La cuadra de la noche
Mauricio Vallejo Márquez
Coordinador
Me gusta perseguir mi sombra. El sol parece que la hace brotar en mis pasos, pero no la toco por mucho que camine. Es distante como todo lo que percibo a mi alrededor, justo como que vivo, una cadena de hechos sin sentido que se va haciendo tan grande que no lograré nunca alcanzarla y mucho menos enmendarla. Solo la veo crecer y crecer.
Hace un par de horas que decidí tomar la calle como un analgésico. Salí de la casa y heme acá. Así lo resuelvo todo: caminando.
No es la primera vez que me piden que salga de casa y abandonarme. Algo que de por sí hago desde hace mucho, me abandono no sé porqué. Pero al caminar lejos de casa me siento bien. Olvido todo lo demás, olvido las paredes llenas de ruido, el turbio silencio cuando escampa el desorden, porque augura eso circular sin fin.
Me sostenía el costado y procuraba caminar erguido procurando nada más, como las hormigas que llevan una hoja más grande que ellas. No sé cuantas veces había bajado a la sala y había encontrado esos crudos escenarios que a pesar de todo lo que había andado no podía perderlos ni borrarlos, apenas se difuminaban para luego volver a ser brillantes y aún más definidos que antes como cuando parpadeo y vuelvo a ver.