Para los fieles católicos salvadoreños los tiempos de Cuaresma son momentos de preparación para recordar, sino es que revivir, la vida, pasión, muerte, pero sobre todo la resurrección de Jesús Cristo.
En esta ocasión, los católicos no solo se preparan para recibir la buena nueva de la resurrección de Jesús Cristo, sino también del nacimiento de un nuevo intercesor: el Beato Mártir Oscar Arnulfo Romero, quien finalmente ha sido canonizado por el papa Francisco, aún y cuando no hay fecha ni lugar para el consistorio.
El anuncio de la canonización fue dado por el papa Francisco el pasado martes, tras firmar el decreto que avala el milagro producto de la intercesión del Beato Romero.
Hoy los salvadoreños en general, y los católicos principalmente, tendremos al interlocutor y un acompañante, no solo en el más allá, sino también aquí en la tierra.
Durante su arzobispado, Monseñor Romero acompañó a su pueblo, en los meses más difíciles de la dictadura militar prooligárquica.
Monseñor Romero fue un fiel servidor de su pueblo, pero sobre todo, intercesor ante el poder político militar y criminal que reprimía a su pueblo.
En los momentos de la gran matanza de la población, en manos de la bota militar represiva, Monseñor Romero elevó la voz y ordenó a las fuerzas oscurantistas “cesar la represión contra el pueblo”.
El Salvador, tras las elecciones del domingo pasado, entró a una nueva correlación política de derecha, cuyos planes aún no logramos dirimirlos, pero no dudamos que cuanto estos sean dañinos al pueblo, este acudirá, en primer momento, ante San Romero, para que haga el milagro de persuadir a las mentes perversas, o para que el pueblo soporte lo insospechable.
Y es que se viene un periodo de dominio de la derecha, con su sobrada arrogancia y sed de venganza por haber sido sacada del Ejecutivo en 2009, y no dudamos actuará con más revanchismo en la próxima legislatura.
Y será en esos momentos que el pueblo tendrá que acudir a su Santo, para que le aclare el camino, para que le ayude a sobrellevar su viacrucis.