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La cultura digital y sus desafíos para la solidaridad humana

German Rosa, s.j.

Algunos crecimos leyendo La Casa de los Espíritus de Isabel Allende, Cien Años de Soledad de Gabriel García Márquez, Pedro Páramo de Juan Rulfo, Cuentos de Barro de Salvador Salazar Arrué, Prisión Verde de Ramón Amaya Amador, La Tía Julia y el Escribidor de Mario Vargas Llosa, etc. Disfrutábamos leyendo las poesías de Rubén Darío, Roque Dalton, Roberto Sosa y otros muchos más. Nutríamos nuestro espíritu con un genuino humanismo latinoamericano, soñando grandes utopías, cambios políticos y sociales con la esperanza de hacer todo lo que estaba a nuestro alcance, para lograr el mejor de los mundos posibles. También nos apasionábamos leyendo la Biblia, la vida y las parábolas de Jesús de Nazaret y su proyecto del Reino de Dios, que alimentaban nuestra fe, nuestra opción por la justicia y la solidaridad humana. Y cómo olvidar los viajes de la imaginación y la fantasía que suscitaba el gigante de la literatura hispanoamericana, el manco de Lepanto, Miguel de Cervantes y Saavedra con su obra Don Quijote de la Mancha, que ha dejado una huella imborrable en la historia de la literatura universal.

Hace pocas décadas se leía Julio Verne, su literatura nos introducía en grandes aventuras fascinantes de ficción mostrando un ingenio literario futurista y de gran clarividencia, hasta podría decirse que profetizaba invenciones impensables en su momento con una creatividad asombrosa. Entre sus novelas podemos recordar: De la Tierra a la Luna, Veinte mil leguas de viaje submarino, La vuelta al mundo en ochenta días. Hoy pocos habrán oído hablar de Julio Verne.

Harry Potter, se convirtió hace algunos años en el personaje más conocido por las jóvenes y no tan jóvenes generaciones. La autora británica Joanne Rowling, logró tener un éxito literario insospechado con sus novelas, que describen las aventuras del joven aprendiz de magia y hechicería y que han sido traducidas a 65 idiomas. Harry Potter y el misterio del príncipe, Harry Potter y las Reliquias de la Muerte, fueron las últimas novelas sobre este personaje. Poco a poco este personaje está quedando en el pasado…

Hoy la revolución de la tecnología digital y de las comunicaciones nos introducen en espacios virtuales, que si nos descuidamos, nos convierten en verdaderos exploradores solitarios, individualistas, de una sensibilidad fugaz insatisfecha que siempre nos demandan estar a la moda, conocer nuevas invenciones que superan lo que existe y debemos adquirir inmediatamente, como cuando aparece el último modelo de teléfono celular que se debe comprar a costa de lo que sea… Siempre queremos más y más cosas nuevas… Las redes sociales acortan distancias, crean vínculos de amistad, pero no siempre nos hacen más sociales, y siempre nos convierten en personas más felices…

Vivimos en una constante revolución del consumo con la intensidad de la super-producción, del super-rendimiento, de la super-comunicación que nos ha saturado la vida conduciéndonos muchas veces al agotamiento, a la fatiga y la asfixia de la rutina. Los intervalos son cada vez más cortos y también definen fabricación de productos técnicos digitales, los cuales quedan muy rápidamente obsoletos. Vamos haciendo “zappin” por el mundo (Cfr. Martínez, R. B. 2018. ¿De homínidos a post-humanos? Nuevos retos para una antropología cristiana. Burgos, España: Grupo Editorial Fonte/Monte Carmelo, p. 78). Y como resultado nos habituamos a vivir en un mundo de compromisos líquidos, transitorios que nos hace sentir compulsivamente insatisfechos y nos lanza siempre a buscar cambios en muchos ámbitos de la vida. Pero que no siempre son los más humanos ni humanizadores.

Vivimos una era con seres humanos y sociedades tecno-líquidos, dependiendo de la conectividad. El pensador Zygmunt Bauman, describe la sociedad de nuestro tiempo como una sociedad líquida, polimorfa, cambiante, privada de certezas absolutas, sin referentes estables, desligada de compromisos duraderos, cuyo resultado son identidades inestables y con terror a quedar “desfasados” u obsoletos, lo líquido no conserva formas duraderas sino siempre se dispone a cambiarlas. Las sociedades tecno-líquidas inducen a crear relaciones en continua evolución, personas en continuo consumismo (de usar y tirar), incapaces de asumir compromisos y formas de identidad creíbles, estables y sólidas. La persona líquida tiene las siguientes características: es narcisista, vive la vida velozmente, busca emociones y está necesitada de infinitas relaciones light (tecno-mediáticas y virtuales). Se orienta por lo que utiliza la mayoría o por los deseos y necesidades del propio yo. Los compromisos sociales y políticos de mediano y largo plaza no son criterios y son marginales. En esta sociedad líquida los grandes proyectos y las utopías, no tienen espacio ni lugar. Se puede participar de eventos sociales y políticos pero no comprometerse de por vida en cambios estructurales. Al final las personas líquidas se convierten en adolescentes consumidores. Pero no hay que pensar que todas las personas que están conectadas a las redes sociales, tienen identidades líquidas. Hay muchas personas que tienen compromisos históricos duraderos, con horizontes bien definidos y finalidades de gran humanismo y altruismo al servicio de la humanidad y de las causas más nobles. Estas personas emplean óptimamente el recurso extraordinario de las redes sociales, para dichos fines. Somos testigos cómo las redes sociales se han convertido en verdaderas plataformas virtuales de movimientos sociales de gran importancia, creando espacios democráticos que benefician a grupos vulnerables, sectores sociales empobrecidos y excluidos. Ejemplos de esto son los grupos ambientalistas que luchan por la conservación del medioambiente y de las especies, instituciones de derechos humanos, organizaciones defensoras de los migrantes, grupos voluntarios de jóvenes que se dedican al servicio del desarrollo local y comunitario, etc.

Se puede ver una línea en la evolución comunicativa del género humano, se ha dado un proceso en la comunicación que ha ido cambiando de los gestos, señas, símbolos, sonidos al lenguaje hablado, figurado, escrito y ahora se ha dado el salto al lenguaje digital. Ante la tendencia global del lenguaje digital, dos cosas no pueden faltar, el lenguaje oral y el contacto interpersonal en la comunicación.

Estamos en plena revolución digital, pero en realidad, la revolución esperada es la de socialización del conocimiento y de la solidaridad para lograr el bienestar universal de la humanidad. El futuro de la humanidad depende en gran parte del uso correcto de la técnica para solucionar los problemas personales y universales.

El reto fundamental para nuestra era es favorecer el encuentro real, no solo virtual con el otro y la comunidad, de forma auténtica y comprometida. El gran desafío es dar lugar a la cultura del encuentro, de la comunicación sin mediaciones virtuales, al estilo y al modo de la parábola del buen samaritano. En realidad si se logra la relación real físico-comunitaria y la relación real-virtual, las redes sociales pueden ser un lugar rico en humanidad y no reducirse a una red de cables, de relaciones anónimas y despersonalizadas. Es necesario fomentar la cultura del encuentro y de la solidaridad humana, sin perder la relación directa interpersonal, social y política.

La información es poder, pero la información empleada al gusto y antojo del poder político tiene un impacto y una trascendencia inimaginables… La era de las redes sociales es la era del poder político, que ha sabido emplear el potencial de la cultura digital y ahora estamos sintiendo su sutil eficacia; y cómo poco a poco se va expandiendo su impacto en todos los rincones del planeta… Y también del cosmos. Sobre el tema de la cultura digital y el poder político trataremos en otra oportunidad.

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