LA COLA LECTORA

 

MVM

 

 

La costumbre es que un banco esté lleno el día de pago, que por lo general es los días 15 y 30 en la mayoría de países. Sin embargo, el martes 4 de marzo el banco estaba lleno. Como se acerca una fecha especial me he dejado crecer la barba y me he cortado el cabello, vestía una camiseta con cuello verde y un pantalón de mezclilla. Entré con serenidad a la institución me percaté que la fila para esperar turno estaba llena, era el número 20. Con mi paciencia y mi observación como instrumento para no desesperarme. Había gente de todo tipo esperando: albañiles, vendedores ambulantes, estudiantes, abogados y no sé que otras profesiones u ocupaciones. Todos estoicos frente a las horas, pero pacientes (increíble) esperando para cambiar sus cheques, pagar algún servicio o como yo para pagar la universidad.
Lo normal en las colas pronunciadas es que más de alguno deserta de su misión por falta de tiempo para continuar aguardando turno, pero hoy fue la excepción: nadie se marchó.
De repente frente a mí observó que un señor leía con atención un libro. No pude ver el título y como el hombre estaba tan concentrado no quise preguntarle. Pero no era el único lector, más adelante una jovencita menuda y de lentes leí con emoción un libro acerca de los Secretos de la Iglesia. Tras de mí un sujeto que con seguridad era un mensajero hojeaba las páginas del diario Co Latino, un periódico intelectual y literario de El Salvador. Y casi al principio de la cola una señora que bien cabe en dos caballos leía los titulares de un matutino. Esto no debería extrañar a nadie si viviéramos en un país con una demanda de lectura, pero no, en El Salvador eso es tan raro como un iceberg en el desierto de Sonora. Los sujetos leían y leían y yo quería participar en el idilio con algún libro, casi siempre llevo uno para leer en las colas, pero esta vez lo olvidé.
Es posible que en nuestros dorados tiempos en los que el tiempo es tan corto como el cuerpo de una hormiga se haya vuelto necesario aprovechar los pocos minutos de una cola bancaria para aprender un poco más. Tal vez estamos a la puerta de una nueva época en que la lectura nos desahogara los momentos de tensión en el banco, el autobús, las salas de espera, y dejaremos de observar al vacío y de divagar en nuestras vidas. Sólo quizá, porque esto aún no es comprobado.
Al terminar mi trámite observé que las personas continuaban leyendo, mientras los que estaban alrededor observaban con curiosidad los libros y los diarios como si se tratara de joyas extrañas. Es posible que ese quizá se convierta en un tal vez sí. Al menos eso esperamos los que disfrutamos leer y que nos lean.

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