José Acosta
La destrucción del bosque y la biodiversidad, prescription la disminución de la calidad y cantidad de agua, la erosión de los suelos, la contaminación del aire, y la inadecuada disposición de los desechos sólidos, figuran en el menú de problemas ambientales de El Salvador. Esta realidad debe entenderse como el resultado de un proceso histórico de acumulación de capital a costa de la naturaleza y no solamente como un asunto coyuntural.
La tala de zonas boscosas ha sido una práctica despiadada y sistemática, muchos lugares que producían agua limpia y aire fresco pasaron a la historia y ahora son gruesas capas de asfalto y concreto, por ejemplo en la Finca El Espino se han construido tres grandes centros comerciales, un proyecto habitacional y dos carreteras. Es de recordar que en el 2007, el ex ministro de Obras Públicas, David Gutiérrez, le asestó la última puñalada de muerte al talar 10 manzanas de bosque.
La zona baja de la Cordillera El Bálsamo, así como diversas fincas de café ubicadas al sur de la ciudad de Santa Ana y muchas otras regiones del país con alto potencial ecológico han corrido la misma suerte al convertirse en urbanizaciones, zonas industriales o centros comerciales, sin que nadie haga nada para detener estos crímenes contra la naturaleza.
De esta manera El Salvador se ha convertido en el país de América Latina con el más alto grado de deterioro ambiental, El Ministerio de Medio Ambiente reporta que más del 80% del territorio está deforestado y la escasa cobertura vegetal apenas constituye el 1.1% de la masa boscosa de Centroamérica. La destrucción del bosque ocasiona múltiples problemas, uno de los más inmediatos es la pérdida de capacidad de producir agua, obviamente un territorio deforestado no favorece la infiltración y por tanto los mantos acuíferos disminuyen.
Además de la deforestación otro problema que incide directamente en la escasez de agua potable son los altos niveles de contaminación de las fuentes superficiales; El Salvador posee 59 cuerpos de agua mayores de 5 hectáreas, además 360 ríos, no obstante todas estas fuentes de agua están contaminadas producto de una vergonzosa cultura ambiental en la que se considera a los cuerpos de agua como receptores de cualquier tipo de desechos sólidos y líquidos.
Por otra parte existe una actitud de despilfarro, no solo en las residenciales más exclusivas, si no también en los sectores populares en donde pasan semanas sin que les caiga una sola gota de agua, pero cuando por fin llega, se desperdicia sin ninguna consideración. Tan grave como el desperdicio es la injusticia que se da en el uso del recurso, mientras cientos de familias se ven obligadas a generar cierres de calles en protesta por la falta de agua, las empresas que fabrican bebidas carbonatadas y alcohólicas gastan millones de litros al día. Lo mismo pasa en los grandes centros comerciales.
Esta inapropiada relación con el agua, sumada a los impactos del cambio climático, nos ha llevado a una crisis hídrica sin precedentes. Ahora mismo se deben tomar decisiones audaces y valientes para evitar que la crisis adquiera mayores dimensiones.