Eduardo Badía Serra,
Director de la Academia Salvadoreña de la Lengua
Si algo caracteriza al lenguaje, lo limpia, le hace brillar y le da esplendor, es la belleza con el cual este se expresa. La palabra escrita y hablada, cuando se expresan bellamente, recrean el espíritu y realzan el lenguaje, dan cuerpo al contenido y lo sostienen en la memoria. El lenguaje requiere, efectivamente, pulcritud, rechaza lo prolijo, exige claridad y sólo se justifica cuando envía mensajes, expresa ideas, informa. Esto es, el lenguaje es contenido, pero expresado bellamente; con ambas cosas, el adquiere sentido y se enclava como una necesidad. El español, nuestro idioma, que ahora ya más de seiscientos millones de personas lo hablan en el mundo, es particularmente rico en estas dos cualidades, en estas dos categorías: es bello y es singularmente expresivo en contenidos. Muchos grandes cultores del español han dejado bellas piezas literarias, e incluso el español de la calle sabe expresarse con simbolismos que las personas saben apreciar y los hacen suyos.
Decía, por ejemplo, Lope de Vega, que “quien mira lo pasado, lo porvenir advierte”. Efectivamente, esta idea y su contenido pueden ser expresados de diferentes maneras; pero el Fénix de los Ingenios lo hace con una facilidad de palabra tal, con una concreción llena de tanta prudencia, y con una fluidez de palabra, que en la forma por así dicha, tal idea resalta una belleza incomparable. Efectivamente, como diría el gran literato español, “quien mira lo pasado, lo porvenir advierte”. La poesía es el arte de la belleza por antonomasia. He dicho ya antes que la poesía es en parte idea y en parte belleza, es expresión de interioridades pero dichas bellamente. No hay poesía de otra manera. Sin idea, no hay poesía; sin belleza, tampoco lo hay. El español ha sido refugio de magníficos poetas, y pareciera ser que es un refugio inagotable. Ayer, hoy, y seguramente mañana, habrá poetas que enriquezcan nuestro idioma con sus obras; y no uno ni dos sino tantos que la lista pareciera interminable. Hay unos muy conocidos, como Benedetti el uruguayo, de quien cito una bella estrofa que expresa ocultamente una idea enorme:
“Ayer pasó el pasado lentamente,
con su vacilación definitiva,
sabiéndote infeliz y a la deriva
con tus dudas selladas en la frente”.
Pero de Benedetti todo es esperable en su obra, esencial ya para el idioma. Hay otros, sin embargo, que pocos conocen pero que comienzan a aparecer con su calidad de escritores actuales. Pongo otra estrofa, magistral para mí, de un venezolano, Ismael Urdaneta, que quizá pocos conocen:
Y sin querer me siento anciano, cuando
por la calleja solitaria andando
no me salen tus ojos de violeta
y oro, para decirme ¡adiós, poeta!
Aquí, en Urdaneta, el sentimiento amoroso, la queja inmensa, el ardor del ansia, el dolor sostenido…..en Benedetti, el existencial sudoroso y lleno de angustia, la pregunta del inconcluso perenne, la duda y la carga……el pasado, dice, con su vacilación definitiva….con sus dudas selladas en la frente…..¿Más mensaje? ¡Difícil! ¿Más belleza? ¡Imposible! Pero acojamos ambas categorías y pidamos más, …..aunque no nos salgan ojos de violeta y oro….. Cito de nuevo a Masferrer, ese de aquí, nuestro, casi olvidado pero siempre presente, clásico, pues, en una palabra: “Leer y escribir es ‘la más grande misericordia espiritual, el único medio de comunicación espiritual’ “; y agrego, pidiendo disculpas por el atrevimiento, “sobre todo si se lee y escribe en un idioma tan rico, tan elegante, tan grande, como el nuestro”.
Claro, hay también mensaje y belleza en otros idiomas, y así lo reconocen muchos. Por ejemplo, hablando de la belleza, uno de los más grandes científicos actuales, el británico Roger Penrose, profesor en Oxford, gran amigo y colaborador de Stephen Hawking, enorme filósofo además, la incluía, fíjese usted lo que decía este gran hombre de ciencia, junto con los milagros, como parte del método científico. ¿La belleza y los milagros como partes del método científico, junto con la abstracción, con la intuición, la deducción y la inducción? Pareciera algo imposible, inaceptable. Pero veamos un poco lo que dice este gran investigador de los agujeros negros, de la gravedad cuántica, de la telesación aperiódica, de la ciencia de la mente, y gran platónico además:
Dice Penrose, en “El camino a la realidad”, uno de los más importantes libros de física en la actualidad: “La ciencia va reconociendo a la intuición, el método filosófico por excelencia, como parte del método científico. E incluso se habla de la belleza y la elegancia como parte del mismo”. Y agrega, en el mismo libro: “Dos poderosas fuerzas impulsoras han tenido una gran influencia en la investigación teórica: La belleza, o elegancia, y los milagros. Está la indudable belleza de la geometría euclidea, de la dinámica newtoniana, del electromagnetismo de Maxwell, de la relatividad general de Einstein, de la estructura de la mecánica cuántica, del spin mecánico-cuántico, de la ecuación d onda relativista de Dirac, del formalismo de integrales de camino para la QFT, de la teoría de Cantor del infinito, del teorema de incompletud de Godel, de la teoría de categorías, del ‘último teorema de Fermat’, de la teoría de Riemann de la función ζ, ……….En cuanto a los milagros, la teoría de la supergravedad las simetrías de espejo, para citar sólo dos”. En “Lo grande, lo pequeño y la mente humana”, libro en el que resume y actualiza las originales ideas que ya había expuesto en “La nueva mente del Emperador” y “Las sombras de la mente”, afirma Penrose, “de forma muy bella”: “La teoría contiene como parte de su estructura rasgos determinados no intuitivos, que no poseen equivalente en la física clásica. Por ejemplo, el fenómeno de la ‘no localidad’ significa que, cuando se produce un par de partículas materia-antimateria, cada partícula ‘conserva un recuerdo del proceso de creación’, es decir, que no pueden considerarse completamente independientes una de otra”. La ciencia, entonces, debe ser, además de rígida, exacta, precisa, continua y serendípica, como ya sabemos, bella y milagrosa. Esto es, al lenguaje oscuro, críptico muchas veces, excesivamente lógico, con que se le caracteriza, debe sumarse ahora la belleza, pues siempre el contenido ya está incluido en ella. La ciencia debe, pues, expresarse bellamente.
Leer, leer, leer…..hablar, hablar, hablar……expresarse, expresarse, expresarse…..y el idioma español es una puerta del todo abierta para hacerlo, debe ser un objetivo de toda persona que desee recrearse espiritualmente, como decía Masferrer. Utilicemos esa “misericordia” de la que hablaba el hombre del Mínimum Vital. Hay tanto escrito en español, que no habrá tiempo para poder recrearlo todo, pero lo que pueda traerse de nuevo a nuestro espíritu, será espacio de paz y armonía para nuestras vidas. De Lope se decía que inexplicablemente, ni escribiendo todo el día durante toda su vida pudo haber escrito todo lo que escribió ¿Milagro? A lo mejor. Lo importante es que al fin y al cabo, la obra la dejó puesta para que el hombre después de él la disfrutara.