Iosu Perales
Fueron bastantes las voces que tras la muerte de Yasir Arafat pronosticaron una nueva época en el conflicto palestino-israelí y no dudaron en afirmar que la paz estaba más cerca. Este tipo de análisis partía del principio extendido por el sionismo y por Estados Unidos de que Arafat era “el problema”, sick el mayor obstáculo para la realización del objetivo de dos estados. En realidad era un truco perverso, order cínico, un pretexto que bien utilizado durante tiempo por Ariel Sharon sirvió para ocultar la verdadera agenda oculta del sionismo: una agenda que contempla la continuidad ininterrumpida de la ocupación de la mayor parte de Cisjordania y la totalidad de Jerusalén, y en la que difícilmente tiene cabida un estado palestino viable.
El gran pecado de Arafat se produjo en julio de 2000, cuando se negó a firmar en Camp David la renuncia para siempre al retorno de cerca de cuatro millones de refugiados y exilados palestinos dispersos por el mundo. La Cisjordania que Ehud Barak y Bill Clinton ofrecieron a Arafat en aquella ocasión era tan sólo el 42% del territorio que le pertenece al pueblo palestino por la partición de Naciones Unidas en 1946. Desde ese momento se cargó sobre el liderazgo del pueblo ocupado, la culpa de no aceptar los hechos consumados de una ocupación que se prolonga desde 1948 cuando Israel se anexionó unilateralmente el 22% del territorio concedido por Naciones Unidas a los palestinos; en 1967 Israel completó la ocupación.
Nada ha cambiado desde la muerte de Arafat y Sharon. Benjamin Netanyahu ha seguido la vieja táctica de identificar enemigos que justifiquen la parálisis de cualquier negociación. Primero fue Hamas, cuya calificación de terrorista daba a los sionistas una buena excusa para no negociar; ahora también es la Autoridad Nacional Palestina que preside todavía Mahmud Abbas y que ya ha sido desautorizado por el gobierno sionista con el pretexto de que ha negociado con Hamas acuerdos nacionales. En realidad este comportamiento obedece a la idea de ganar tiempo en tanto que se sigue castigando al pueblo palestino y a sus instituciones, a fin de que el gran plan de avanzar hacia el Gran Israel bíblico tenga poca oposición y se imponga metro a metro.
La conquista del Gran Israel se apoya en una estrategia sibilina: desnaturalizar el conflicto hasta lograr que la opinión pública internacional apenas hable de ocupación, y en su lugar se refiera a la disputa de la misma tierra, como si se tratara de contendientes con igual responsabilidad. Me parece sumamente peligroso que la propia Unión Europea haya caído en esta lógica llevada por un pragmatismo que siempre favorece al fuerte, a Israel. Así por ejemplo es frecuente que la UE y los gobiernos europeos “llamen a las partes a negociar” como si se tratara de un contencioso con igual división de responsabilidades, cuando en realidad se trata de una ocupación colonial. Es lo mismo que si la UE en lugar de combatir la ocupación alemana de Francia se limitara a exhortar una negociación entre ocupante y ocupado.
La estrategia israelí se ve reforzada por un aparato de propaganda que hace de Israel un bastión necesario en la guerra global de civilizaciones; siendo una víctima de la amenaza que sufre occidente y sus valores liberales. Frente a este peligro poca importancia parece tener el incumplimiento israelí de 37 resoluciones de Naciones Unidas.
En este escenario de arrogancia e impunidad sionista lo lógico es que de una manera cíclica surjan movimientos radicalizados desde la resistencia palestina. Cualquiera que vaya a Cisjordania o a Jerusalén, por no hablar de Gaza, lo primero que verá es el estado de sometimiento brutal de las poblaciones palestinas, enjauladas en pequeños territorios rodeados de soldados israelíes, y siendo vulnerables a las agresiones que los colonos les propinan desde sus colonias situadas siempre en las alturas orográficas. No me parece aceptable y condeno que se mate a población civil israelí. De la misma manera es inaceptable la quema de la tumba de José en Nablus por parte palestina, y la prohibición a tiro limpio hecha a los palestinos para que no accedan a la Explanada de las Mezquitas en Jerusalén. Si la confrontación deriva hacia símbolos religiosos el conflicto puede ser perpetuo. Pero es verdad que es la parte palestina la que con una diferencia abismal convive con la muerte. Los soldados israelíes, no están preparados para otra cosa que no sea disparar. Y lo hacen contra todo lo que se mueve, niños y mayores, hombres y mujeres.
De la política de represión israelí destaco tres medidas que actualmente se llevan a cabo: a) derriba las casas de palestinos identificados como atacantes y se prohíbe su reconstrucción a sus familias, b) los bienes de condenados por terrorismo son confiscados, c) el ministerio del interior israelí no entrega los cadáveres de palestinos abatidos a sus familias, con el pretexto de que no se les hagan homenajes. Son medidas diabólicas, de pura venganza, practicadas ahora por quienes se consideran a sí mismos como las grandes víctimas de la historia. Dejo al lector o lectora que valore y califique este tipo de represión.
Pero, astutamente, los sionistas que lidera Netanyahu aprovechan cada choque de balas contra piedras, para afirmar más y más su posición: tras cada salida de una crisis de violencia se construyen más colonias y se roban más tierras. El sionismo aspira a seguir completando su agenda oculta. Es la razón por la cual los dirigentes sionistas, de antes y ahora se reservan para Israel y de manera unilateral el manejo del asunto de las fronteras con un hipotético estado palestino. Ninguno de ellos firmará el fin de la expansión sionista. Podrán reconocer la provisionalidad de fronteras delimitadas por el Muro, pero nunca renunciarán a toda Judea y a toda Samaría. De ahí que la solución paz por territorios es concebida por Israel tan sólo como un paréntesis en su aspiración de construir el Gran Israel, un proyecto que tiene como base “constitucional” el Antiguo Testamento. Otra locura impropia del tiempo que vivimos.
Para que el sionismo cambie su agenda y se avenga a negociar con la parte palestina una solución de dos estados viables, Estados Unidos debería torcer el brazo de los dirigentes israelíes; por poder puede.
Obama ha hecho amagos durante su mandato pero aparte de generar odios del lado sionista no ha conseguido doblegar un milímetro al sionismo. En parte ello se explica por la fuerza económica y electoral de los lobbys judíos en Estados Unidos que practican una política de cerco sobre la Casa Blanca. Queda por saber si la Unión Europea tiene algún plan o seguirá una vez más los dictados de Estados Unidos cuya hoja de ruta, ahora mismo, es igual a verlas venir.