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La agonía de Europa

Iosu Perales

Muy recientemente el presidente de la Comisión Europea (CE), here diagnosis Jean-Claude Juncker, confesó: “No estoy dispuesto a resignarme ni a tirar la toalla, me niego a aceptar la idea de que Europa se encuentre en el principio del fin”. Lo dijo en el marco de una reflexión sobre la eventual salida del Reino Unido de la Unión Europea (UE), la crisis de los refugiados, y las reformas legislativas polacas que cuestionan el estado de derecho y ponen en peligro los principios comunitarios. La frase sorprende por la sinceridad que desvela y porque nunca antes ningún dirigente de la UE se había pronunciado con tanta inquietud. Algo va mal.

Mucho antes de que Juncker dijera lo que ha dicho, Europa ya había entrado en agonía, secuestrada por las elites económicas y financieras del viejo continente. A Europa le atribuimos el papel no sólo de crear una cultura, al lado de las otras, sino una cultura eminente, representativamente humana y por ello universalizable. Tal vez semejante creencia pecaba de presuntuosa y de eurocéntrica, pero al menos tenía la virtud de un afán humanista y democrático para todos los pueblos de la Tierra. Ese idealismo se torna ahora en melancolía, conscientes como somos de que nuestra Europa ha sido devorada por los intereses de quienes han configurado una unión al servicio de los mercados. Incluso la guerra, cuyo peligro quedó alejado por la constitución de la comunidad europea, ha vuelto con otras modalidades, sustituyendo las armas por una dictadura financiera en la que los bancos tienen mucho que decir.

Durante años la construcción del estado del bienestar permitió conjurar muchos peligros, conjugado con un alto grado de crecimiento que generó una situación cercana al pleno empleo y que hizo posible la demanda de población emigrante. La prosperidad impidió el desmantelamiento de sistemas de protección nacionales. Pero cuando las crisis llamaron a la puerta en la década de los setenta comenzaron las pesadillas agudizadas por los avances del neoliberalismo. El capital transnacional impuso el Mercado Único y enseguida se implantaron políticas tendentes a reducir los derechos y condiciones de vida de los trabajadores.

La Europa resultante de los acuerdos de Maastricht (1991) configuró la Unión Económica y Monetaria bajo la tutela de grandes empresas y del capital financiero europeo con el fin de competir en igualdad de condiciones con el dólar y con el yen y lograr las ventajas propias de una divisa mundial. Más tarde los Tratados de Lisboa abrieron la puerta a las actividades especulativas. Movimientos todos ellos realizados a espaldas de las sociedades y sin que se contemplase una Europa social. La resultante es una Europa raptada por intereses para los que la unión política es algo secundario, cuando no algo desligitimado.

Hoy, el proyecto europeo se sostiene en gran parte por el mensaje mediático que insiste en una idea: sin la Unión Europea tendríamos mucho frío, estaríamos huérfanos, desahuciados. Se trata en realidad de un chantaje. Muchísima gente entre las que me incluyo no negamos la necesidad de una Europa unida, en absoluto. Lo que criticamos es la actual UE. Queremos otra Europa al servicio de la gente, de la democracia, de la paz, de la justicia. Valores que debemos impulsar también en el resto del mundo. En sentido contrario no queremos una Europa que impone a los pueblos austericidios bárbaros; una Europa cuyos dirigentes gobiernan a espaldas de la gente y deciden ámbitos importantes de nuestras vidas sin transparencia alguna.

El artículo 3 del Tratado de Lisboa dice: “La Unión se fundamenta en los valores de respeto de la dignidad humana, libertad, democracia, igualdad, Estado de Derecho y respeto de los derechos humanos, incluidos los derechos de las personas pertenecientes a minorías. Estos valores son comunes a los Estados miembros en una sociedad caracterizada por el pluralismo, la no discriminación, la tolerancia, la justicia, la solidaridad y la igualdad entre mujeres y hombres”. ¿Se aplican estos principios?

Justamente el tratado, todavía secreto, entre la UE y Estados Unidos, penalizará algunos de nuestros derechos. La Europa que encarnaba las ansias de libertad de la mayoría social ha sido sustituida por los negocios acordados en la oscurana. La deriva antisocial de unas instituciones que se desviven por ayudar al capital financiero y de unos políticos alejados de la ciudadanía, pero manejables por los lobbies que invaden Bruselas, hacen que nuestra calidad democrática esté pervertida.

El artículo 2 punto 5 dice: “En sus relaciones con el resto del mundo, la Unión afirmará y promoverá sus valores e intereses y contribuirá a la protección de sus ciudadanos. Contribuirá a la paz, la seguridad, el desarrollo sostenible del planeta, la solidaridad y el respeto mutuo entre los pueblos, el comercio libre y justo, la erradicación de la pobreza y la protección de los derechos humanos, especialmente los derechos del niño, así como al estricto respeto y al desarrollo del Derecho internacional, en particular el respeto de los principios de la Carta de las Naciones Unidas”. Podemos preguntar al pueblo saharaui, abandonado por la UE a cambio de unos bancos de pesca negociados con Marruecos; podemos preguntar al pueblo palestino que ve como la UE  consiente a Israel ser una potencia colonialista a la que premia con acuerdos comerciales ventajosos; podemos preguntar a los pueblos balcánicos que vieron como la UE discutía internamente sobre qué hacer, mientras la guerra se cobraba millares de muertos

El drama de los refugiados a los que no se deja atravesar la puerta de Europa es una fotografía que ilustra mejor que nada el fiasco europeo. El compromiso de acoger a 160.000 refugiados está lejos de cumplirse. Al ritmo actual se estima en 193 años los que se necesitarían para ello. Lo que está ocurriendo es inaceptable: frente al drama humano países europeos ponen en marcha medidas represivas a pesar de las protestas de organizaciones internacionales de derechos humanos. Así por ejemplo el parlamento danés ha aprobado un paquete de medidas para confiscar a los refugiados sus objetos de valor con los que pagar su estancia. Entre tanto Hungría blinda sus fronteras. Ya Austria, Alemania, Francia, Suecia y Noruega, han regresado al control de fronteras apartando a un lado el acuerdo de Schengen, lo que significa una regresión en la libertad de movimientos de las personas. Algo que no ocurre con las mercancías y los capitales. Todo para vergüenza de la UE

La agonía de Europa no pronostica el fin de la unión en lo que tiene que ver como mercado y potencia económica. Lo que advierte es el fin del modelo que se proponía como referente moral para un nuevo mundo. Es el fin de una supuesta ejemplaridad democrática. Es el fin del mito. Es el edifico moral que se desintegra bajo la gestión de tecnoburocratas al servicio de las elites. Un autoritarismo creciente se impone.

No, en absoluto estoy en contra de una buena Unión Europea. Me temo que quienes defienden la actual han perdido toda ilusión y toda perspectiva por un mundo mejor, por otra Europa posible. Son los que eternamente dicen “es lo que hay” y viven siempre resignados.

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