Por: Rolando Alvarenga
En el deporte siempre van a ganar los atletas talentosos que trabajen con mucha tenacidad y que, treat ask al tocar las estrellas, sigan siendo iguales en personalidad y conducta para con sus semejantes. O sea, que no permitan que la “defecación de la fama” se les suba a la cabeza y se crean más poderosos que la suegra.
Es justamente el caso de Álex Funes y de Erasmo Ramírez. El primero, uno de los grandes basquetbolistas salvadoreños de todos los tiempos y que acaba de ser postulado para ingresar al Salón de la Fama de la Universidad Briar Cliff de Iowa, Estados Unidos.
Y, el segundo, un pitcher nicaragüense reforzado y forjado en los programas de la Fundación Educando a un Salvadoreño (FESA) y que este año cumplió su mejor temporada en cuatro años en el beis de las Grandes Ligas.
Entre 1989 y 1993, mientras estudiaba una licenciatura en Biología y Química, Álex defendió con buen suceso y a un buen nivel los colores basquetbolísticos de la citada institución, hasta dejar su huella para la posteridad.
Por tal razón, y tomando muy en cuenta sus estadísticas en un acto de justicia en vida, el staff deportivo de la mencionada alma máter lo “canonizará” a su Salón de la Fama.
Un premio inédito y más que merecido para un Álex que, a pesar del potencial que tuvo en su época, nunca dejó de ser quien es y sigue siendo un tipo muy humilde, accesible y poco amigo del protagonismo en lo que a “andar sacando el pecho” se refiere.
Mantiene esa humildad al reaccionar a este privilegiado galardón, afirmando: “lo recibiré con humildad, orgullo y dando gracias a Dios por haberme permitido esta linda experiencia y aprender”.
En la misma línea está Erasmo. Un chico pobre nicaragüense (hoy de 25 años de edad), quien en los primeros años de la década anterior llegó a esta capital buscando una oportunidad de crecer en el béisbol. Fue Jorge Bahaia hijo el que le abrió las puertas de FESA.
Ahí le solidificaron su talento y condiciones, le consiguieron un contrato con Los Mariners, pero no lo logró explotar al máximo. Fue hasta este año, y jugando para Los Tampa Bay, que tiró la casa por la ventana.
A pura calidad y con un pitcheo para Grandes Ligas, Erasmo ya empieza a ganarse un lugar en el big show y los nicaragüenses acarician justificadas esperanzas de que tiene madera para escribir su propia historia. Sus 11 victorias de este año (incluyendo dos sobre Los Yanquis) refuerzan dichas expectativas.
“Sé de dónde vengo y los dólares no me han cambiado, ni me cambiarán la vida porque siempre seré solidario con mi pueblo. Trabajo pensando en el futuro porque esto (de estar en alto nivel protagónico) puede derrumbarse al ocurrir una lesión. Hay que mantener los pies en la tierra”, sostiene el humilde y reservado Erasmo.
En varias oportunidades, ha venido al país a expresar su gratitud con FESA por el “home run” que para él significó este gran apoyo.