En realidad a quienes hemos vivido en la diáspora, illness en muchas ocasiones como extranjeros se nos señala e inculpa sobre la perversidad que unos cuantos apátridas y falsos nacionalistas planean y ejecutan en contra de la población de las clases desposeídas de nuestro país.
La cultura de la violencia obedece a patrones que tienen que ver con las imposiciones, represiones y discriminaciones que un grupúsculo de poderosos diseñaron y enseñaron desde la invasión y colonización europea a nuestra América.
Y fue peor cuando los criollos independizados de los invasores y colonizadores, se hicieron del poder, porque ellos decidieron el destino de nuestras naciones al demarcar fronteras y repartirse territorios entre las familias pudientes de aquella época, en detrimento de las posesiones naturales que por herencia y descendencia les pertenecía a nuestros ancestros indoamericanos.
El sistema social y económico que por siempre ha reinado en nuestro país, muchas veces respaldado por la iglesia, se ha sostenido y fortalecido engendrando violencia y odio de clases, esquema que impusieron desde los contenidos que se enseñan en la escuela, desde la parvularia hasta el nivel superior universitario.
La cultura de la violencia se nos impuso desde las conductas, actitudes y formas de gobernar de quienes han detentado el poder fáctico en nuestra nación, hechores de la injusticia, la represión, masacres, discriminación, desaparecimiento forzado, pauperización, extorsión, tortura, cárcel, exilio, usurpación y explotación de los recursos naturales, legal pero fraudulentamente a favor de los pudientes desde el feudalismo, militarismo, golpismo y la práctica salvaje de la usura e imposición de reglas en contra del pobre y excepciones a favor de los acaudalados.
La brecha inmensa entre extrema pobreza y extrema riqueza, genera odio y violencia, esto se agiganta a medida el asalariado va descubriendo que su patrón se va haciendo cada vez más rico, mientras el trabajador sigue siendo cada vez más pobre, con el miserable salario que recibe.
A esto siempre ha contribuido el sistema socioeconómico replicado por quienes se alinean al imperio usurero, que presta dinero a países pobres con intereses criminales e injustos y de ribete impone condiciones para que el país receptor de préstamos y donaciones, permita que los productos extranjeros prevalezcan en su economía de mercado y sus leyes mercantilistas, todo a favor de las transnacionales y los pocos ricos locales, quienes compiten con premeditación, alevosía y ventaja en contra del pequeño productor local, lo cual por efecto natural recae en la precarización de quienes dependen de un mísero salario mínimo.
¿Es cultural el fenómeno de la violencia? Claro que si, es producto de la reacción forzada por el hambre y la carencia que padece la población pobre, sobre todo, cuando la conducta se tradiciona en procedimientos funcionales. Y cuando las condiciones de pobreza muestran leves mejorías por la remesa del despatriado, por implementación de programas sociales en contra de la pobreza o por los pocos emprendedores que se atreven a montar microempresas, pues ante estas alternativas, quienes mandan ejecutan métodos y estrategias para facilitar condiciones que mantengan o sostengan los niveles de inseguridad, el crimen, la zozobra y la desesperanza, para garantizar su estatus. Es penoso que nos siga afectando esta epidemia capitalista, y luego se nos llame “país peligroso”, y es que la carencia de liderazgos no nos permite unir esfuerzos para atacarlo, porque nuestra sociedad está fragmentada en todos sus aspectos, lo que potencia el viejo asunto del clasismo, aunando en esto, la atomización social, que solo beneficia al poder y al imperio.
¿Es posible atacar el fenómeno de la violencia de forma eficaz y efectiva, por medio de la cultura? Si, es posible, porque el trabajo por la cultura de una nación debe abarcar ese aspecto, pero ese trabajo debe ser acompañado de transformaciones de orden estructural en el sistema educativo, lo que incluye la masificación y popularización de las artes, para cumplir con los derechos que tiene la población a disfrutar, participar y hasta producir en estos aspectos. Pero para acabar con la violencia, hay que corregir la plana impuesta por la injusticia social, la desigualdad, la concentración de la riqueza en pocas manos, y sobre todo, reconstruir la dignidad nacional que ha sido el problema mayor, dado que por ello, nuestra soberanía cultural ha sido invadida, con permisión estatal, de tanta basura subcultural que ha complicado más las conductas de violencia, esta es una responsabilidad del estado en general y del gobierno en especial, del que deben aparecer lideres reales que enfrenten tan grave dificultad. Hay que deshacer los nudos generados por la derecha respecto a la cultura, porque da vergüenza que se nos vea como salvajes, criminales, corruptos, mal educados, de pobre cultura en todo el mundo, solo por la conducta de sectores interesados en sostener la situación de violencia, poniéndole a ésta espiral delictiva, raíces políticas e ideológicas, maquiavélicas, mórbidas, mal intencionadas, conducidas y sostenidas por grupos que obedecen línea de guerra desde uno de los bandos políticos, por mezquindad y estrategias ruinosas que llevan la intención de dañar la imagen del otro bando.
No es posible que sigan existiendo patrocinadores del mal, que a control remoto, planeen y decidan fríamente, cuantos deban morir para cumplir con una estrategia de guerra impulsada por tan bochornosa mezquindad, que solo lleva la intención impedir que otros hagan algo por el bienestar de nuestra gente, asunto que los malos jamás quisieron ni intentaron.
*Director del Centro de Investigación Cultural
y Artística Razamaya
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