Licda. C. Marchelly Funes
Metodóloga y Comunicadora
Agosto, mes internacional de la juventud, en este marco se plantean desafíos y proyecciones que tienen tanto las organizaciones que trabajan con este segmento poblacional como las entidades del gobierno que buscan garantizar espacios de participación para la ciudadanía joven.
En este contexto, vale la pena reflexionar sobre la participación de los jóvenes en la política partidaria, la necesidad que tiene la clase política de reivindicarse con la sociedad salvadoreña y el papel fundamental de los jóvenes para este importante proceso.
Hay datos, que cómo brújula están señalando el camino que hay que seguir, por ejemplo, la última encuesta publicada por el Instituto Universitario de Opinión Pública (IUDOP) de la UCA exploró e identificó: 1. El bajo nivel de confianza que tiene la población hacia instituciones como la Asamblea Legislativa y partidos políticos. 2. La necesidad de contar con más opciones partidarias que la de los institutos tradicionales. Y 3. La tercera parte de la población encuestada no muestra ningún interés en votar por los partidos mayoritarios. Este sentir podría deberse a las siguientes razones: Falta de transparencia en los procesos de elección de candidatos, desgaste de los actuales representantes políticos, y por consiguiente la falta de renovación en sus planillas, —esto como efecto colateral de las listas cerradas y bloqueadas por las cúpulas de los partidos, quienes en su mayoría eligen a sus candidatos de dedo, por tiempo de militancia, o por cercanía a las estructuras partidarias— relegando elementos de suma importancia como los nuevos liderazgos, la formación académica, las capacidades y aptitudes de la juventud.
Según datos de la Encuesta de Hogares y Propósitos Múltiples, (EHPM) 2016, el 54% de la población es menor a 30 años, aunque la población joven es mayoría esta no alcanza a tener voz y voto en las estructuras de poder partidario, mucho menos en las candidaturas de elección popular. Es decir, el caudal político de la juventud continúa siendo minoría en la Asamblea Legislativa, Concejos Municipales, Gobiernos Locales e Institutos Políticos. Si queremos fortalecer la democracia es necesario que haya un verdadero relevo generacional, no solo en las postulaciones, sino en las formas de gobernar y hacer política.
Para romper con esta perjudicial regla, es necesario abrir paso al potencial de la juventud, apostarle a nuevos liderazgos, crear nuevas formas de gobernabilidad, cambiar ese endémico rol que se les ha impuesto a los jóvenes como meros instrumentos de activismo político o como cuotas urgentes de adecuación a los cambios de modernización y actualización interna.
El relevo político no debe seguir viéndose como una fractura entre generaciones, sino más bien como un elemento de cooperación entre estas. La inclusión de la juventud implica fortalecer la democracia, sus partidos y sus instituciones; implica una trasformación en la administración pública y el fortalecimiento de pensamiento crítico y la participación ciudadana.