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La contracumbre «abierta» como respuesta a un G7 «bunkerizado»

Irún / AFP

Benoît Petit

«¡No nos callaremos!». La contracumbre del G7 que arrancó el miércoles en Irún (España) y Hendaya (Francia) pretende ser la caja de resonancia de la oposición a la cumbre de las mayores economía occidentales este fin de semana en Biarritz.

Unas 200 personas y decenas de organizaciones asistieron a la inauguración de esta reunión alternativa para tres días de intercambios y debates, antes de una manifestación que partirá el sábado de Hendaya y la ocupación de plazas públicas el domingo cerca de Biarritz, en el suroeste de Francia.

«Para nosotros, dos mundos se opondrán esta semana», explica Aurélie Trouvé, portavoz de Alternatives G7. «En Biarritz, siete jefes de Estado en su torre de marfil, rodeados por un enorme dispositivo militar y policial, cortados de la población. Y en Hendaya, un contra-G7 abierto, plural y reivindicativo, con una gran diversidad de organizaciones vascas, francesas e internacionales que comparten valores y esperanzas».

Según ella, el presidente francés y anfitrión, Emmanuel Macron, ha mostrado un «gran cinismo» al poner como tema principal del G7 la lucha contra las desigualdades, mientras que «destruye todos los mecanismos de solidaridad» y «los derechos sociales» en Francia.

«Estoy aquí para informarme. ¡No todos los días hay un contra G7 en Francia!», explica a la AFP Mathias, un estudiante de doctorado en ecología de 28 años, oriundo de Toulouse (suroeste), que deambula en los pabellones de la feria Ficoba, que acoge esta contracumbre.

Como la gente que viene de «Ginebra, Bretaña y otros lugares», se está quedando en un «campo» especialmente acondicionado para recibirlos en Urruña, cerca de Hendaya, que puede albergar a unas 10.000 personas. Esta es la cifra que los organizadores esperan reunir en la contracumbre.

– ‘Ya es una victoria’ –

«Representamos el 99%», frente al 1% más rico, explica Sébastien Bailleul, uno de los organizadores. Para él estar aquí «ya es una victoria» para movimientos tan diversos cuyo punto en común es querer una «transformación social radical».

Antes del inicio del primero de los 100 debates y talleres previstos, Olivier Besancenot (Nouveau parti anticapitaliste, Francia) denunció ante los periodistas «un orden mundial encarnado de manera caricaturesca por una especie de junta autoritaria que decide por la mayoría de la humanidad y lleva al planeta contra la pared».

«No queremos este mundo en el que 26 multimillonarios poseen más que 3.700 millones de personas», dice este excandidato presidencial francés.

Besancenot acusó al presidente Macron de hacer la «misma apuesta» durante el G7 que durante la crisis de los «chalecos amarillos»: «intentar demostrar fuerza para asegurar su autoridad», en referencia a los 13.200 policías que serán desplegados para velar del 24 al 26 de agosto por la seguridad.

«Para perpetuarse, este sistema neoliberal necesita cada vez más represión», coincide Eric Coquerel, del partido de izquierda radical francés, La France Insoumise (Francia Insumisa).

Los organizadores aseguran que abogan a favor de una cita pacífica. «Si hay violencia en nuestras filas, la manejaremos», afirma Bailleul. Pero si se producen otros actos violentos, la culpa será del Estado (francés), que durante meses ha demostrado que su gestión de las manifestaciones no es proporcionada».

En los últimos días, pequeños grupos, principalmente antifascistas y anarquistas, han abandonado la plataforma oficial de la contracumbre, por considerarla demasiado controlada por el Estado, para expresarse fuera de este marco y no se excluye la presencia de «black blocs» (anarquistas violentos).

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