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La construcción del sujeto popular

Iosu Perales

En muchos municipios rurales y en muchas barriadas deprimidas de nuestras ciudades la derecha obtiene sistemáticamente muchos votos. La pregunta que cabe hacerse es ¿por qué sectores de la población que han sido tan perjudicados a lo largo de sus vidas, pilule primero por unas pocas familias dueñas de todo y después por las políticas neoliberales de los gobiernos de la derecha tienen ese comportamiento? Pareciera que es un despropósito y, viagra sale sin embargo, no lo es. En los imaginarios populares tienen mucho peso las culturas subordinadas a las clases dominantes que vienen de tiempos remotos; también la influencia de valores tradicionales conservadores que ven en las izquierdas una amenaza a sus creencias; cuenta asimismo el clientelismo tan extendido históricamente en el país; y por supuesto la ignorancia que desconoce las responsabilidades reales de las derechas en su vidas concretas. Esto explica que sectores populares explotados, sometidos, humillados, empobrecidos, voten a partidos que son la causa de su mal vivir.

Nos encontramos en consecuencia con el siguiente hecho: los sectores populares que votan a las derechas han construido desde su modo de pensar automático fronteras que los separan de las izquierdas. Cuanto más radicales sean los mensajes de las izquierdas dirigidos a estos sectores más rechazo obtendrán. Esto viene a decir que el papel de la cultura y la subjetividad de los actores sociales están en el centro de la pugna sociopolítica y por la hegemonía cultural y política. De modo que el trabajo político por la  hegemonía y la estrategia socialista hacia la transformación profunda del país necesita llegar y persuadir a estos sectores populares, pues no se hace solamente con los incondicionales. La derecha salvadoreña pretende ser propietaria del voto de estos sectores que no votan izquierda pero quienes estamos por el cambio queremos ganar a la inmensa mayoría del país. Los de abajo frente a los de arriba.

La izquierda salvadoreña no debe conformarse con ganar por los pelos las próximas elecciones presidenciales. Debe tratar de canalizar el descontento mayoritario, incorporando a la acción política del cambio a sectores colocados habitualmente en el campo electoral de las derechas. Esto plantea adoptar una visión constructivista apoyada en una ambiciosa aspiración: aislar a las elites dominantes y generar en el campo popular una identificación que con sus mensajes vaya uniendo a la ciudadanía en la deslegitimación de las clases dominantes. Planteado de una manera clara: el proyecto transformador, emancipador y popular, ha de ir dirigido no sólo a la gente que se considera de izquierda, sino a la mayoría de la gente descontenta, crítica con sus condiciones de vida. No olvidemos que los anhelos por una vida mejor, por un legado mejor para nuestros hijos e hijas es algo común a todos los sectores populares, voten lo que voten.

No estoy proponiendo esconder el eje izquierda/derecha como el que debe delimitar dos proyectos ideológicos y políticos antagónicos. Lo que estoy diciendo es que hay que priorizar un nuevo discurso cuyos ejes constituyan el cemento de una nueva unidad popular: ”democracia y ciudadanía frente a casta y oligarquía”.  Los de abajo discutiendo la hegemonía y el gobierno del país a los de arriba.

Como he propuesto en otras ocasiones lo anterior plantea la necesidad de una buena gestión de la relación entre ideología y política. Algo que la izquierda no siempre ha sabido hacer bien. El secreto de una acertada praxis consiste en implementar una acción política extensiva a toda la sociedad y en particular a los sectores populares, construyendo un cauce político para las demandas insatisfechas para lograr un proyecto transformador que debe contar con los mejores ideales de justicia e igualdad, flexibilizando y rebajando si es preciso el discurso de izquierda a fin de desactivar los esfuerzos sectarios de la derecha.

Este es un enfoque propio de una etapa de revolución democrática. El trabajo por modificar la correlación de fuerzas activando un fuerte movimiento popular plural pero cohesionado en torno a la relevancia de la cultura democrática y de la justicia social, necesita de otro proceso paralelo que evite ambigüedades o significados distintos y contradictorios: avanzar en un esfuerzo específico reflexivo, de estudio, para avanzar en una teoría social crítica y emancipadora que sirva para dotar a lo popular de una misión estratégica como es el conseguir el cambio social y político de progreso.

Sé muy bien que la relación entre ideología y política contiene una tensión permanente. Pero rara vez triunfa, por la vía electoral, un partido que vuelque en su discurso toda su ideología. Me atrevo a decir, en todo caso, que las ideologías son necesarias para que la política no desvaríe, como es conveniente su reconstrucción en una época histórica en que las certidumbres dominantes hasta ahora están dando paso a un progresivo debilitamiento de las ideas, a una “babelización” del pensamiento. Por eso es tan urgente abrir reflexiones y debates que orienten un fortalecimiento de las ideas aspirantes a un sistema mejor, a un país mejor. Una democracia sin valores, sin ideas progresistas, sin una ideología que pivote en torno a la justicia social (el Buen Vivir), es una democracia a la deriva, una democracia inerme, incapaz de  regenerarse ante nuevas situaciones. Pero si la puesta en valor de la ideología es necesaria, también lo es aquello en lo que vengo insistiendo: la ideología debe ser contenida cuando se trata de avanzar hacia una nueva hegemonía. Ernesto Laclau (Hegemonía y estrategia socialista hacia una radicalización democrática, 1987) plantea este asunto de manera densa y apasionante. Si queremos lograr que una mayoría social, popular, del país, se sume a un proceso de cambio hemos de entender la importancia de llevar a cabo interpelaciones transversales a una mayoría social descontenta. Una mayoría que está presente también en los caladeros de voto de la derecha.  Ah! Para no defraudar a mis amigas y amigos termino afirmando que el Buen Vivir o si se quiere el Socialismo del Buen Vivir, da magníficas herramientas para trabajar en la construcción del sujeto popular.

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