Juan José Figueroa
Embajador de El Salvador en Nicaragua
Muchos de los que ahora hacemos política desde la militancia partidaria y/o en diferentes cargos de gobierno, sildenafil fuimos sujetos activos en nuestra juventud; entonces debimos asumir con determinación un rol en la historia, cialis para poder cambiar el mundo que vivíamos, check no podía ser de otra forma. Como en toda sociedad, nuestra juventud estuvo vinculada a otras generaciones que no solo nos superaban en años, también en experiencia y en diversidad de formas de ver la vida, pero para poder tener la libertad que precisábamos para nuestras vidas frente a la dictadura militar de esos momentos, tuvimos que ser actores decisivos.
La historia de la lucha por los cambios en nuestro país ha estado marcada por una participación decidida de la juventud, las organizaciones sociales, los grupos guerrilleros de los años setentas del siglo pasado, la lucha en las montañas, las demandas sociales, la lucha político-diplomática, fueron llevadas a cabo por jóvenes.
Los tiempos cambian, las condiciones de vida se vuelven hoy día más complejas, la invasión de las tecnologías en las telecomunicaciones nos aleja y nos acerca, según sea la perspectiva individual. Necesitamos cambiar de actitud frente a las necesidades de la juventud, precisamos ser más claros en lo que proponemos y sobre todo cómo queremos hacerlo. La juventud no solo precisa de educación, trabajo, deporte, eso es demasiado claro para cualquiera que esté implicado en el hacer de las políticas públicas; la juventud precisa un rol con una voz que implique posibilidad real de ser parte en las decisiones que afectan su vida, para que al hacer no solo se pueda contabilizar los resultados positivos, también las responsabilidades de sus actores.
Los diferentes escenarios de la Integración Centroamericana pueden ser un punto de enfoque para el accionar de las políticas públicas orientadas a favorecer la vida de la juventud. Articular propuestas regionales puede implicar el inducir a nuestra juventud a repensar el mundo que habitamos, a dejar de vernos como una aldea aislada para situarnos en un marco abierto de relaciones con otros pueblos y otras culturas regionales.
Las experiencias vividas por otros países deben servirnos para fortalecer nuestra visión frente al derrotero de lograr que este mundo sea menos agresivo con la juventud. Si comprendemos que no estamos solos, que no somos los únicos que tenemos problemas, que también hay otros que intentan hacer lo mismo que nosotros en otros países cercanos, bien podríamos tener mejores resultados si dejamos de vernos solitarios cuando podemos y debemos estar acompañados, integrados.
Creo profundamente que el abrir espacios regionales para el ejercicio cultural de nuestra juventud puede tener consecuencias positivas en su proceso de formación. Hablo pues de escenarios en los que se construya a partir de la experiencia surgida de la vinculación con otras formas de hacer y de pensar, no veo otro camino más eficiente para formar el carácter de nuestra juventud y como consecuencia en la toma de decisiones bajo la premisa de sus intereses como sector, digo, no veo otra que la experiencia constante bajo la disyuntiva de la prueba y error.
La autonomía de la juventud es imprescindible para la mejoría no solo de sus condiciones de vida sino del resto de la sociedad, pero esa autonomía no debería verse solamente como un premio o como un derecho, para que tenga un impacto debe asumirse como un rol permanente con responsabilidad directa de la juventud misma. No puede ser de otra forma, como lo he dicho en mis primeras líneas: los que hoy hacemos política también fuimos jóvenes y asumimos con responsabilidad nuestra ruta en la historia, lo que significa que los y las jóvenes pueden en cualquier época cumplir un rol activo con responsabilidad de sus actos.
Vuelvo a la intención de este artículo: precisamos espacios para la vinculación y el ejercicio que conlleve a la acumulación de experiencia. Esto implica una relación estrecha con las generaciones que ya hemos pasado buscando cambiar la realidad en otras épocas. Y esos escenarios están servidos en nuestro sistema centroamericano.
El deporte, la cultura, el arte, la música, la militancia partidaria, el estudio dedicado para comprender nuestras realidades, entre otros aspectos de nuestra vida, debe tener un sentido menos paternalista y pasar a una visión más bien con un rol de responsabilidad compartida; si es así, de lo que se trata es de generar los espacios donde se desencadenen las energías creadoras de la juventud. Debemos pasar de inmediato a explorar los distintos escenarios culturales y deportivos en nuestra región, aprender de lo que se vive en nuestros países vecinos, el paso inmediato debería ser construir una plataforma realista de hermanamientos de comunidades de jóvenes de distintas nacionalidades, luego avanzar en consolidar una idea regional que pueda apoyarse en las diversas instancias regionales donde nuestras estados sean parte. Esas instituciones deben ser catalizadoras de todos los esfuerzos posibles de cara a fortalecer el rol activo de la juventud.
Hemos tenido a mano cientos de experiencias de vida que hasta este momento no hemos aprovechado. Muchas de las demandas de la juventud han pasado ya por las experiencias vividas por otros jóvenes de otras épocas o de otros lugares, es hora de mirar más allá de nosotros mismos y dejar de compadecernos para comenzar a actuar, debemos abrir las mentes y dar espacios a las nuevas generaciones. La región centroamericana es joven, desde muchos puntos de vista, generosa a pesar de sus problemas, debemos concentrarnos en sacar lo mejor de ella desde los diferentes escenarios de la integración centroamericana, creo que ese es un espacio propicio para fortalecer nuestras ideas y acciones que permitan construir políticas públicas con el rol decidido y la responsabilidad compartida con nuestra juventud, solamente así saldremos adelante.