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La apresurada travesía clandestina de inmigrantes a Estados Unidos para «ganarle» a Trump

Por Yemeli Ortega

Fotos de Alfredo Estrella

Sasabe/AFP

En una peligrosa carrera contra reloj para llegar a Estados Unidos antes que Donald Trump asuma la presidencia, muchos indocumentados latinoamericanos aceleran desde México su travesía por el desierto. Armados con un ‘kit de migrante’, sortean miedos, climas extremos, víboras, autoridades y mafiosos.

La árida frontera entre México y Estados Unidos está sembrada en sus más de 3.000 km de puestos oficiales de control que, con cientos de agentes, cámaras, helicópteros, y drones silenciosos vigilan la zona.

Pero los migrantes, atemorizados por la amenaza que hizo Trump de construir un nuevo muro infranqueable, se las ingenian para encontrar recovecos.

En la fronteriza Sásabe, se observan manchas blanquecinas sobre una de las columnas de metal oxidado de la valla limítrofe. A pocos metros, yace sobre la arena una botella negra con agua.

Las manchas indican que «tal vez alguien trepó y cruzó por aquí», dice a la AFP Sergio Flores, líder de un grupo de rescate de migrantes que el gobierno mexicano desplegó en la zona. La botella fue pintada de negro para que no refleje destellos solares que puedan ser divisados por los agentes, una astucia «frecuente» entre los migrantes, explica.

En el cercano Caborca, otro de los muchos pueblos fronterizos de Sonora (noroeste) por donde pasan los migrantes, un puñado de hondureños atiza una fogata hecha con basura en medio de la gélida madrugada.

Huyendo de las pandillas y el desempleo, todos atravesaron México sobre el lomo de «La Bestia», un tren de carga asediado por policías y mafiosos, con tal de llegar a terreno estadounidense antes de que el magnate Trump asuma el 20 de enero.

«Cuando vi a ese señor en la tele diciendo que odiaba a los migrantes y que iba a hacer otro muro, pensé: ‘ahora o nunca’. Y así todos nosotros pasamos Navidad y Año Nuevo en el camino para llegar a tiempo (…) Queremos ganarle» a Trump, dice Wilson, un albañil hondureño de 48 años, cerca de las vías férreas.

«Aunque está difícil, sigue siendo nuestro objetivo», enfatiza este hombre que, por alcanzar su meta, no pudo ver nacer a su última hija.

«Sofisticados»

«Cada vez hay más» migrantes, asegura Laura Ramírez, una ferviente activista que diariamente ofrece desayunos a los indocumentado en Caborca. Estos días, alcanzó un pico de más de 200 platos servidos.

Según cifras del gobierno de México, las detenciones de indocumentados en el país alcanzaron un máximo de 20.709 en octubre. Aunque la cifra bajó a 17.230 en noviembre y los datos de diciembre no están aún disponibles, esta semana varios gobernadores fronterizos pidieron recursos alegando un desbordamiento del fenómeno de migrante.

De su lado, el Departamento de Seguridad Interna de Estados Unidos cerró el año fiscal 2016 con 530.250 detenciones, contra las 462.328 del periodo anterior.

Para burlar a las autoridades, los migrantes «se han ido sofisticando» en sus métodos, asegura Flores.

Las «alpargatas» -pantuflas con suelas de alfombra para no dejar huellas sobre la arena- así como los pantalones, sudaderas, guantes y pasamontañas camuflados se volvieron «requisito» para cruzar, dice el agente.

En el ‘kit’ también están las ‘suelas de vaca’ que asemejan huellas de ganado y las toallas femeninas dentro del calcetín para amortiguar el maltrato de las largas caminatas.

En sus mochilas -muchas veces también camufladas- los migrantes llevan impermeables, antídotos contra veneno de víbora, alcohol para fogatas, talco para pies, píldoras contra la reuma y el dolor.

También llevan escapularios de Santo Toribio -patrón de los migrantes-, fotos de sus amores e hijos, amuletos de la suerte … y una inexorable fijación con el sueño americano.

El equipo táctico se puede adquirir en las tiendas que rodean la plaza principal de Altar, un pueblito de Sonora apodado el «Wal-Mart del migrante».

«Negociazo»

Además de las tiendas, los agricultores fronterizos sacan provecho del paso de los migrantes pagándoles sueldos de hasta cuatro dólares por toda una jornada.

Además, los «coyotes» -traficantes de personas- enganchan a los migrantes desde sus países de origen, ofreciéndoles guiarlos por unos 1.000 dólares. Pero al llegar al norte de México, les anuncian que deberán pagar 5.000 dólares más por llegar a Estados Unidos.

Para Flores, los criminales hacen «un negociazo».

Pero muchos de los paupérrimos migrantes no tienen con qué costearse un «coyote» y acaban cruzando como «burreros», es decir, transportando marihuana sobre sus espaldas en mochilas de hasta 50 kg.

Además de esa carga, «debes llevar tu propia agua, comida y cobija. (Los narcotraficantes) no nos pagan, el pago es dejarnos pasar», cuenta «El Güero», un hondureño que se prepara para «burrear» por tercera vez.

En su campaña electoral, Trump calificó a los inmigrantes de «criminales» y «violadores».

Alegando «pánico de ese señor racista», el «Güero» se defiende: «Nuestro pecado es haber nacido en un país miserable y no tener dinero para pagar a las mafias» fronterizas.

Con la mirada clavada en el norte, Wilson confía «en Dios para ablandar el corazón de Trump» y sus seguidores. Pero en Arizona, un estado típicamente republicano fronterizo con Sonora, los migrantes no son populares.

«No podemos negar que traen problemas», opina un mesero en Arivaca que prefiere no dar su nombre. «Solo pienso que no deberían estar aquí, esta no es su casa».

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