Dr. H. Spencer Lewis (No. 4 y último)
(Pasado Imperator de AMORC)
Forzando a la Naturaleza
Conforme ha pasado el tiempo, la ceremonia del alma, el proceso alquímico del matrimonio, ha sido completamente pasado por alto y la fuerza y el poder de la fórmula humana se ha incrementado hasta el punto donde el hombre cree que su interpretación de la fórmula, o su dirección de la ceremonia no sólo decreta la unión física para ser correcta, completa y de acuerdo con la ley natural, sino de alguna manera la obra de un milagro adicional, forzando a la Naturaleza a sancionar y sintetizar la unión del alma que debería haber tenido lugar.
En algunos casos, este tipo de matrimonios son perfectos, ya que la pareja tenía la experiencia, mucho antes que el matrimonio físico, un matrimonio natural de la esencia del alma, y la unión física no fue sino una consecuencia de lo que habían experimentado mucho antes, interior y divinamente; pero, en la mayoría de los casos, es triste ver que el matrimonio físico ha sido celebrado o dispuesto y luego a toda prisa realizado antes de que hubiera alguna unión del alma, y aun cuando el matrimonio o el matrimonio alquímico del alma era imposible debido a la falta de sintonía entre los dos, así eran unidos. Este tipo de matrimonios no son de la esencia representada por el tercer punto del triángulo. Ninguna mezcla comprensiva de naturalezas ocurre; no hay alquimia o atracción cósmica, sino únicamente una química, física y transitoria, y estas cosas mortales constantemente cambian, llevando, tarde o temprano, la comprensión a la pareja que no está bien acoplada, junto con malentendidos y discordias. Porque aun en las formas más diminutas de toda forma material en el mundo químico erróneamente unidos, los elementos siempre vibrarán inarmónicamente y por una ley natural, tratarán de separarse de la unión que los ha reunido y arrojarse lejos del entorno mismo en que se ven obligados a coexistir. No es de extrañar, entonces, que los hombres y las mujeres, unidos equivocadamente, busquen, no sólo a través de sus mentes e intelectos objetivos, sino también por su misma esencia del alma y naturaleza interna, separarse uno del otro y romper los lazos que los unen, y liberarse a sí mismos de los estrechos límites en los que se han visto obligados a mantenerse.
La tristeza del divorcio
El divorcio, por lo tanto, es inevitable, mientras la manera actual de matrimonio sea tolerada. Mientras el hombre asuma la responsabilidad y arbitrariamente dirija el encuentro de su naturaleza con la de otro, tendrá el hombre el derecho de expresar los impulsos de su verdadero ser y su naturaleza interna y busque enmendar el error, que es un pecado contra la Naturaleza y una violación de los principios cósmicos. Al igual que en la consideración ética y moral del problema, así en la solución alquímica o mística nos encontramos cara a cara con la cuestión de la descendencia. Pero, una vez más, el hombre asume arbitrariamente la responsabilidad y, por lo tanto, debe asumir las consecuencias y establecer los medios para satisfacer esas consecuencias. Para el místico, la unidad de dos elementos mal acoplados, o el matrimonio no alquímico de dos elementos desacordes, es un pecado y una violación que debería ser descubierta antes de que tal condición pudiera promulgarse en los hijos. En el mundo de los asuntos humanos, en la mayoría de los casos, el error se descubre después de que tales consecuencias se producen, y no se le da la debida consideración cuando se descubre el error. Hasta que el hombre le conceda a estos asuntos la importancia requerida y que vea en los principios en juego la grande y maravillosa inteligencia de Dios trabajando, y el decreto de Dios manifestado en la Naturaleza, el hombre podrá afirmar que está cumpliendo con los decretos de la santa consciencia de que los matrimonios realizados o tolerados por Él, son verdaderamente matrimonios alquímicos o matrimonios hechos en el cielo.