Por Natalia Ramos/Damian Wrocalvsky
Brasilia/AFP
¿Tiene moral el Senado para someter a juicio a Dilma Rousseff? La pregunta que lanzó una senadora provocó gritos y agravios en el segundo día de un juicio histórico de destitución contra la presidenta brasileña.
«Tienen que respetar nuestra posicion», profirió el jefe del Senado, Renan Calheiros, en medio de un clima de alta tensión que provocó dos suspensiones de las sesiones, en las que la defensa debe presentar sus argumentos en favor de la mandataria de 68 años.
El senado se convirtió en «¡un manicomio!», se quejó este emblemático legislador del Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB).
Sus dardos iban dirigidos a la senadora Gleisi Hoffman, del Partido de los Trabajadores (PT) y una de las más entusiastas defensoras de Dilma, suspendida en mayo.
«Este proceso es una farsa», dijo Hoffman el viernes. Un día antes, fue más letal: «¿Qué moral tiene el Senado para someter a juicio a Dilma?», preguntó.
Los debates en el Senado no son más que un reflejo de la profunda polarización en Brasil, marcada por un gigantesco escándalo de corrupción que salpica a todas las filas, tanto de izquierda como de derecha.
Todo en un contexto amargo: Brasil atraviesa la peor recesión en décadas y está golpeada además por una inflación de más del 10%, desempleo que afecta a 11 millones de personas y un déficit de 45.000 millones de dólares.
De los 81 senadores que deciden el futuro político de la exguerrillera, más de la mitad tiene causas pendientes o están investigados por corrupción, incluido Calheiros, que tiene varias causas en los tribunales, y Hoffman.
Final cantado
El presidente de la corte suprema, Ricardo Lewandowski, pidió a los senadores que dejen de lado sus posiciones ideológicas y partidarias. Pero no pasa mucho tiempo sin que tenga que poner orden en los debates.
Los sondeos y analistas coinciden en que la tendencia es prácticamente irreversible en favor de la destitución de la mandataria, suspendida en mayo.
Rousseff, la primera presidenta de Brasil, elegida en 2010, está acusada de manipular datos para ocultar la verdadera situación de las cuentas públicas de su gobierno, y emitir por decreto líneas de crédito sin el aval del Congreso.
La mandataria insiste en que es «inocente» y denuncia ser víctima de un «golpe de estado» orquestado por Temer.
«A medida que el proceso avanza queda cada vez más claro que la presidenta cometió crímenes», indicó Cassio Cunha Lima, del socialdemócrata PSDB.
Para que la presidenta sea despojada de su mandato, se requiere una mayoría especial de 54 votos (dos tercios).
Si Rousseff es destituida, se pondrá fin a más de 13 años de gobiernos del PT, golpeado por las revelaciones de masivos escándalos de corrupción, incluido el mega fraude a Petrobras.
Y Michel Temer (PMDB), vicepresidente de Dilma por cinco años y ahora su enemigo visceral, completará el mandato hasta 2018.
El Senado prevé escuchar este viernes á a los seis testigos de Rousseff, entre ellos el exministro de Economía Nelson Barbosa. Y tal como van las cosas, los debates continuarán hasta el sábado.
El lunes, día de Dilma
Rousseff tomará la posta de la defensa el lunes, posiblemente acompañada de su antecesor y mentor político, Luiz Inacio Lula da Silva.
Deberá hablar entre 30 y 60 minutos, según analistas, con un discurso dirigido a la nación y no a los senadores, que ya tienen una opinión formada.
Después vendrán las deliberaciones, que deben prolongarse hasta el martes, para iniciar la votación.
En caso de ser sentenciada, Rousseff, esta mujer aguerrida que militó en una guerrilla marxista durante la dictadura (1964-1985), quedará inhabilitada para ocupar cargos públicos por ocho años.
Aislada desde su suspensión en una especie de destierro en el Palacio de Alvorada, la residencia presidencial, Dilma ha pedido «mantener viva la esperanza».
Desde que asumió el gobierno, con el aval de los mercados, Temer ha dicho que encaminar la economía es una prioridad y que no le temblará el pulso para tomar medidas, impopulares, entre ellas un ajuste fiscal.
Un tarea ardua, si se cuenta con apenas una popularidad de apenas 13% y sin la legitimidad que dan las urnas.
Según medios de prensa, Temer apuesta a que el juicio termine antes de su viaje a China el miércoles para participar de la reunión del G20, a la que quiere llegar sin el título de interino.