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José Martí: un hombre de todos los tiempos

Por Mariela Pérez Valenzuela
La Habana/Prensa Latina

Las circunstancias de Cuba mantienen vigentes la mayoría de los postulados del Héroe Nacional, José Martí, tanto su programa revolucionario como el precepto de que la liberación del país era un servicio universal de los patriotas al mundo.

En entrevista concedida a Prensa Latina a propósito de cumplirse hoy el aniversario 169 del natalicio de Martí, el doctor en Ciencias Históricas Pedro Pablo Rodríguez sostuvo que la actualidad de sus fundamentos está dada no solo por su propósito de evitar la anexión de su país y del resto de las Antillas a Estados Unidos, sino también su expansión territorial y económica sobre los vecinos del Sur.

También, reflexionó, su validez responde a que trataba de impedir por ese camino de la verdadera emancipación de Cuba y de Puerto Rico —que también estaba entre sus objetivos y los del Partido Revolucionario Cubano (PRC) —, que el imperialismo naciente en Estados Unidos no se convirtiera en una fuerza que impusiera su poderío sobre el resto del mundo.

Es en ese sentido, dijo, que impulsaba la unidad entre los independentistas del patio, los puertorriqueños y con la gente que deseaba el bien de Nuestra América, como él llamaba a América Latina. Martí empezó a trabajar por ese camino unitario desde muy joven. A inicios de los años 80 del siglo XIX sabía —expresó el experto— que quienes aspiraban a la soberanía debían unirse, pues el final de la Guerra de los Diez Años (1868-1878) —el primer intento por alcanzar la libertad— fracasó, entre otras causas, por las divisiones internas.

De lo que se trataba, reflexionó, era que esas segmentaciones no siguieran creciendo en los años posteriores a aquel revés, al igual que el de la Guerra Chiquita (1879-1880), que solo duró 11 meses.

Rodríguez añadió que se aspiraba a unir dos criterios enfrentados desde la Guerra de los Diez años y que se mantenían vivos en las polémicas entre los revolucionarios de la época.

Por un lado, apuntó, estaban los que pretendían que en la guerra contra la metrópoli las decisiones estuvieran totalmente en manos de los jefes militares y quitar el aparato civil de la República en Armas —creada en la Asamblea de Guáimaro, en 1869—, y por otro, añadió, los civilistas, con temores lógicos, dado el panorama de tiranías militares imperantes en América Latina.

Martí encontró el camino para conciliar ambas posiciones en el PRC; es decir, en una organización que se movía con los principios, más o menos, que pautaban las luchas políticas del mundo moderno y en la que todos podrían moverse por igual y tomar decisiones que fueran las requeridas para la independencia.

Por eso el PRC unió a militares, civiles, gente de distintos sectores sociales y cubanos residentes en diferentes territorios Así fue como el joven patriota pudo organizar una base de apoyo para la conspiración dentro del territorio isleño, que después funcionaría desde fuera.

Rodríguez apuntó que para el Maestro la soberanía cubana solo se podría ajustar perfectamente si había un apoyo de otros pueblos de América Latina, y por eso procuró por todos los medios de lograrlo, y al mismo tiempo que en esos países se comprendiera que su propia libertad estaría garantizada por la alcanzada en la mayor de las Antillas.

Aclaró que no se trataba de crear una suprarrepública, un Estado que se extendiera desde el Rio Bravo hasta la Patagonia, sino de buscar formas de convivencia y de colaboración entre las naciones. Y ahí está, destacó, su genialidad política.

Sostuvo que Martí fue un hombre de su tiempo; tan así que comprendió por qué caminos había que conducir la lucha revolucionaria en la isla y en nuestra América —incluso en el resto del mundo— para defender a los pueblos tragados, en ese momento, por la expansión de las potencias imperiales, que se repartían el mundo en todos los continentes.

A la vez, destacó, intentaba que esa unidad nacional y de soberanía pudiera mantenerse con el apoyo continental. Ahí está su aporte, y eso no solo lo hace vigente —comentó—, sino que será siempre actual aquí, pues tanto en estos momentos como en cualquier otro los cubanos debemos mantener esa unidad en los asuntos esenciales, en lo que queremos.

Para el estudioso de las obras martianas, al mismo tiempo debemos buscar la integración continental para trabajar por el bien de Nuestra América. De ese modo, puntualizó, lo estaremos haciendo todos a favor del mundo.

En su opinión, Martí no fue solo un hombre de su época, sino también de todos los tiempos, y sus enseñanzas serán útiles para cualquier sociedad y etapa histórica en la que se sitúe como divisa alcanzar el bien del hombre.

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