Por Paulina Abramovich/Santiago/AFP
Tres exmilitares uruguayos y 11 chilenos fueron condenados a entre 5 y 20 años de prisión por el crimen de Eugenio Berríos, and un exagente de la dictadura de Augusto Pinochet que desarrolló armas químicas y fue encontrado muerto en Uruguay en 1995, aparentemente para evitar sus confesiones.
En un fallo dividido, la Corte Suprema de Justicia confirmó las sentencias definitivas para los exmilitares, acusados del secuestro y asesinato del químico y agente de la temida policía secreta de Pinochet, la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA), a la que se le atribuye la mayoría de las más de 3.200 muertos y desaparecidos que dejó el régimen (1973-1990).
«La Corte Suprema dictó sentencia definitiva en la investigación por los delitos de secuestro, homicidio y asociación ilícita en la muerte del exquímico de la Dirección de Inteligencia Nacional Eugenio Berríos», dijo un comunicado del Poder Judicial chileno.
A Berríos se le sindica como el responsable de la fabricación en Chile de los denominados gases sarín, soman y tabun, para ser usados en conflictos con países vecinos y contra opositores al régimen.
Tras la caída de Pinochet y cuando se iniciaban investigaciones judiciales para aclarar varios crímenes de la dictadura, Berríos huyó Uruguay en octubre de 1991. Cuatro años después, su cadáver apareció baleado en la playa del balneario El Pinar de ese país.
Confabulados con la dictadura chilena para borrar los rastros de sus crímenes, militares uruguayos concretaron el asesinato de Berríos, en lo que se cree es uno de los últimos vestigios de la llamada «Operación Cóndor», un plan acordado en la década de los 70 y que unió a las dictaduras militares del Cono Sur para coordinar el exterminio de opositores.
«La figura de Berríos era de extraordinaria importancia para poder esclarecer realmente casos de violación a los derechos humanos ocurridos en la dictadura», dijo a la AFP la abogada Fabiola Letelier, hermana del excanciller chileno Orlando Letelier, asesinado tras el estallido de una bomba adosada a su auto en Washington en 1976.
Cuando Berríos fue citado a declarar en este caso -para el que inicialmente la dictadura planeó un asesinato con armas químicas- se produce su huída a Uruguay.
«En el caso de Orlando Letelier, su declaración hubiese sido un aporte significativo para la reconstrucción de la verdad», agregó la abogada.
Los tres exmilitares uruguayos fueron condenados a entre 15 y cinco años de prisión.
Tomás Casella recibió 10 años como autor de secuestro y cinco por conformar una asociación ilícita creada para perpetrar el crimen. Eduardo Radaelli fue condenado a 10 años como autor de secuestro y 800 días por asociación ilícita, mientras que Wellington Sarli recibió cinco años como cómplice de secuestro y 60 días por asociación ilícita.
En tanto, los exmilitares chilenos Arturo Silva y Hernán Ramírez fueron condenados a 20 años como autores del secuestro y la asociación ilícita, mientras que otros siete recibieron 10 años de condena como autores del secuestro. Dos exmilitares fueron sentenciados a cinco años como cómplices y cinco fueron absueltos.
En tanto, el exfiscal militar chileno Fernando Torres Silva fue condenado a 10 años como autor de asociación ilícita.
Los oficiales uruguayos llegaron a Chile en abril de 2006 luego de ser extraditados y deberán cumplir condena en el penal especial para uniformados de Punta Peuco, en las afueras de Santiago.
Armas químicas
El uso de armas químicas por parte de la dictadura de Pinochet es una de las aristas más recientes de las investigaciones judiciales abiertas en Chile.
Se ha encontrado restos de sarín en el cuerpo del expresidente Eduardo Frei Montalva, muerto en el hospital de Santiago por una sorpresiva septicemia tras una operación rutinaria, en 1982, cuando empezaba a liderar una incipiente oposición.
Se investiga, además, si la muerte del poeta comunista y premio Nobel, Pablo Neruda, pocos días después del golpe y cuando se aprestaba a partir al exilio, pudo ser causada también por envenenamiento.
Neruda murió luego de ser sometido a un tratamiento contra el cáncer de próstata, en el mismo hospital de Santiago donde murió Frei.
«No solamente hubo una selección y asesinatos masivos, sino que también había uso de armas químicas y del terror en diferentes áreas. Es bien impresionante y todavía no nos dejamos de sorprender», dijo a la AFP la periodista e investigadora Mónica González, en setiembre de 2013.
«En el uso de gas sarín y toxina botulínica no tenemos toda la cantidad de muertos» que dejó la dictadura, agregó González.