26 años de ofrendar su vida y sangre al lado del pueblo salvadoreño se cumplirán el próximo lunes 30 de octubre, cuando en 1991, siguiendo el pensamiento y acción de nuestro Libertador, del Che y de su propio padre, Julio César Guzmán, fue ejecutado por el Ejército gubernamental de ese país durante el conflicto armado que vivió El Salvador en el municipio de Santa Clara, departamento de San Vicente.
A los pocos días, el 15 noviembre, los comandantes y altos dirigentes del FMLN: Roberto Roca, Miguel Mendoza, Venancio Salvatierra, Rogelio Martínez, Elizabeth Sol, Nidia Díaz, Elsio Amaya, escribieron sobre él:
“… para nosotros, haber conocido y convivido, de diferente manera, con César hijo, diferentes momentos de lucha, ha sido como redescubrir a César padre; por tanto, César hijo logró, por un tiempo que todos hubiésemos deseado que no fuera finito, revivir a César padre. Así se lo recordaban sus compañeros combatientes en el frente de batalla. Ambos, padre e hijo, constituyen una unidad, una continuidad, una ininterrupción, una contribución persistente de los hermanos venezolanos, herederos de Bolívar con la pasta del Che, a la lucha de nuestro pueblo por su liberación.
La vida, para los revolucionarios, no es “color de rosa”, aunque sea una vida vivida intensamente en entrega permanente y desinteresada a los demás; no es “color de rosa”; es de color rojo, de libertad, sacrificio, riesgo constante y muerte si fuera necesario. Así fue la vida de “Alejandro” César hijo. Fue una vida de color rojo, aunque en muchas oportunidades nos pareció, gracias a su gran alegría juvenil, que él la asumía como si fuera una vida “color de rosa”.
Nos dio y nos ha legado una gran lección: la vida, por muy roja y revolucionaria que sea hay que vivirla como si fuera una vida “color de rosa” pues es la única forma de preservar la alegría de vivir, la plenitud de vivir, lo más preciado que podemos poseer los hombres. “Alejandro” nos enseñó que el hombre verdadero necesita vivir alegremente su vida, pero debe estar dispuesto a ofrendarla por una causa noble, que lo trasciende, que es de todos, que es para hacer patria latinoamericana. Nos demostró con su ejemplo, su sacrificio, que por eso valía la pena vivir y vale la pena morir.
Nuestra deuda con el “chavalo”, con el “cipote” no tiene precio… La luna llora a “Alejandro” César hijo; el sol del nuevo amanecer de nuestra pequeña patria El Salvador se nutre de su ejemplo para brillar con más intensidad…” Los fragmentos de esta carta enviada a la madre de Julio César hijo, Lidice Navas de Guzmán, expresan suficientemente de qué manera abrazó el joven venezolano de 20 años al momento de su muerte el internacionalismo, como otros hombres y mujeres venezolanos, el llamado de la lucha de otros pueblos por la justicia y contra el imperialismo, una lucha que no tiene Fronteras.
A 26 años de su partida física, su patria natal y “el Pulgarcito de América”, los pueblos de la Patria Grande, desafían victoriosamente al imperio más criminal en la historia de la humanidad. Julio César hijo va con nosotros y nosotras en esas victorias.
Caracas, 25 de octubre de 2017