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Justicia, damas y caballeros

JUSTICIA, DAMAS Y CABALLEROS

Por Mauricio Vallejo Márquez

Escritor y Editor del Suplemento 3000

La palabra justicia es intimidante. Al estudiarla se vuelve más imponente y respetable. Sus distintas definiciones nos llevan a verla como: “principio moral que inclina a obrar y juzgar respetando la verdad y dando a cada uno lo que le corresponde”.

El gran detalle es que la moral depende del individuo y la construcción que éste junto a su sociedad edifica. Cada persona construye su ética como me mostró mi maestro Rubén Funez en clases de Ética. Por ejemplo, en nuestro país se dice que la mentira es mala. Sin embargo, las personas acostumbran a mentir para evitar tener problemas con su familia, su pareja, su jefe o sus empleados. La mentira es normal y acostumbrada a emplearse como algo que la costumbre ha dejado pasar porque depende de cada individuo. Hasta la fecha no conozco gente que haya terminado en prisión por esconder un adulterio con una mentira. Claro, porque es parte de las licencias de la gente. Y así los ladrones de barriada y de cuellos blancos elegantes, dependen de sus valores.

Así hemos caminado por sendas de injusticia porque a la hora de juzgar una violación a la ley no se tiene certeza de la verdad, no se cree en el principio de la buena fe: todos somos sospechosos, algo así como describe a los salvadores nuestro recordado Roque Dalton al decir: “los siempre sospechosos de todo”. Porque la verdad es esquiva, no se llega a conocer en muchos casos. Y diversos delitos se hacen desconocidos gracias a la falta de investigación e incluso por ser maquillada o escondida. Por lo que la Justicia se vuelve esquiva, tardada e incluso inexistente. Por ejemplo, el esclarecimiento de miles de desapariciones forzadas durante el conflicto armado y ahora producto de las bandas delincuenciales que se identifican con cifras y consonantes están y estarán impunes hasta que alguien arroje la bola de nieve que cambie esta realidad.

El respeto a la verdad también se ve lejano. Incluso políticos y personas en cargos de elección popular son capaces de negar algo solo por conveniencia y pretender que la historia y los testigos no existen, mucho menos las víctimas porque les conviene negar la historia y reescribirla. Claro, como la historia la escriben los vencedores, dicen. En tanto una historia como la nuestra no fue escrita por nosotros, fue protagonizada por nosotros; el mundo se encargó de traducirla en papel y por ello Francia y México declararon en su momento al FMLN como grupo beligerante, para que el mundo se diera cuenta que sí había una guerra en el Pulgarcito de América, y después la ONU contribuyó para que se firmaran los Acuerdos de Paz en 1996 para dar ejemplo a todos los continentes que este enano país tenía la capacidad de sentar a dos enemigos en una mesa para resolver sus conflictos con los bemoles que fueran, pero con la intención de dejar de derramar sangre entre hermanos. El respeto a la verdad comienza con comprender y entender lo que pasó, a distancia de compartir o no los hechos, ideologías o sujetos inmersos. Se requiere madurez y probidad. Pero sobre todo se requiere amor a la Patria y a su Pueblo.

Quizá el detalle más complejo de todo este concepto de Justicia es el dar a cada uno lo que le corresponde. Por la sencilla pregunta: ¿A quién y qué? Darle a cada uno lo que merece puede resultar subjetivo porque hasta la fecha la corrupción existe y ha existido desde el fraude propiciado a José Cecilio del Valle cuando se eligió a Manuel José Arce como primer presidente de la incipiente República de Centroamérica. Y así se ha acostumbrado por muchos años en nuestra nación donde prima el compadrazgo, como definió a nuestra sociedad el doctor Segundo Montes S. J. El nepotismo es la costumbre, los candidatos electos no revisan el currículo de nadie para asignarlos en los diversos ministerios o secretarías. Todo depende de la confianza, la cercanía, la amistad y el parentesco. Un vicio trágico que nos condena a la decadencia como sociedad y a que elementos con mérito y competencia estén pasando papeles cuando podrían aportar más.

Si bien es cierto que en nuestra historia han existido tantos actos de injusticia, eso no es excusa para continuar reproduciéndola. Tampoco para ocultarla y hacernos los desentendidos diciendo: “más robaron los otros”, quien roba sea quien sea ha realizado un acto incorrecto. Mucho menos se va a solucionar al echarle la culpa al sector que nos desagrada o con quien estamos resentidos, porque al hacerlo solo encaminamos a nuestro país a que el gatopardismo se tome el poder mintiendo de que son diferentes, pero siendo lo mismo que acusan, pero con otra bandera. Es tiempo de decirle a esos que nos mienten que no nos engañan. Es tiempo de darle valor y verdadero respeto a la palabra Justicia. Es el momento de trabajar por esa justicia, damas y caballeros.

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