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“La Austeridad del estado”: una trampa neoliberal

Oscar A. Fernández O
Oscar A. Fernández O

Oscar A. Fernández O.

Los avances ideológicos del neoliberalismo, no rx además de tender a provocar el conformismo social, sovaldi sale se expresan en el terreno más elaborado de las teorías económicas y sociales, site ahora influidas por el “pensamiento único” que excluye toda teoría o interpretación, si no se sostiene en los valores del mercado, la competencia, la ganancia y el capital.

La perversión del lenguaje, la manipulación de las palabras y la apropiación interesada de los conceptos, se han convertido en una de las principales formas de corrupción de nuestro tiempo. La corrupción semántica desfigura el sentido de las palabras para que signifiquen lo contrario de lo que quieren decir y se ajusten a los intereses particulares de quien las emplea. Se crean así eufemismos para suavizar la realidad. Es lo que está ocurriendo con la apropiación que las derechas neoliberales hacen de las palabras y los conceptos, entre ellos el de “austeridad”.

La austeridad nunca ha sido un principio inscrito en los genes ideológicos del liberalismo (o del neoliberalismo actual). Se trata de un término que tiene una notable presencia en la historia de la filosofía moral y de las tradiciones religiosas, donde, en términos generales, forma parte de una opción de vida que la orienta hacia la moderación, el autocontrol, la templanza y la simplicidad. Este tipo de austeridad está cerca de la sabiduría epicúrea de disfrutar de las pequeñas cosas como el pan  cuando hay hambre y el agua cuando hay sed.

Desde esta óptica, la austeridad es una práctica que contradice los valores individualistas, consumistas, nihilistas y competitivos de nuestras sociedades sometidas por el neoliberalismo. Dado el espíritu anti consumista y anti mercantilista de la austeridad, una persona austera tendría que ser declarada poco menos que anti sistema o desadaptada por la cultura neoliberal dominante.

Gran parte de Europa se está tragando la amarga medicina de la austeridad prescrita por la misma ideología que causó la crisis. La élite gobernante de banqueros, políticos, tecnócratas no elegidos y medios de comunicación al servicio del neoliberalismo recurre al lenguaje de la austeridad como remedio necesario. “No hay mejor protección contra la crisis de la eurozona que el éxito de las reformas estructurales en el sur de Europa”, declaraba el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi. (Aguiló: 2012). El Gobierno debe ser totalmente austero, dice la oligarquía salvadoreña y sus tinterillos políticos, todos los días en sus medios de comunicación-enajenación.

La ironía de la austeridad es un componente central de la actual estructura social de acumulación del capitalismo neoliberal, el entramado político-institucional favorable al proceso de acumulación capitalista; una acumulación que, como explica David Harvey, se basa en la desposesión de derechos, rentas, recursos públicos y conquistas democráticas a terceros (trabajadores, desempleados, funcionarios, estudiantes, pensionistas, desahuciados, etc.)

De aquí que, los aspectos relacionados con los ajustes estructurales así como las respuestas sociales urbanas que emergen en América Latina, son elementos claves que intervienen en el análisis de la violencia. Como los Estados debilitados se encuentran cada vez menos capacitados para negociar social y políticamente con los sectores movilizados de la sociedad, han tenido que imponer medidas crecientes de violencia y de control social, lo cual inicia una espiral ascendente y prácticamente indetenible.

Con la expectativa de un leve y lento crecimiento económico, los poderosos se aprestan a garantizar sus distancias y privilegios, a consolidar la desigualdad y su poder. La insistencia de las derechas es que aunque haya ‘mejoría’ económica tienen que continuar con las ‘reformas (recortes) estructurales’, buscando mayores garantías para su hegemonía institucional. Su proyecto es ampliar la desigualdad e intentar legitimar su gestión. Estamos en una pugna sociopolítica y distributiva que afecta a condiciones y derechos sociales y democráticos. El bloque de poder liberal-conservador, con una gestión regresiva, antisocial y autoritaria de la crisis, quiere imponer modelo económico y social más desigual y una democracia más débil. Participamos de una fuerte pugna cultural en la que se ventila la legitimación o no de este proceso, con sus discursos y sus gestores (las derechas y capas gerenciales), o bien se abre una dinámica más justa y democrática, con una ciudadanía más activa y una representación social y política más robusta. Se trata de evaluar la desigualdad socioeconómica, su carácter injusto e ilegítimo, desde los valores de la justicia social, con la perspectiva de un modelo de sociedad más igualitario y solidario.

Son las recetas de austeridad las que agravan fatalmente las consecuencias de las crisis, mutilando programas sociales clave justo en el momento en el que más se necesitan, empeorando el desempleo y obstaculizando la recuperación.

El discurso utilitarista o neoliberal se centra en justificar la desigualdad y la subordinación popular como elementos fundamentales e imprescindibles para el crecimiento económico, para asegurar los beneficios e incentivar ‘adecuadamente’ a los principales agentes económicos (según ellos): los inversores (el capital financiero), los propietarios de los medios de producción y las capas gerenciales o corporativas. Según el pensamiento clásico liberal, la acumulación de riqueza privada llevaría a la prosperidad general. La realidad actual de la crisis económica, con una gran polarización de la riqueza, en manos de una minoría oligárquica, y una gran recesión o estancamiento económicos, cuestionan ese discurso. El aumento del dominio y el beneficio económico de las elites financieras no reporta en incremento de empleo (decente), y ese discurso apenas esconde su objetivo: intentar legitimar su apropiación desmesurada frente al interés general. La distribución de los beneficios de la actividad económica es desigual y se ampara en una estructura de poder que la impone, aunque esté sometida a los procesos de legitimación social y política.

El FMLN debe estar claro de esto, pues aunque se promueva una política de diálogo social, lo cual es bienvenido, el enfrentamiento con la oligarquía es inevitable pues ellos quieren acabar con un proyecto de Estado popular y democrático, que busca la repartición equitativa de la riqueza producida por todos…no olvidemos nunca en la izquierda, que la historia de la humanidad, cuando media un poder explotador sobre los seres humanos, es una lucha de clases.

En definitiva, las concepciones de la justicia social, de una igualdad de oportunidades más débil o más fuerte, junto con una fuerte cultura democrática y cívica, particularmente, en la conciencia popular, son fundamentales para valorar la desigualdad y la actitud ciudadana ante ella.

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