Toño Mejía
Si el partido ARENA y su taxi el PCN, el PDC y GANA se salen con la suya, aprobando la nueva ley del agua presentada por la derecha privatizadora mercantilista y corrupta, van a cometer el mayor error político de su vida, y más, si se atreven a entregársela a la ANEP, para que sea el ente rector habiendo organizaciones más honradas, más cercanas al pueblo.
En la Asamblea durante más de tres años se discutió una ley, con muchos artículos ya consensuados con el pueblo salvadoreño, y no va a permitir arreglos sucios y oscuros en su contra y va a dar la pelea y fuerte.
Luis Cardenal Somoza Debaile, presidente de la ANEP, es nicaragüense, no es ni nunca ha sido amigo del pueblo salvadoreño, es peligroso, sus asociados son explotadores, su único interés es hacer dinero de cualquier manera ilícita si hay oportunidad y porque tienen a su servicio la justicia jurisdiccional y la Fiscalía. Luis Cardenal es sobrino del dictador nicaragüense Anastasio Somoza Debaile, asesino de campesinos y obreros; los sindicalistas y sus dirigentes eran asesinados; Somoza y la gran empresa privada se robaron los bienes del pueblo nicaragüense, las comunicaciones, las tierras, la banca, el agua; con todos estos antecedentes de lo ocurrido en Nicaragua, hay que sacar a la ANEP de cualquier arreglo oscuro con el agua.
Por último, el agua es vida, pertenece al pueblo, es pública, no es mercancía, no es negociable.
La empresa privada se la roba, se la roba de los manantiales para envasarla y venderla cara al pueblo salvadoreño, no le pertenece a la Constancia ni a las transnacionales; la Coca Cola es veneno, la cerveza es embriagante, es una maldición que mata, causa accidentes.
El pueblo salvadoreño y todas sus organizaciones sociales, Iglesia, academia, sindicatos decentes del pueblo, no los comprados por la ANEP, como los sirvientes del salario mínimo, tienen que defender su derecho inalienable al agua y si ARENA, el PCN, el PDC y GANA aprueban la ley del agua de la derecha, traicionando una vez más al pueblo salvadoreño, serán condenados al sepulcro político y con peligro de mandarlos a la hoguera.