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La COVID-19 “me estaba matando”, detalla migrante contagiado en centro de detención de EE. UU.

GUATEMALA/Xinhua

El guatemalteco Heraldo Malumbrez narró que se contagió de COVID-19 en un centro de detención de migrantes de Estados Unidos, mientras lidiaba con el dolor de alejarse de su familia ante su inminente deportación al país centroamericano.

Malumbrez, de 38 años, contó que llevaba tres meses en el centro de detención en el poblado de Florence, Arizona, cuando el virus lo golpeó con síntomas que lo hicieron sentir que moriría y por los cuales fue hospitalizado.

“Me estaba matando prácticamente despacio”, indicó el migrante tras describir su cuadro de “dolor de cabeza, fiebre, dolor de cuerpo, dolor de huesos, ascos, malestares, vómitos todos los días. Sin hambre, no sabor, no olor, nada más quería pasar durmiendo, y (sintiendo además) la presión de pulmones”.

El hombre fue ingresado en el recinto ubicado en el condado de Pinal, bajo responsabilidad del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés), en abril pasado para su deportación a Guatemala tras 24 años en Estados Unidos.

Explicó que tenía 14 años cuando migró con sus padres al país norteamericano y tiempo después la familia obtuvo residencia, pero él perdió el estatus legal tras ser detenido por tercera ocasión conduciendo su automóvil bajo la influencia del alcohol en Las Vegas, Nevada, donde vivía.

La vida del padre de cuatro hijos y empleado de una imprenta en la ciudad turística cambió por cometer las citadas ofensas, pues pasó dos años en una prisión de Nevada y después fue enviado a Florence bajo la custodia del ICE, según relató.

“Me dijeron que lastimosamente tenía que perder todos mis papeles por los errores que había cometido”, dijo a Xinhua Malumbrez en un albergue en Guatemala tras su deportación.

En las fechas en las que el migrante ingresó al centro de detención en Florence la propagación de la COVID-19 comenzaba su rápido crecimiento en Estados Unidos, el país más afectado por la pandemia a nivel global, sin que las instalaciones a cargo del ICE fueran una excepción.

La agencia estadounidense reportaba a la fecha más de 6.600 migrantes infectados y ocho fallecidos por COVID-19 en centros de detención en todo el país, con los cuatro recintos en Arizona superando los 700 casos.

“Nunca me tocó vivir eso (la pandemia) en la calle, pero me tocó vivirlo personalmente (…) Fue una situación muy incómoda y muy fea la que pasé en Arizona”, relató el centroamericano tras calcular que la instalación alojaba a cerca de unos 1.000 detenidos.

Dijo que convaleció varios días en una habitación “como de vidrio” junto con otros tres detenidos también contagiados del virus, recibiendo un tratamiento médico de suero y antibióticos que le eran inyectados en el estómago.

La sensación de ahogo a causa de la infección impedía al guatemalteco hablar por teléfono con su esposa o sus padres, con quienes mantenía una cercana relación porque vivían en la misma ciudad.

“Lo que más me duele es estar lejos de mis hijos, de mi señora y de mis padres también (…) Mis hijos, desde que nacieron, siempre estuve cerca de ellos”, expresó.

ICE ha enfrentado numerosos señalamientos de congresistas y defensores de migrantes por su gestión de la COVID-19, ante contagios en decenas de centros de detención, aunque la agencia gubernamental se ha defendido afirmando que toma las medidas sanitarias necesarias.

El escándalo por posibles esterilizaciones no autorizadas a mujeres en el recinto del condado de Irwin, Georgia, se destapó en septiembre pasado por el testimonio de una exenfermera de la instalación, Dawn Wooten, que denunció malas prácticas y falta de medidas ante la COVID-19.

El centro de detención del condado de Irwin “permitió, a sabiendas, la deportación de un inmigrante que dio positivo por COVID-19 a México”, expuso, entre otras situaciones, la queja de Wooten y organizaciones civiles ante el Inspector General del Departamento de Seguridad Interna.

   Guatemala, El Salvador y Honduras establecieron albergues para que los migrantes deportados por el ICE cumplieran una cuarentena apenas bajaran del avión, registrándose en marzo y abril pasados decenas de positivos por COVID-19, al menos entre los guatemaltecos.

Desde que Estados Unidos lo deportara a inicios de septiembre pasado, dos meses después de su contagio, Malumbrez ha convertido en su casa temporal el albergue donde el Gobierno guatemalteco confina a los deportados, cerca del aeropuerto de la capital Guatemala.

“No me gusta estar en la calle, me desespero mucho de estar allá afuera (…) No conozco a nadie, no conozco la capital, entonces, es un poco duro”, planteó.

Después de más de dos décadas fuera de su país, el migrante explicó que no tiene ni conocidos ni documentos básicos, como el acta de nacimiento que constataría que es originario del departamento de Izabal (noreste).

Las autoridades permitieron que continuara en el albergue y a cambio Malumbrez apoya como voluntario en la atención a los deportados, mientras intenta conseguir empleo en Guatemala y decide los siguientes pasos para poder reunirse con su familia en un futuro.

“Estoy hablando de la decisión de tratar de regresar para el otro lado, sea por todas las leyes o ilegalmente, pero honestamente ilegalmente yo creo que le saco un poco por todo el peligro”, comentó.

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