Carolina Cárdenas Jiménez,
Escritora colombiana
Las ciudades son grandes vitrinas en donde la arquitectura, los grafitis, las plazas de mercado, los parques, los mercados de artesanías, los restaurantes nos muestran la intrincada complejidad de una cultura, sus habitantes y un país. Son territorios donde se expone la mirada actual del arte a través de los grafitis y, por supuesto, la visión política de los artistas. Son espacios donde se nos presenta cada calle, cada escultura, instalación o una exposición de fotografías como un continuo regresar a la historia.
No sólo los museos, teatros, centros culturales y bibliotecas muestran el pasado con sus complejidades y las grandes civilizaciones que han existido sino que en las avenidas también se puede visualizar y percibir el devenir del hombre que está marcada en las paredes y en las construcciones.
Estos grandes monstruos de asfalto son el gran eco de nuestros intelectuales, artistas y científicos. En ellos se esculpe el pensamiento de cada época, la cosmovisión y las tradiciones congeladas de las culturas.
Son memoria, presente y un tiempo posterior. Es una célula, un ser vivo en movimiento y que se metamorfosea. Transformándose con el espíritu de los hombres, con sus creaciones y las diversas maneras de ver el mundo. Cada ladrillo, piedra, tejado, columna nos cuenta una historia, un tiempo y una visión particular o general de la existencia que se esconden en su materia.
La ciudad es un espacio donde todo es un signo, el cual está puesto para ser leído y dar respuestas a una generación sobre las diversas vicisitudes de la historia del hombre y de una determinada época. Las urbes se levantan como huellas y raíces de una civilización. Libros abiertos donde se leen los pasos de toda una cultura y árbol genealógico de los pueblos. Terreno de voces y silencios, son sombras del tiempo y claridad de los días venideros. Estos seres de asfalto encierran en sus bases la espiral y la linealidad de los días.
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