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LA CIENCIA Y SU RELACIÓN CON EL LENGUAJE

Eduardo Badía Serra,

Director de la Academia Salvadoreña de la Lengua.

¿Debe existir relación entre ciencia y lenguaje? Si lo racional está a la base de la ciencia, entonces la relación entre ciencia y lenguaje es de orden fundamental, puesto que el lenguaje permite que la ciencia se exprese, que sea comunicable, una de las características fundamentales, esta, del conocimiento. Como dicen Habermas y Appel, “la pregunta por la racionalidad se resuelve en la argumentación”. Muchos filósofos y científicos reconocen esto. Para Feyerabend, por ejemplo, “el lenguaje está a la base de la racionalidad, por lo que se le toma como el criterio de lo racional”, al margen de que ello provoque oposiciones insalvables, como la del lenguaje/objetos, la del mito/ciencia, la de la teoría/práctica. Para Wittgenstein, todo está delimitado y justificado en el lenguaje.

Appel justifica esta relación sobre la base de una pragmática del lenguaje, según la cual la racionalidad reflexiva es la única forma de entender la autofundamentación de la filosofía y la fundamentación de la racionalidad científica. Habermas lo hace sobre la base de la racionalidad comunicativa: La teoría del conocimiento necesita, paralelamente a la razón instrumental, de dicha racionalidad comunicativa, una acción comunicativa que además de la preocupación de la teoría del conocimiento por el sentido trascendental del conocimiento finito restringido a fenómenos, (racionalidad instrumental), se preocupa ahora de preformar el sentido específico de las dos formas del conocimiento, el nomológico y el hermenéutico. En el contexto crítico, la expresión cognitiva básica son los intereses rectores del conocimiento que se mueven en un marco trascendental que es, para las ciencias de la naturaleza, la acción instrumental, y para las ciencias del espíritu, la acción comunicativa. Los hechos no son objetos existentes que experimentamos en su verdad, sino estados de cosas que existen como contenidos de proposiciones, por lo que su verdad es problemática, objeto de discusión. En este contexto, los discursos sirven para comprobación de la pretensión de validez problematizada por las opiniones: los hechos quedan bajo reserva de existencia.

El pragmatismo, (Pierce), establece una vinculación entre la realidad y la lógica del lenguaje, es decir, aquellos estados de cosas representadas en inferencias convincentes. Lo que es realidad tiene que ser definido en términos de lenguaje. El conocimiento va a terminar de hecho reduciéndose a la lógica del lenguaje. Puede, por tanto, la realidad, definirse en términos del lenguaje, aunque la estructura del lenguaje no pueda dar cuenta, sin más, de lo que es la realidad. El planteamiento pragmático de que el lenguaje es la base de la realidad, conforma un modelo simbólico de la realidad.

Para el neopositivismo, relativamente al lenguaje se desarrollan las ciencias formales, que tienen su base en los lenguajes tautológicos. Relativamente a los hechos se desarrollan las ciencias reales, empíricas, que tienen su base en la constitución de un conjunto de proposiciones verificables. Según el Círculo de Viena, las ciencias versan sobre hechos y consisten en procesos lingüísticos. Un hecho carece de cientificidad, lo que es científico es la proposición protocolaria que lo establece, lo que lleva a determinar que las ciencias son lenguajes bien hechos que tienen una estructura autónoma. Según Carnap, la sintaxis lógica es convencional, pues la lógica por sí misma carece de sentido, la semántica proporciona la articulación entre lenguaje y hechos, y la pragmática es oscura.

Para Popper los lenguajes científicos son formaciones sustantivas, no arbitrarias, emanan de fuentes propias, (a veces de mitos). El aprendizaje en el “Mundo 3” de Popper, el mundo de los contenidos objetivos del pensamiento, dice él mismo, no es natural sino social y cultural, exige un lenguaje, y el aprendizaje del lenguaje es un proceso, su base es genética y evoluciona por selección natural, pero su desarrollo es natural.

Mario Bunge, por su lado, afirma que los científicos tienen que objetivar las ideas mediante signos que pertenecen a un lenguaje. Para ello, las ciencias pueden usar algunos signos del lenguaje natural, pero necesitan crear lenguajes artificiales que son signos particulares de cada ciencia. Los lenguajes artificiales pueden ser conceptuales, como la notación aritmética, y no conceptuales, como la notación musical. Hay niveles de lenguaje: Lenguajes/objeto, metalenguajes. Uno de los tres niveles de la ciencia, el nivel lingüístico, según Bunge, es precisamente el que establece relaciones de designación con el segundo nivel, el conceptual, y de referencia con el tercer nivel, el nivel físico. El nivel lingüístico es el de los términos, frases, sentencias y lenguajes. El nivel conceptual es el de los conceptos, las proposiciones, las teorías. El nivel físico es el de las cosas, de los hechos, de las propiedades, de las conexiones. El lenguaje científico, dice Bunge, no contiene solamente términos que designan hechos singulares y experiencias individuales, sino también términos generales que se refieren a clases de hechos. La generalidad del lenguaje de la ciencia no tiene, sin embargo, el propósito de alejar a la ciencia de la realidad concreta.

Es importante, pues, la relación entre lenguaje y ciencia. En general, la filosofía del lenguaje apunta actualmente como una de las ramas de la filosofía de más actualidad y de mayor desarrollo, aunque en mi opinión, el estudio de las relaciones filosofía/lenguaje se ha extremado y desnaturalizado a veces, a grado tal que termina oscureciendo en alguna medida los objetivos y el  sentido mismo del hacer filosófico y científico.

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