German Rosa, s.j.
La globalización se ha convertido en el sistema único en el que todos estamos inmersos y tal parece que no podemos ver hacia otro lado…No hay otra opción…Pero, ¿se podrá crear otra opción alternativa? Urge reflexionar sobre nuevos escenarios posibles para la acción ética-política en la actual crisis socioecológica global.
La era del desarrollo se inauguró después de la segunda guerra mundial y se ha extendido hasta nuestros días en el mundo globalizado que todos habitamos. Pero hoy somos víctimas de las consecuencias ecológicas de la flecha implacable del progreso…
Lo que necesitamos es un cambio de estilo de vida y de relaciones con el medioambiente.
Resistir contra el consumismo como estilo de vida. Hundir las raíces en los mantos acuíferos del humanismo y el sentido de responsabilidad y de solidaridad generacional para heredar un ambiente sano y seguro a los niños, los jóvenes y la futura humanidad (Cfr.https://www.diariocolatino.com/necesitamos-un-nuevo-paradigma-para-el-cuidado-de-nuestra-casa-comun/).
Hay que escuchar los gritos y los clamores de los que sufren el impacto directo de la crisis socioecológica y también los de la Madre Tierra. Ante los descalabros causados por el desarrollo y la ideología del progreso ilimitado inherente a la globalización, hoy asistimos a un proceso de resistencia que lo podemos nombrar “posdesarrollo” (Cfr. Mella, P. 2015. Ética del Posdesarrollo. Sto. Domingo, Rep. Dominicana: Instituto Filosófico Pedro Fco. Bonó, Edicionaes Pualinas y Ediciones MSC, pp. 18-19).
Éste es un proceso abierto que se percibe en los dinamismos de los movimientos sociales que buscan el cuidado y la conservación de nuestra casa común. Este proceso de la crítica y de la práctica social del posdesarrollo cuestiona la concepción y el trayecto del desarrollo, sus huellas, las consecuencias y el impacto que ha tenido en todos los ámbitos de la vida personal y social en los cuatro puntos cardinales del planeta.
Ante las crisis socioecológicas producto del desarrollo desenfrenado está emergiendo una ética del posdesarrollo que es una ética para el buen convivir y aprender a vivir sanamente en relación con los ecosistemas. Este proceso hunde sus raíces en las culturas y las civilizaciones ancestrales.
La búsqueda del buen vivir es una experiencia de comunidades humanas en diversas partes del planeta. El Buen Vivir se expresa en distintas lenguas o culturas: sumak kawsay (en Kechwa), suma qamaña (en Aymara) o ñande reko (en Guaraní). También ha sido practicado en otras regiones de la Madre Tierra y se ha expresado de distintas maneras: Ubuntu en África o conocido como Svadeshi, Swaraj y Apargrama en la India. Se podría rescatar y asociar a la filosofía de Aristóteles cuando se refiera a la vida buena o eudaimonia.
El filósofo Pablo Mella nos da luces para construir un mundo con los aportes de las culturas y civilizaciones ancestrales que cuidan y protegen nuestra casa común. Retomamos algunos de sus aportes que pueden inspirar la acción para conservar el medioambiente. Al abordar el tema del desarrollo debemos considerar lo siguiente: los límites discursivos del mismo desarrollo; éste puede ser considerado como un instrumento de poder; visibilizar las desigualdades masivas, los destrozos causados por las actividades extractivas o la misma violencia creciente relativa al medioambiente; cuestionar las ciencias que propugnan un desarrollo acríticamente; estudiar las prácticas y las identidades de los sectores excluidos; promover el diálogo entre los saberes y las ciencias; participar activamente contra las tendencias globales del extractivismo y actividades productivas que potencian la destrucción del medio ambiente; desenmascarar la fatalidad histórica del subdesarrollo porque otro tipo de crecimiento es posible. El arte del buen vivir se puede colectivizar y reformular como “buenos vivires” o “buenos convivires” entre los seres humanos y las culturas con la naturaleza. Desde esta perspectiva no se trata de imponer una concepción única como verdadera y auténtica, sino más bien de propiciar los espacios de reflexión, de búsqueda y las construcciones plurales y radicales que apunten al cuidado de la ecología. Pablo Mella nos ofrece algunas propuestas concretas: asumir la universalidad del encuentro con el otro; descolonizar las instituciones; despatriarcalizar las cosmovisiones; fomentar el cuidado de la reproducción de la vida y no de la acumulación del capital; democratizar desde la raíz la construcción comunitaria y la ciudadanía.
La ética del Buen Vivir es una propuesta abierta y en construcción, abre la puerta para formular visiones alternativas de vida. El Buen Vivir propone un cambio civilizatorio en tanto que opción de vida, que respete, conviva y permita el cuidado de la naturaleza o de nuestra casa común. Desde esta perspectiva se supera la visión antropocéntrica en la dirección de una ética socio-biocéntrica que concibe la Naturaleza como sujeto de derechos. Si aceptamos los derechos de la naturaleza entonces apreciamos las distintas especies no como recursos explotables sino que reconocemos que éstas tienen un valor en sí mismas.
Reconocer los derechos de la Naturaleza tiene grandes implicaciones socioculturales, jurídicas e institucionales. Pues se daría el paso político de considerar como objeto la Naturaleza a ser sujeto de derecho. Pero también se rescataría el derecho a la existencia de los seres humanos. El reconocimiento de los derechos de la Naturaleza originaría un tipo de ciudadanía que se construye en lo social y también en lo ambiental. Es decir, una meta-ciudadanía-ecológica. La índole de esta ciudadanía implica que existan ciudadanías plurales porque dependen de las historias y los ambientes, acogiendo criterios de justicia ecológica que superan la visión tradicional de justicia.
Además de la ciudadanía ecológica y la ciudadanía individual, se recupera y fortalece la ciudadanía colectiva, que surgen de los derechos colectivos de los pueblos y nacionalidades. Todas estas ciudadanías se nutren de lo comunitario y deberían defender y cristalizar los Derechos de la Naturaleza, esenciales para la construcción de los Buenos Convivires.
Los Buenos Conviveres de los seres humanos y las comunidades en la Naturaleza, exigen no solo otra ética, sino que también otras economías, otras relaciones sociales con el medioambiente y una democracia alternativa que cuide y proteja la ecología. De hecho, existen múltiples experiencias propias del Buen Vivir que han subsistido desde la colonización hasta el período de la globalización en la que estamos inmersos.
Hay una sed insaciable de construir una sociedad justa y solidaria a nivel planetario, pero esto solo es posible con la acción creativa. Pablo Mella plantea que, ante el fracaso del libre mercado y la ingobernabilidad en distintos contextos de la globalización: “La acción creativa consistiría, justamente, en mantener un ideal democrático plural, netamente intercultural, que revise constantemente la verdadera función del Estado y retrotraiga la discusión a la búsqueda de una democracia mundial que equilibre las avanzadas neocolonialistas. Igualmente, muestra los efectos desmovilizadores de la idealización política de la sociedad civil” (Mella, 2015, p. 48). La universalidad de la comprensión mutua no implica la aniquilación de las diversas tradiciones culturales ni su cosificación en patrones estereotipados que se van aplicando con el dinamismo del modelo desarrollista. Es importante reconocer la igualdad y la diferencia para lograr el verdadero encuentro entre las culturas. Es obvio que somos diferentes pero iguales en dignidad.
La sensibilidad, el saber hacer con delicadeza y tacto, el cuidado de nuestra casa común, nos impulsan a construir un nuevo sentido para tener una práctica económica, una política, una cultura que vayan en la dirección de un buen vivir y que rompan el esquema desarrollista para dar lugar a un posdesarrollo que revierta las causas de las crisis recurrentes de la ecología en nuestro planeta.
Otro modo de vida es posible. Un modo distinto que nos propone la ética del posdesarrollo o la ética de los buenos vivires. Una experiencia del encuentro y de construcción del futuro asumiendo, enmendando y reconciliándonos culturalmente para ir más allá del desarrollismo hacia una ética del posdesarrollo. Así podemos tener el gusto de compartir la casa común, ecológicamente sana y agradable.
La ética del posdesarrollo apunta a una nueva era que se sale y rompe el esquema y el paradigma del desarrollo. Hay una ruptura y una discontinuidad con el modelo desarrollista. Pero el problema no es de carácter teórico sino más bien de índole práctico para poder resolver los temas irresueltos del modelo desarrollista y poder responder a la premura de la crisis socioecológica inaugurando un nuevo estilo de vida con el arte del buen vivir del posdesarrollo.