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La conciencia ambiental no vale 30 y 80 dólares

Por Leonel Herrera*

El principal problema de los mercaderes es creer que todas las cosas tienen un valor monetario. Piensan que todo se puede comprar o vender con dinero. En su avaricia y ambición malsana le quieren poner precio hasta a la dignidad y a la vida humana.

Siguiendo esta lógica, Nayib Bukele parece ponerle precio a la conciencia ambiental de la mayoría de salvadoreños y salvadoreñas, comprando con un monto máximo de 30 y 80 dólares el rechazo a la minería metálica expresado de manera abrumadora por la población, especialmente en redes sociales.

En ocasiones anteriores, sobre todo en campañas electorales, el autócrata salvadoreño ha comprado la voluntad de la mayoría de personas con paquetes alimentarios (varias veces) y con la entrega de 300 dólares en efectivo (en una sola ocasión). Así ha logrado mayoría absoluta en la Asamblea Legislativa dos veces y reelegirse inconstitucionalmente en una ocasión.

Para que la población aceptara el Bitcoin y utilizara la Chivo Wallet, Bukele otorgó un bono de 30 dólares por persona en la criptomoneda; aunque en esta ocasión no logró su propósito, pues mayoría de la gente retiró el bono pero no volvió a usar la billetera electrónica y siguió desaprobando el uso del criptoactivo. Todas las encuestas confirman que no menos del 70% de la población sigue rechazando el Bitcoin.

Ahora que la mayoría de la población critica la derogación de la prohibición de la minería metálica y se opone a la reactivación de los tenebrosos proyectos extractivos, el presidente ilegal anuncia que pagará los recibos de agua y de electricidad del mes de enero al 95% de la población, por montos de hasta 30 y 80 dólares, respectivamente. Ese sería el precio de la conciencia ambiental de la mayoría de la población salvadoreña.

Con este “favor” (que será financiado con nuestros impuestos o con algún préstamo que pagaremos después), Bukele piensa revertir el amplio rechazo ciudadano a la explotación minera y, además, aplacar el descontento popular por los masivos despidos injustificados en el sector público, las nuevas multas de tránsito y otras situaciones que generan malestar en la población.

El cálculo del gobernante autoritario es que, contenta y agradecida por esa “ayuda”, la población se dejará imponer los proyectos mineros y no le importará quedarse después sin agua, enfermarse o morir.

Sin embargo, el tiro le ha salido por la culata. En redes sociales crece el descontento de gente indignada por el desprecio presidencial a su conciencia ambiental, una conciencia ambiental basada en la convicción de que no se puede vivir sin agua y que la salud, la conservación de los ecosistemas y la continuidad de la vida no tienen precio.

Así como desconoce los daños de la minería del pasado, Bukele parece también ignorar que el No a la Minería está fuertemente arraigado en el imaginario social porque el país ha debatido el tema durante casi 20 años, logrando ganar las demandas de las transnacionales mineras en un tribunal internacional y aprobando por unanimidad una ley de prohibición definitiva de dicha industria extractiva.

Al insistir en la reactivación de la minería, el presidente inconstitucional se muestra totalmente desconectado de la realidad, no sólo en relación a la inviabilidad de los proyectos extractivos en el país, sino con respecto a la opinión de la población. Según la encuesta de la UCA publicada en diciembre, para el 60% de la gente el país no es apropiado para la minería metálica, el 70% sabe que la explotación minera causa daños ambientales, el 91% dice que no trabajaría en minería y el 95% cree que es peligroso vivir cerca  de una mina.

Si la mayoría de la población apoya al gobierno y esa misma mayoría también rechaza la minería, significa que este rechazo viene de las propias filas del oficialismo y no solo de sectores críticos o de oposición. Por tanto, si Bukele se empecina, de manera necia e irresponsable, en avanzar con los proyectos extractivos, perderá apoyo con su propia base y eso podría ser el inicio del fin de su régimen autoritario.

La otra opción sería que, por esta única vez en su vida, el gobernante autocrático tuviera la humildad y la certeza de admitir que se equivocó y pudiera rectificar. Los obispos de las iglesias históricas le hicieron esta semana el llamado a desistir de sus pretensiones mineras y a sumarse al proyecto de la vida que es respaldado por la mayoría de la población.

Ojalá que así fuera. Que por el bien del país, y por su propio bien, Bukele rectificara.

*Periodista y activista  ambiental.

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