Por Paulina Abramovich
Santiago/AFP
Más de cuatro décadas después, la justicia chilena estableció que Miguel Enríquez, fundador del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), murió abatido por agentes del régimen de Augusto Pinochet y no en un enfrentamiento como se aseguró anteriormente.
Hasta ahora, Enríquez no estaba contabilizado oficialmente como víctima del cruento régimen de Pinochet, sino que su muerte se circunscribía a la violencia política que se vivía en esa época.
Pero el juez Mario Carroza resolvió procesar a cinco exagentes de la dictadura como autores del crimen de Enríquez, estableciendo que murió abatido el 5 de octubre de 1974 y no en un enfrentamiento como señaló la versión oficial.
«Las diligencias y la información acumulada durante el desarrollo de esta investigación han permitido sostener que el aludido enfrentamiento no existió», dice la resolución de Carroza, informada este jueves por el Poder Judicial.
De acuerdo a la investigación judicial, los agentes de la dictadura sin advertencia comenzaron a disparar a la casa donde se encontraba Enríquez, quien ante la imposibilidad de hacerle frente a sus atacantes «intenta escapar por las techumbres de las casas colindantes».
«Reparación histórica en el camino hacia la verdad y justicia para Miguel Enríquez, pasaron 42 años para levantar cargos contra su asesino», celebró su hijo Marco Enríquez, cineasta y exdiputado, dos veces candidato presidencial en Chile.
Los agentes encausados, todos miembros de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA), la temida policía política que operó los primeros años de la dictadura de Pinochet (1973-1990), son César Manríquez Bravo, Miguel Krassnoff Martchenko, Teresa Osorio Navarro, Ricardo Lawrence Mires y Rodolfo Valentino Concha Rodríguez.
La investigación judicial se abrió recién en 2013, en el marco de la apertura de casos sobre crímenes no investigados en casi cuarenta años.
Símbolo de la lucha armada
Enríquez, de 30 años, fue el fundador y secretario general del Movimiento de Izquierda Revolucionaria de Chile, creado en 1965 por estudiantes y obreros chilenos para emprender una revolución socialista.
De familia acomodada, médico de profesión y con un fuerte compromiso social, su muerte era hasta ahora un capítulo cerrado en la historia oficial chilena: el guerrillero murió en un enfrentamiento tras negarse a ser detenido.
En el parte oficial de la época, se afirma que Enríquez presentó «una fuerte resistencia» al momento de ocurrir el enfrentamiento, cuando se hallaba refugiado junto a su pareja, Carmen Castillo, en una modesta vivienda de la calle Santa Fe, en el sur de Santiago.
Castillo tenía ocho meses de embarazo y resultó gravemente herida. Producto de la balacera perdió al bebé que gestaba.
El informe Rettig, elaborado un año después del retorno de la democracia (1991) para contabilizar las víctimas de la dictadura, presentó también su muerte como un «enfrentamiento» y se abstuvo de calificarlo de «víctima».
«Miguel Enríquez cayó en el enfrentamiento recibiendo, según el protocolo de autopsia, diez impactos de bala, los que le causaron la muerte», señala el informe.
«No puede en rigor calificarse la muerte de Miguel Enríquez de violación de derechos humanos. Se estima en cambio, que pereció víctima de la situación de violencia política, ya que murió resistiendo ser detenido por un organismo del que cabía esperar fundadamente, de ser detenido, la tortura y la muerte», concluye.
El MIR chileno llegó a tener unos 1.000 militantes y a organizar la ocupación de varios latifundios tras levantar la opción de la lucha armada para alcanzar el poder, en una época en la que en América Latina esta opción ganaba terreno. Durante la dictadura de Pinochet, que se saldó con más de 3.200 víctimas, fue prácticamente aniquilado.