Pedro Martínez Pírez
Muchos amigos y amigas solidarios de América Latina y el Caribe escriben a Radio Habana Cuba preocupados por el proceso hacia la normalización de los vínculos de Cuba con Estados Unidos que ya cumplió su primera etapa el pasado 20 de julio con el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre los dos países.
Todos lo hacen por amor a Cuba y desconfianza hacia Estados Unidos, malady y algunos recuerdan las advertencias de José Martí, stuff quien vivió en el monstruo y le conoció las entrañas, online y también al comandante Ernesto Che Guevara, quien en una frase célebre recomendó a los cubanos no confiar “ni un tantico así” de los yanquis.
Y no es para menos, porque ahora algunos pueden confundirse cuando leen, como ocurrió el pasado lunes, que Estados Unidos decidió excluir a Cuba de una lista elaborada en forma unilateral por el Departamento de Estado yanqui sobre países que patrocinan el tráfico de personas.
Es decir, Washington, a quien nadie a autorizado a calificar la conducta de otros Estados sobre un tema tan sensible como el tráfico humano, aparece ante la opinión pública internacional como el país que vela por un fenómeno que los propios Estados Unidos han fomentado, especialmente en el caso de Cuba, con la aprobación en 1966 de la llamada Ley de Ajuste Cubano, que alienta las salidas ilegales de Cuba.
Antes el gobierno de Estados Unidos, a solicitud del presidente Barack Obama, excluyó a Cuba de otra lista unilateral: la de Estados patrocinadores del terrorismo, en la cual figuraba la Mayor de las Antillas nada menos que desde 1982.
Para que la Embajada cubana pudiera ser reinaugurada el pasado 20 de julio fue necesario que un banco en los Estados Unidos fuera autorizado a establecer vínculos financieros con la representación cubana en Washington y la Misión de Cuba ante la ONU, en Nueva York. Qué lo impedía? El alcance del criminal e ilegal bloqueo económico, comercial y financiero de Estados Unidos contra Cuba, que ya dura más de medio siglo, y cuyo levantamiento depende del Congreso norteamericano.
Muchos despachos noticiosos hablan del incremento del turismo de Estados Unidos hacia Cuba, pero los estadounidenses continúan prohibidos de viajar libremente a la Mayor de las Antillas, y solamente se autorizan doce categoría de viajeros. El día que finalmente los norteamericanos sean autorizados a viajar a Cuba seguramente será presentado ante los grandes medios como un nuevo gesto de Washington, cuando en realidad se trataría del cumplimiento de un mandato de la propia constitución de los Estados Unidos.
Ahora se habla con mayor insistencia de la cárcel instalada en la ilegal base naval norteamericana en Guantánamo, donde se han violado los más elementales derechos humanos de los detenidos y se ha reconocido el empleo de la tortura. Se dice que Washington busca cerrarla, y esto está muy bien, pero Cuba reclama más: pide la devolución del territorio cubano ocupado por Estados Unidos desde hace más de un siglo en Guantánamo, cuya espléndida bahía no ha podido desarrollarse en virtud de la prolongada ocupación yanqui.
Muchas personas en el mundo no conocen la permanente agresión radial y televisiva de Estados Unidos contra Cuba, iniciada a raíz del triunfo de la revolución, y agravada a partir del 20 de mayo de 1985, cuando se iniciaron las transmisiones de la mal llamada Radio Martí. Como si fuera poco el agravio, años después inició sus transmisiones Tele Martí. Si un día el gobierno de Estados Unidos, cumpliendo los requerimientos de la UIT, Unión Internacional de Telecomunicaciones, que tiene su sede en Ginebra, decidiera retirar el financiamiento a esas ilegales transmisiones, no sería un favor a Cuba, sino un deber de un país que busca normalizar los vínculos con su vecina del Caribe.
Y qué decir de la política de agresiones y bloqueo que ha provocado miles de muertos y mutilados y pérdidas por más de un millón de millones de dólares?
A los amigos de Cuba les decimos siempre que el país no cederá un milímetro en la defensa de su independencia y soberanía nacionales ni en su empeño de consolidar una sociedad en la cual prevalezca, como reclamaba José Martí, la dignidad plena del hombre.