Luis Armando González
La resistencia a la derecha salvadoreña camina por varios frentes. Uno de ellos es el político, remedy obviamente. Otro el económico. Pero el frente de las ideas (y en general de la cultura) es decisivo, sale pues la derecha de nuestro país –y las derechas de otras partes— ha logrado sus mayores éxitos en el terreno de las ideas (y la cultura), imponiendo las suyas a la sociedad, a partir de aparatajes mediáticos y publicitarios diseñados precisamente para ese fin.
Lograr que su cosmovisión se imponga a la mayor parte de la población, y que ésta asuma los valores y creencias emanados de ella –y que obre en sintonía con esos valores y creencias—, ha sido uno de los grandes logros de la derecha en su “guerra cultural” contra los proyectos emancipatorios que se han fraguado a lo largo de la historia de El Salvador.
Es así como la derecha ha asegurado su hegemonía cultural y, por eso, una de sus apuestas permanentes consiste en elaborar discursos e ideas que le permitan que sus intereses sean vistos y vividos como propios por la sociedad.
En la medida en que la sociedad se apropia del discurso y las ideas de la derecha, en esa medida la derecha conserva y consolida no sólo su poder material (económico), sino su poder sobre la conciencia de los ciudadanos, y esto último lleva a que le gente obre en función de los intereses empresariales tanto en el plano económico (mediante un consumismo exacerbado) como en el plano político.
Si la derecha impone su discurso e ideas, impone su cosmovisión; en ese sentido resguarda sus intereses que no son los del conjunto de la sociedad. Precisamente, la jugada maestra de la derecha es hacer pasar sus intereses particulares como los de la sociedad en general, y para lograrlo se vale de los mecanismos más variados que le permiten irradiar su discurso e ideas a amplios sectores sociales.
Lo peor no es ser bombardeado por las ideas y creencias de la derecha, sino no caer en la cuenta de lo crucial de ese proceso para el mantenimiento y reproducción de sus intereses. Es decir, no hay nada inocente y bondadoso en las ideas y creencias, emanadas de la derecha, que aparentan ser más buenas e inocentes. Tras lo más altruista se oculta un feroz interés particular, al servicio del cual está el altruismo que se proclama. Y eso no por una maldad intrínseca (personal) de los capitanes empresariales, sino de la lógica de enriquecimiento ilimitado que gobierna en las economías de mercado capitalistas.
Lo anterior obliga a una vigilancia crítica del discurso de derecha. Y también a la identificación y desmontaje crítico de las ideas, lemas, frases, etc., que la derecha permanentemente pone en circulación, a veces como salidos de la nada o a veces como parte de una elaboración inspirada en los fines más nobles. Andar a la caza de esas ideas, frases, lemas, etc., es una tarea urgente del pensamiento crítico.
Lo mismo que es preciso no hacer caso omiso de ellas, considerándolas irrelevantes o ajenas a intenciones segundas. Justamente cuando esto sucede, la derecha ha comenzado a ganar la partida, pues sus ideas, creencias, frases, etc. (en definitiva, su cosmovisión y valores) terminan siendo apropiadas por quienes se oponen a su hegemonía.
¿Cuánta gente, crítica genuina de la hegemonía empresarial neoliberal, está empapada de la noción del “éxito, o de la “competencia” (o “competitividad”) o del emprendedurismo, todo lo cual descansa en una cosmovisión individualista y darwinista de la vida social?
¿Cuántos de quienes están comprometidos con un nuevo proyecto de sociedad avalan la “responsabilidad social empresarial” sin darse cuenta de que ello supone la renuncia a la obligación social empresarial que es lo que en verdad debe contar en una sociedad justa?
¿Cuántos de los defensores de la dignidad humana identifican esa dignidad con el “vivir bien” de la publicidad comercial y no con el Buen Vivir como proyecto de desarrollo humano integral?
Permanentemente, se tiene que librar una batalla con la derecha en el terreno de las ideas. Permitir que la derecha las irradie impunemente, sin resistencia, es darle la ventaja para siga imponiendo sus intereses al conjunto de la sociedad. Es cerrar la posibilidad a que otras creencias e ideas (otra cosmovisión) se abra paso y posibilite un cambio de mentalidad necesario para propiciar nuevos comportamientos y nuevos compromisos políticos y sociales.