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Jóvenes que no estudian ni trabajan: una realidad vista desde otra perspectiva

Jorge Vargas Méndez*
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Para empezar hay que señalar que no se trata simplemente de jóvenes que ni trabajan ni estudian, o sea de “ninis”, como inicialmente les llamó un estudio realizado en el Reino Unido a finales del milenio pasado. Tal acrónimo, como se ha podido observar en algunos artículos y sobre todo en comentarios mediáticos, no sólo entraña prejuicios y promueve la estigmatización de millares de jóvenes sino que también se vuelve una especie de bruma que impide el abordaje del problema desde una perspectiva histórica, objetiva.

Se trata, más bien, de jóvenes que desde hace varias décadas se vienen multiplicado exponencialmente en muchos países, incluido El Salvador, como resultado de la falta de acceso a la educación y al empleo digno en los mercados laborales, por lo que en la concreta su caldo de cultivo se encuentra, por un lado, en la incapacidad de los Estados para garantizar la permanencia de jóvenes en los sistemas educativos y, por el otro, en la cada vez más selectiva inserción laboral en virtud de la supuesta competitividad y búsqueda de mejores niveles de rentabilidad por parte de las empresas del sector privado, a las que corresponde en mayor medida generar empleo. Así, en vez de hablar de jóvenes “ninis” resulta más apropiado referirse a una parte significativa de la población joven que se encuentra en situación de doble exclusión (jóvenes dex), es decir, que no tienen acceso a educación ni empleo.

Para 2010, por ejemplo, el porcentaje de adolescentes y jóvenes de entre 15 y 24 años en situación de doble exclusión asciende al 21.3%, proporción que al ser desagregada según el sexo de las personas revela una brecha preocupante, pues mientras al sexo masculino corresponde el 8.2% en sus pares femeninos la proporción de eleva hasta alcanzar el 33.8% (En la encrucijada: mujeres adolescentes y jóvenes que no estudian ni trabajan en América Latina, SITEAL, 2013). Esto es igual a decir que de cada 100 personas del sexo femenino del grupo etario 15-24 años, unas 34 se encuentran afectadas por la aludida doble exclusión mientras que entre los hombres solo son 8 de cada 100.

De ahí que a la doble exclusión que afecta a millares de jóvenes se agrega un factor que es determinante en el caso de personas del sexo femenino: la condición de género. Y esto, porque millares de mujeres jóvenes se ven mayormente afectadas por el hecho de ser mujeres. En el caso del empleo, sobran los testimonios en los que en muchas empresas se niegan a contratar mujeres jóvenes que tienen una hija o hijo o que están comenzando un proceso de embarazo. Es más, muchas son despedidas de su empleo cuando salen de esta etapa.

En el caso de la educación, basta con considerar la prueba extraordinaria PAES que a finales de agosto realizó el MINED y con la cual se buscaba que miles de estudiantes que no habían logrado pasar la prueba desde 2007, finalmente pudieran hacerlo para obtener el título de bachiller. De un total de 15 mil personas que se esperaba acudieran a realizar la prueba sólo lo hizo un 35% aproximadamente, según afirman autoridades educativas. ¿Qué pasaría con el restante 65%? Y es aquí donde procede realizar un análisis diferencial para no caer en simplismos.

En el caso de personas del sexo masculino, muchas habrían emigrado tanto hacia las ciudades del país como al exterior, otro tanto estaría ocupado en labores donde no se exige haber aprobado los estudios de educación media, por lo que generalmente son empleos precarios, mientras que otro tanto estaría integrado en las maras. En cuanto a personas del sexo femenino, cientos habrían emigrado tanto interna como externamente; un pequeño porcentaje habría sido coaccionado a incorporarse a las maras en calidad de colaboradoras, pues estos grupos son predominantemente masculinos; y la gran mayoría, estaría dedicada a tareas del cuidado en sus familias nucleares o equivalentes, o habría integrado la propia asumiendo en consecuencia el trabajo reproductivo biológico y social y, por tanto, estaría engrosando las cifras de la Población Económicamente Inactiva (PEI). Veamos dos casos: Karen se dedica a cuidar a sus hermanas menores y al quehacer doméstico mientras su madre labora en una maquila; en cambio, Wendy se acompañó y está criando a su primer hijo, por lo que también su día transcurre entre los oficios domésticos. Eso sí, para ambas las posibilidades de bachillerarse parece que se acabaron.

Así, Karen y Wendy son dos mujeres jóvenes que no continuaron estudiando pero que sí trabajan, es decir, al igual que millares de ellas se dedican al trabajo reproductivo no remunerado y gracias a ese aporte invisibilizado es posible la reproducción y la diaria restauración de la fuerza laboral, sin la cual no sería posible que las empresas pudieran disponer del recurso humano necesario para sacar adelante sus procesos de producción y obtener la correspondiente rentabilidad. Ese trabajo realizado por la población femenina de la PEI, donde se incluyen las mujeres jóvenes, estaría representando un aporte a la economía salvadoreña de alrededor del 30% del PIB (PNUD, 2005).

En tal sentido, desde la perspectiva que hemos esbozado cabe plantearse lo siguiente: Si la acumulación de la riqueza es un hecho indiscutible, ¿qué porcentaje de la población hace su aporte sin recibir compensación alguna y en consecuencia es la mayormente afectada por la doble exclusión? Todo indica que lo primero explica la existencia de la segunda y viceversa, y he ahí una de las principales causas del círculo vicioso de la pobreza que históricamente viene afectando al país.

En síntesis, al hablar de jóvenes dex en general, se hace alusión a un grupo poblacional que desde un enfoque de derechos e inclusión requiere de mayor inversión social por parte del Estado, justo a lo que se oponen precisamente algunos grupos políticos y económicos de poder, y con lo cual están colocando en la incertidumbre el futuro del país. Y ahora, apreciable lectora o lector, coloque al trasluz el acrónimo “ninis” y haga lo mismo con jóvenes “dex” y se dará cuenta que con este último su percepción tiende a cambiar. Sentirá el impulso de considerar las causas. O, por lo menos, ya no dirá espontáneamente o con morbo que son jóvenes en ocio, en vagancia a tiempo completo. *Poeta, escritor, integrante del Foro de Intelectuales de El Salvador.

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