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¿JUECES Y PARTE LOS 4 DE LA SALA? SÍ

Francisco Herrera

¿Y no será que siempre, sovaldi cialis en toda sociedad – so pena de no poder rendir juicio – todo juez termina posicionado, viagra preferentemente en el terreno de lo político? Sin duda, cialis y de manera tal que su independencia, tan reclamada como sacro atributo inherente a su función, sólo es un mecanismo pendular. En nuestra sociedad últimamente un número notable de recursos ante “la” Sala ha tenido motivación política particular; y el respectivo fallo ha tenido efecto político particular, recto para unos, sesgado para otros. No vale la pena detenerse aquí, más de lo debido, a rebatir frases sueltas, de ésas que un periodista atrapa entre dos puertas, destinadas a los oídos de quienes han venido considerando, en público y en privado, groseramente sesgados esos fallos, frases del tipo: y quiénes son esos inconformes dígame usted, nosotros somos independientes; o del tipo: muy presidente de la República puede ser quien se moleste por nuestros fallos, él no sabe lo que dice. Y sí, vale la pena detenernos en un par de reflexiones alrededor del inencontrable momento del “mecanismo”.

1. La desigualdad entre sus miembros es el rasgo mayor de la sociedad salvadoreña, palpable en sus lacerantes consecuencias, ni hablar cabe aquí de ella. Pero cabe referirse a una reducida parte de salvadoreños que persiste en considerar que esa desigualdad “es así, está en la naturaleza humana, qué pena”. Mientras otra sostiene que en la historia nunca ha existido la fatalidad como explicación de nada, mucho menos para justificar la desigualdad; y que ésta tiene un origen, visible y medible; y que tanto la desigualdad como su origen pueden ser corregibles. Actuar, los unos, para que la desigualdad perdure o camine como tortuga artrítica, es hacer política. Actuar, los otros, para que desaparezca y lo más pronto mejor, es hacer política; y señalar su origen es, eminentemente, hacer política. Y bien, hacer política ¿con qué medios? Con los que el Estado prescribe, este Estado.

2. Hechos difícil de ocultar vienen indicando que desde la instalación de esta Sala, son aquellos que se resisten a que la desigualdad desaparezca quienes echan mano de los procedimientos formales definidos por ella para presentarle recursos de inconstitucionalidad. Algunos, además, antes de hacerle entrega de una solicitud, salen en grupo a la calle a autoproclamarse “sociedad civil”, “aliados”. Ignoramos si esta Sala se deja impresionar por esas etiquetas o si, peor, las tiene en cuenta de manera primordial. Sin embargo llaman la atención las palabras de uno de sus magistrados ante el micrófono de un periodista, diciendo que no vamos a permitir prácticas propias de regímenes autoritarios. Ah!, pero entonces, piensa uno, esa manera tan rudimentaria para referirse, en cinco segundos, a fenómenos tan complejos – históricos, económicos, financieros, políticos, geopolíticos, diplomáticos, intelectuales, culturales, jurídicos, religiosos, sexuales, ecológicos, éticos, étnicos,… – los cuales en efecto son fuente de múltiples contradicciones en el proceso de cambios estructurales a favor del pueblo en algún país de nuestra América, es poco habitual en boca de un supremo magistrado; tan rudimentaria que se le podría haber preguntado si sabía de qué hablaba. Lástima que el periodista no le preguntara qué quería insinuar, y mejor aún: que ilustrara su insinuación con un par de ejemplos.

3. San Salvador no es Heidelberg, París… ¿Un coloquio aquí? El coloquio es encuentro de tesis, en estado sazón o acabadas, las propias y las lejanas; es intercambio descriptivo de casos, para meticulosa contrastación de doctrina; es espacio para erudición hermenéutica entre lo viejo eclesial pero seguro, y lo nuevo laico sorteándose al filo de azarosas presiones del Establishment. A un coloquio nadie llega portentoso a exponer la verdad, sí cuidadoso a sopesar verdades. ¿Difícil de organizar? Habría que atreverse, esta democracia (no en tanto que comodín mediático, sí en tanto que principio de convivencia moldeándose en el ardiente caldero de nuestra realidad) lo merece. La democracia: que nunca, ni siquiera a partir de Montesquieu, ha caminado pura. Son los de la parte conforme con “su” Sala que la pretenden inmaculada. Son los de la otra parte que la reivindican inseparable de la justicia social, ahí donde se completa.

4.   Atreverse, a revisar por ejemplo si una demanda debe ser admitida sólo desde su presentación formal. A examinar la relación entre el acto de juzgar y el arte de gobernar. Y por consiguiente revisar, para darle sostén más sólido a los pilares sobre los que ha venido practicándose, después de sesenta años de dictadura, el principio republicano de la separación de poderes. Y bajo esa luz nueva hacer escrutar la aplicación – desde 1992 hasta hoy – del deber de fidelidad a la República. ¿A quién le es fiel esta Sala, o más precisamente “los 4” de esta Sala? Y a partir de ahí atreverse a repensar si no ha llegado ya el momento de un ejercicio crítico (una tesis) sobre la extensión que debe o debería cubrir la noción interés colectivo. Es la persona humana el origen y el fin del Estado, reza la Constitución. Interrogarse por consiguiente (y responderse) si puede caber incompatibilidad de hecho entre interés colectivo y person<a humana. Demos un ejemplo: el fallo sobre el FONAT, ¿a quién(es) protegió? Y al proteger, ¿desprotegió  más que protegió?

Y entonces sí, dejar a otros las frasesitas entre dos puertas del tipo Es que nosotros estorbamos, irrelevantes en su forma pero cuán reveladoras de claro posicionamiento político partidario.

P. S.

1) Un presidente de la República es por excelencia un político. Y si no, ¿qué es?

2) Torcer las palabras del Presidente, como hacen los de FUSADES cuando dicen que él ataca a la Sala, no es ni siquiera irreverencioso. Es pendejismo.

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