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Jóvenes excluidos de educación y trabajo

José Roberto Osorio
Economista

Según el estudio “Exclusión educativa y laboral de  la población de  15 a  24  años en Centroamérica”,  (ERCA-Estado de la Nación, con auspicio de OIT), en 2015, Centroamérica tenía 45,4 millones  de habitantes  de los cuales 9,1 millones, cifra equivalente a una quinta parte, eran jóvenes. El 59% de  ellos  estaba fuera del sistema educativo y dos millones (22,8%), estaban simultáneamente fuera  del sistema educativo y del mercado laboral.

Este grupo es importante numéricamente y porque  se  espera desempeñen funciones  sociales,  económicas  y políticas estratégicas para sus países, aunque muchos ya se  han incorporado tempranamente al mundo del trabajo, generalmente en forma  precaria y es  obvio que se integran de varias y con frecuencia limitadas  formas  a la dinámica social. Empero, sin formación, o con una de  baja calidad, no tendrán las  condiciones para contribuir positivamente al proceso de  desarrollo de los países y la falta de  trabajo decente les impediría disponer  de recursos mínimos para crear familias y ser  parte de un proceso de crecimiento de ellos mismos y de  cada nación. CEPAL   ha planteado que “una persona en edad laboral debe  contar al menos con 12  años de  escolaridad formal para reducir  su riesgo de ser  pobre”.

En la Región, Honduras  tiene el mayor  porcentaje de jóvenes  de  su población (2015), con el 22%, siguiéndole  Nicaragua con el 21%. Guatemala y El Salvador  exhiben una tasa del  20%, Costa Rica el 18% y Panamá el 17%.

La cobertura educativa en la Región se habría incrementado. En  2013 la educación primaria  acogía entre el 80% y 95% de los niños y niñas  en edad  de  acudir a la escuela, tasa que disminuye a menos de la mitad en preescolar  y secundaria en la mayor parte de los países. Un fuerte desafío de la institucionalidad y los propios civiles es lograr una inclusión temprana de los estudiantes y retenerlos en el sistema para que continúen en la secundaria.

En cuanto a inversión pública en educación por persona, en 2013, Costa Rica casi sextuplicaba, por ejemplo, la de El Salvador y Honduras; decuplicaba la de Nicaragua, siendo casi el doble de la que se  registró en Panamá.

También en 2013, la PEA de  la Región fue de  20 millones de personas  y la tasa de desempleo del 5,5%. El problema mayor no es el desempleo, sino la “precariedad de  las condiciones  de trabajo, y en ambas situaciones la población joven es la más  afectada”. Los jóvenes tienen fuertes limitantes  para incorporarse al mundo del trabajo y la tasa de  desempleo en este grupo social duplica o triplica los promedios de  cada país.

La clasificación elaborada en el estudio mencionado, va desde la exclusión total que es la de aquellos jóvenes que no estudian ni trabajan (en este  contexto se  denominarán NENT, debido a las tergiversaciones del muy difundido vocablo “ninis”, grupo que  en ocasiones  se  ha llegado a  interpretar como una amenaza a la convivencia  democrática,  en tanto “no creen en nada y se  oponen a  todo”), hasta la inclusión en que se  encontrarían los jóvenes que se dedican solamente a estudiar.

Combinaciones  intermedias son “solo trabaja” y “estudia  y trabaja”.

Suponiendo que los jóvenes que solo estudian (inclusión), asisten a un grado acorde a su edad y reciben una educación de buena calidad, tendrían mayores y mejores oportunidades de inserción en el mercado laboral.

En general, los jóvenes trabajan en empleos peligrosos, mal remunerados y precarios.

Este panorama, complicado y difícil, impone  tareas urgentes y prioritarias a los gobiernos, en particular a  los tomadores de  decisiones,  gestores  y gerentes  públicos.

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