Continuación…
Una madre embarazada con afinidad por la sobrealimentación, pero con desbalance en su nutrición y parasitada al mismo tiempo, puede darnos un niño que se enferma al nacer. Un bebé puede mostrar los síntomas y signos de parasitismo intestinal desde las primeras dos semanas de vida y comprobarse en un sencillo examen general de heces desde un mes de nacido.
Durante la lactancia temprana, de nuevo, se tiene que hacer la observación de que siempre la dieta de la mujer criandera tiene que ser normal, suficiente y balanceada, para que no se desnutra o se convierta en una mujer obesa y para que su leche contenga los suficientes nutrientes, vitaminas y minerales para el bebé. La creencia de que también tienen que comer por dos personas en este periodo es un mito o creencia y lo que se logra es llevarla a la obesidad. La leche materna no se produce solo a partir de los alimentos que la madre lactante ingiere, sino que de la acumulación de grasas que se observa durante el embarazo y que se aloja en los hombros, senos, abdomen, espalda, región lumbar. Esta grasa acumulada es el componente principal para la elaboración de la leche materna. Cuando la madre lacta intensamente toda esta acumulación de grasa baja favoreciendo que la mujer mejore su figura femenina y alcance de nuevo el peso previo al embarazo. Si come por “dos”, como se dice, caerá en la obesidad postparto. Problema de difícil solución, pero que es fácil de manejarlo con la lactancia materna exclusivamente.
Aunque su dieta sea normal y balanceada, la madre que está lactando debe de agregar a su dieta complementos vitamínicos y minerales, las mismas usadas durante el embarazo. La lactancia intensa aumenta los requerimientos de las vitaminas y minerales, ya que son utilizados para complemento de la leche materna y pasa así a constituir un componente de la nutrición del recién nacido.
Algunos parásitos intestinales desarrollan larvas que penetran la pared del intestino y entran a la circulación sanguínea dirigiéndose a diferentes partes del organismo de la mujer embarazada. En esta fase las larvas pueden alcanzar los pulmones dando síntomas y signos de bronquitis con tos, cansancio y hervor en el pecho.
Sí una mujer se encuentra embarazada y parasitada, estas larvas penetran la placenta y llegan al feto, en donde se encuentran atrapadas, y el recién nacido presenta signos y síntomas intestinales que nadie le encuentra explicación. Estos signos son el cólico intestinal, llamado también “pujo”, que comienza a manifestarse a los 14 días de vida del recién nacido o antes. El tiempo que dura el ciclo de vida de algunos parásitos intestinales es de 1 a 4 semanas. Otros síntomas son la soplazón o timpanismo, el hipo, los vómitos y el estreñimiento. También la chillazón de tripas o borborigmo y la irritabilidad e intranquilidad del sueño. Son bebés que no pueden permanecer solos y sufren de miedo. Se duermen en los brazos de la madre y cuando los colocan en la cama, cuna o hamaca pegan el grito y se despiertan asustados, y solo se tranquilizan cuando son tomados en brazos de nuevo.
Otra forma de que una mujer embarazada parasite a los niños es cuando padece de un parasitismo muy peculiar: parásitos que viven alrededor del ano llamados “pajuelas” u oxiuros. Estos migran a la vagina produciendo allí cervicitis y leucorrea fétida durante el embarazo. Al nacer el bebé, por vía vaginal, se contamina de los huevos y larvas de estos parásitos, y como ya se dijo, a las 2 semanas de nacido comienzan los problemas. Más adelante se tratará su manejo correcto.