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La búsqueda de desaparecidos por la erupción en Guatemala está en una encrucijada

Escuintla/AFP

Edgar Calderón / Henry Morales Arana

La búsqueda de casi 200 desaparecidos por la potente erupción del volcán de Fuego en Guatemala se vio dificultada el viernes por nuevos deslizamientos que obligaron a evacuar la zona, donde al menos 109 personas murieron en la tragedia ocurrida el domingo pasado.

Ese día, una potente erupción del volcán sepultó bajo toneladas de ceniza y arena caliente a la comunidad San Miguel Los Lotes, en el sureño municipio de Escuintla, pero las autoridades no han descartado la posibilidad de seguir buscando víctimas.

Sin embargo, en la práctica las tareas de rescate están suspendidas desde la tarde del miércoles por lo inestable del terreno debido a las fuertes lluvias y porque aún existe material caliente en el área devastada.

Los protocolos internacionales establecen que después de 72 horas de una tragedia se deben suspender las operaciones de búsqueda, al considerar que ya no hay posibilidades de encontrar sobrevivientes.

David de León, vocero de la Coordinadora para la Reducción de Desastres (Conred), afirmó que se evacuó toda la zona devastada debido a nuevos descensos de flujos piroclásticos este viernes.

El volcán, de 3.763 metros de altura y situado a 35 km al suroeste de la capital, registró el domingo su erupción más fuerte de las últimas cuatro décadas, que dejó al menos 109 muertos y 197 desaparecidos en medio de un explosivo flujo de rocas ardientes, gases y ceniza.

La furia desatada por el coloso dejó además 58 personas heridas y 12.407 evacuadas, de las cuales 3.710 permanecen en albergues, según el último balance divulgado por la Conred, ente estatal a cargo de protección civil.

Maquinaria pesada

El jueves, socorristas, policías y soldados no pudieron ingresar al área de impacto, pero sí lo hizo la maquinaria pesada para comenzar a retirar escombros y a limpiar la llamada «zona 0».

Ante la suspensión de las operaciones de búsqueda y rescate, algunos familiares de víctimas se arriesgaron y entraron por su cuenta al sitio de la tragedia, pese a la restricción anunciada por la policía.

Entre súplicas y llantos, unos 20 familiares se desesperaban y rogaban a las autoridades que los dejaran entrar y buscar por sus propios medios a las víctimas en el último cordón de seguridad.

«Hay que buscar, hay que buscarlos por favor», gritaba casi ahogada en llanto Norma Ascón, de 34 años, quien junto a su hermano José (30), quiere buscar a sus 30 familiares desaparecidos, entre ellos padre, abuelos, tres hermanos y sobrinos.

Juan Toma, un albañil de 40 años, vestido con una camiseta celeste, intentaba también sin éxito convencer a un policía dejarlo pasar pues tiene desaparecidas a sus dos sobrinas.

Desconfiado de las pruebas de ADN que realizan los médicos forenses para identificar a las víctimas, Toma quería llegar hasta el lugar donde estaba su casa porque «me van a dar un cadáver que no es mi familia».

Se resisten a salir

Subida en una motocicleta con su esposo, Vanessa Hernández, de 25 años, intentaba llegar a la comunidad Trinidad y llevarle alimentos y pañales a sus familiares que no quieren salir del lugar.

«No tienen comida, vine a dejarles un poco», dijo con una bolsa con sopas instantáneas. Vanessa y su esposo son de la misma comunidad y están en un albergue desde el lunes.

Un grupo de pobladores se aferran a la tierra y se niegan a salir de sus comunidades a pesar de las advertencias de nuevas explosiones del coloso que pueden provocar desprendimiento de sedimentos volcánico que pueden provocar más destrucción.

El viernes, el volcán lanzó flujos piroclásticos, compuestos por gases tóxicos, piedras y materia volcánica, que bajan a gran velocidad y arrasan con todo lo que encuentran a su paso, según el Instituto de Vulcanología (Insivumeh).

Los familiares de las víctimas por momentos discuten airadamente con policías y soldados, mientras el volcán volvía a hacer erupción, observó un periodista de la AFP.

Faustino López, de 80 años caminaba apoyado con un bastón para regresar al salón municipal de Escuintla, donde está albergado tras realizar una diligencia en su vivienda afectada.

Dice que fue a darle de comer a sus gallinas y perros en la colonia Santa Rosa, que fue evacuada. «Ya quiero que se calme todo esto», señaló mientras caminaba lentamente con la esperanza de que algún vehículo se detuviera y lo regresara a Escuintla, a unos ocho km de distancia.

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