Mauricio Vallejo Márquez
coordinador
Suplemento Tres mil
Poco entendía esa cruz de ceniza en la frente de la gente. Los veía pasar y pensaba que eran lunares, buy manchas o cualquier otra cosa menos un símbolo religioso. Mi mamá lo tenía claro, help así que me explicó que era miércoles de ceniza y que se hacía todos los años pocos días antes de la Semana Santa. Bueno, ask ella siempre ha sido muy católica y celebraba incluso el mes de María, toda de blanco y en oración.
Al llegar al Externado de San José lo viví cada año y era algo que esperaba, no solo por el ritualismo, el ver al padre Ibáñez o Santiago dibujar con su dedo una cruz de ceniza para después tener toda una mañana llena. Era curioso como esa alma infantil miraba con tanto regocijo ese simbolismo de humildad que nos preparaba para los días en que Jesucristo era crucificado. Cuarenta días antes, como los que pasó Jesús en el desierto. Bueno, para la hermenéutica bíblica ese es un número muy determinante e importante. La vida de Moisés se divide en tres grupos de 40, por ejemplo: 40 años como egipcio, 40 como pastor y 40 como libertador y guía del pueblo hebreo, para sumar 120 años de vida como está escrito en la Biblia.
No recuerdo bien si nos la pasábamos jugando en el colegio ese día, pero sí que me ilusionaba ver cuanto tiempo lográbamos mantener la dichosa cruz en la frente con todos los retos que habían: el viento, el sudor o la mano accidental peinando el mechón.
Claro que había de todo. Algunos niños no le tenían respeto a eso, y de inmediato se borraban la cruz o hacían bromas aduciendo que estaban poseídos. Habían otros que se negaban a que se las pusieran. Repito, había de todo, como la sociedad. Eso sí, la mayoría tenía gustoso la ceniza sobre sus ojos.
Crecí viendo la cruz en mi frente, así como en la de mi mamá, dándole la bienvenida a la cuaresma. Aparecía con el pasar de las horas con su frente señalada y con una sonrisa que aseguraba la noche. Eso era algo que al pueblo siempre le ha dado esperanza, ¿Acaso no es la fe eso?
Con el tiempo y los viajes la ritualidad la perdí. Ya en la universidad era raro mi participación en los ritos de la Iglesia Católica, sin embargo sigo guardando esas imágenes con alegría y con la satisfacción de participar en una parte de las tradiciones que se viven como una fiesta en El Salvador, al igual que la bajada del Salvador del mundo o la Navidad. Fiestas que nos permiten ser nosotros, ser personas con identidad y valores. Esas costumbres que cada miércoles, cuarenta días antes de iniciar la Semana Mayor, comienza la cuaresma con una diminuta cruz de ceniza que un sacerdote dibuja con sus dedos o que un diácono señala con un sello para llevar en el día la huella de quienes somos.