Roma/Italia/AFP
Más que un duelo entre la Juventus de Cristiano Ronaldo y el AC Milan de Gonzalo Higuaín, la Supercopa de Italia, que se disputa hoy en Arabia Saudí), se ha convertido en un partido criticado por las restricciones impuestas a las mujeres, por las tensiones políticas y por las acusaciones de piratería.
El 2 de enero, la Liga italiana de fútbol -organizadora del evento- anunciaba con orgullo que la venta de entradas para el partido iba bien.
Pero el entusiasmo fue pronto oscurecido con la revelación de que solo una parte de las plazas serían accesibles para las mujeres, las de la categoría “familias”, las otras estaban reservadas para los hombres.
“Que la Supercopa de Italia se juegue en un país islámico donde las mujeres no pueden ir al estadio si no están acompañadas por hombres es triste: este partido no lo miraré”, afirmó Matteo Salvini (extrema derecha), ministro del Interior y hombre fuerte del gobierno.
Cuando otras figuras de la política italiana, de izquierda como de derecha, lamentaban la elección de Yedá, el presidente de la Liga, Gaetano Micciche, estimaba que la presencia de mujeres en el “King Abdullah City Stadium” sería una “novedad histórica”.
“Se recordará en la historia nuestra Supercopa como la primera competición internacional en la que las saudíes habrán podido asistir a un estadio”, afirmó.
Las mujeres han podido acudir a algunos partidos organizados en Arabia Saudí desde una decisión tomada en enero de 2018, pero siempre en sectores bien precisos del estadio.
Pero las polémicas que rodean esta Supercopa no comenzaron en enero. La muerte a principios de octubre del periodista Jamal Khashoggi, en el consulado saudí de Estambul, había ya levantado numerosas preguntas sobre la oportunidad de ir a mostrar a Yedá lo mejor del fútbol italiano.
Un sindicato de periodistas de la RAI, difusor de la competencia que ya fue disputada diez veces fuera de Italia (China, Estados Unidos, Catar y Libia), había ya pedido el cambio de sede.
Amnistía Internacional había también pedido a la Juventus y al AC Milan boicotear esta Supercopa, tras el asesinato de Khashoggi y por la situación de los Derechos Humanos en el reino.
A estas demandas se han añadido recientemente las denuncias de los difusores BeIn Sport y Eleven Sport, que acusan a la cadena saudí beoutQ de piratería, y pidieron a la Liga echarse atrás en su elección de sede.
Frente a estas críticas múltiples, la Liga encontró como defensor al presidente del Comité Olímpico Italiano, Giovanni Malago, que denunció “el triunfo de la hipocresía”.
“La Liga es una entidad privada que ha lanzado una petición de ofertas y la mejor fue la de Arabia Saudí”, declaró Malago.
Los clubes y los jugadores, por su parte, afirman querer alejarse de cuestiones políticas. “Nos han dicho de jugar allí y vamos. Un contrato ha sido firmado. Y se han dado algunos pasos hacia adelante, con las mujeres que pueden ir al estadio. Hay que ver el lado positivo”, lanzó Massimiliano Allegri, entrenador de la Juventus.
Habrá algunas mujeres, sin duda, entre las 60.000 personas que acudirán a ver a Cristiano Ronaldo ganar su primer trofeo con la Juventus o al Milan sorprender al equipo turinés, como en 2016, en Catar.