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La acacia y el idioma de los árboles

 

 

La acacia y el idioma de los árboles

Por Wilfredo Arriola

 

Los árboles como las personas guardan secretos íntimos. Las acacias guardan en sí, detalles que tienen una metáfora con la vida. Grandes poetas a lo largo de la historia se han valido para poder escenificar el árbol con sus emociones. No es para tanto, hay tanto entre las acacias y nosotros que pudiera parecer un poco extraño. Este árbol tiene un sistema de defensa para protegerse de posibles animales depredadores, estos liberan una sustancia química que se esparce por el aire y alerta a los demás ejemplares de la zona, para entender que algo puede suceder. Una camaradería entre iguales, y así, empiezan unos a unos a liberar toxinas para poder salvaguardarse. Como sucede entre nosotros a la hora de sabernos en peligro, el idioma de los árboles siempre tiene algo que enseñarnos.

Grandes poetas como Neruda y Antonio Gala, han recurrido a este singular árbol para referencias testimoniales en sus poemas. /Desde hace mucho tiempo la tierra te conoce: eres compacta/ como el pan o la madera, /eres cuerpo, racimo de segura sustancia, /tienes peso de acacia, / de legumbre dorada. /Sé que existes no sólo porque tus ojos vuelan y dan luz a las cosas como ventana abierta/ (Neruda, Cien sonetos de amor). El peso de las acacias, con una altura de aproximadamente 12 metros, se imponen entre el horizonte, dejándose ver, con su sombra segura y su inevitable murmullo. /En la acacia cantó la primavera, / mordió el amor la boca del deseo, / triunfó la sangre, bella y derrotada, / manchando la traición de los jardines. /Ya he aprendido que tiene el blanco abril /su flor, y agosto su abundancia. (Antonio Gala, La Acacia).

A su forma y estilo, cada uno describe desde la serenidad de la memoria, versos para recapitular en lo que consideran loable. La vida es eso, una memoria, una forma de resistencia ante el oponente, una camaradería que nos hermana. Un aviso de cautela ante la incertidumbre del peligro. Se dice que, a pesar de las circunstancias, crece en campos áridos y que conforme pasa el tiempo se adhiere al terreno, germinando con su esplendor. Un árbol también es un cobijo, una sombra, un secreto cuando no se tiene en quién confiar. Otro amigo, símbolo de fortaleza en su soledad.

No es extraño figurarse en el tiempo, una cita a solas, bajo a nuestro árbol, que bien pudiera ser una acacia, un mango, un almendro, alguno que tenga que ver con nuestra sentimentalidad del pasado y que, incluso todavía figure entre lo nuestro. Esa conversación a solas y su abrazo espiritual donde poder sentirnos por un momento parte de la naturaleza. Quizá, nosotros nos cuidamos ante nuestros posibles depredadores mentales, mandando otro tipo de señales, para resguardarnos. Volver a la soledad del bosque, a la orilla de nuestra casa, al fondo de nuestro patio, en el parque de la ciudad que nos vio crecer, sentarnos y en nuestro silencio tener nuestros propios versos. /Hay ocasiones que el viento y la sombra de un árbol, /saben comprender mejor que la complicidad de otra persona/. Pueden servir esos versos, si los consideran necesarios a la hora de huir un poco del mundo y sentarse adonde siempre nos esperan.

 

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Tags: Artículo
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