una película en que el “guasón” se enfrente a Batman; en este caso la película revela las complicaciones en la vida de Arturo, un hombre que aspira a ser comediante y que mal vive de ser un payaso de quinta categoría, con enormes problemas económicos y psicológicos; que depende de los servicios sociales que cada vez se recortan más en nuestros países, pues a los políticos les importa un bledo el bienestar de la población.
La película, que bien pudiera haber sido dirigida por Tarantino, es violenta, como violenta es la vida de muchas personas; hay en la película una violencia física, real y hay una violencia soterrada, sórdida, silenciosa que va creciendo con la desesperanza de la gente que se da cuenta que no hay salida, que están condenados a la mera sobre vivencia, a la eterna marginación; y esa violencia contenida explota cuando ocurre un detonador, en la película ese detonador es el “joker”. La película dura 118 minutos y está dirigida por Todd Phillips y cuenta con la actuación de Joaquin Phoenix y Robert De Niro, entre otros; la fotografía que me parece extraordinaria es de Lawrence Sher y la música de Hildur Guonadóttir.
En una declaración recogida por la revista Vanity Fair como parte de la promoción del film Joaquin Phoenix ha dicho que espera que el público tome la película como lo que es: “Una película sobre un personaje de ficción en un mundo de ficción” y añade: “No puedes echar la culpa a las películas por un mundo que está tan jodido que cualquier cosa puede ser un detonante. De eso va un poco la película. No es una llamada a la acción. Como mucho, es una llamada a que la sociedad reflexione sobre sí misma”.
El miércoles pasado, según la misma revista, después de la proyección de la película en el Festival de Cine de Nueva York, Todd Phillips dijo estar sorprendido por el nivel de discusión que ha alcanzado en el mundo este asunto. “Me parece de hecho muy responsable hacer que la violencia se sienta real y con ese peso”. Y es que desde este punto de vista la película se siente muy real, uno puede, como espectador, asistir al sufrimiento, a la desesperanza no solo del protagonista sino de su entorno que pude ser el de cualquier ciudad de los Estados Unidos, o para el caso de cualquier otro país en la actualidad.
La trama de la película es más o menos esta: Desde temprano la radio nos da cuenta de una serie de malas noticias (en la realidad, lo bueno no es noticia); la ambientación es sombría, una luz mortecina se filtra por las ventanas, hay una huelga en el servicio de recolección de basura y las calles (de ciudad Gótica) están atestadas de desperdicios.
En ese mundo de pobreza, de estrecheces vive Arthur Fleck (Joaquin Phoenix) quien sale todas las mañanas de su mísero apartamento, donde vive con su madre enferma. Las imágenes son deprimentes, pueden bien ser las cualquier metrópoli en los años setentas (bien podemos adivinar, aunque siempre lo hemos sabido, que ciudad Gótica es la Nueva York de esa época); la luz de la mañana es sombría, nada brillante, nada espectacular se nos revela en ese mundo de miseria y frustración; casi podría aventurarse que nada bueno puede salir de allí, nada bueno puede suceder en ese mundo tan sórdido; ese mundo de miseria que cohabita con el mundo de los ricos y del glamour, del lujo insultante e indiferente a la pobreza que crece a su alrededor.
Arthur sale a trabajar vestido y maquillado como un payaso, frente a un local comercial ondea una pancarta promocional a la que nadie presta atención; tres jóvenes se la arrebatan y se echan a correr, Arthur los persigue para recuperarla y en un callejón los jóvenes le dan una paliza; este es el principio de la violencia física en el film.
Esta película debemos recordarlo (así está acreditada suficientemente) es sobre un personaje del universo de ficción de DC Comics, pero en este caso el director y guionista le logró dar al personaje una autonomía inusual que hace que el film cumpla con la ambición que su director se ha propuesto: retratar la violencia del mundo actual; por eso mismo, he dicho antes que la película bien pudo haber sido dirigida por Tarantino, que suele presentarnos retratos descarnados del mundo moderno en una forma desmedida, sin que por ello (esa es mi opinión) haga una apología de la violencia.
Lo interesante en esta película, a diferencia de otras de la zaga de Batman, es que el director está enfocado en los traumas del “Guasón” (que son de origen familiar, pero también son resultado de una sociedad violenta, individualista, sectaria que parece estar a punto de colapsar), y aunque en un momento del film, y de una manera muy bien lograda, vemos que los padres de quien sabemos es Batman (o lo será en el futuro) son asesinados en medio de los disturbios callejeros que vive la ciudad.
En el mundo del protagonista, hay muy pocos ganadores (a tres de ellos , operadores financieros, los mata Arthur en el tren después de que estos se burlan de él y lo golpean cuando regresa del trabajo, vestido de payaso); y muchos perdedores, entre ellos Arthur, a quien su terapeuta le informa que el gobierno ha decidido recortar todos los servicios sociales y que ya no lo podrá atender ni recetarle medicación (cualquier similitud con el mundo actual es una provocada causalidad)
En ese contexto de creciente caos, el candidato a alcalde de la ciudad, Thomas Wayne, un multimillonario que promete tolerancia cero, afirma por televisión que “quienes hemos hecho algo con nuestras vidas siempre consideraremos a esa gente unos payasos”; estas torpes declaraciones hacen que las máscaras de payasos se multipliquen por toda la ciudad, y de pronto Arthur se ve convertido en justiciero, un vengador anónimo y al que muchos consideran un héroe.
No me queda sino recomendar la película y verla como una oportunidad para reflexionar sobre los grandes problemas que nos aquejan.