Jaime Calderón
Director del Centro de Investigación Cultural y Artística Razamaya
Una idea que aflora de inmediato cuando mencionamos la palabra cultura, look cialis siempre tiene referentes subjetivos, troche válidos a medias, ailment cercanos a lo que se nos ha enseñado en nuestro poco realista sistema educativo, casi siempre orientado hacia la confusión, hacia lo improbable en la historia y el tiempo, y muchas veces, hacia aquello que es simplemente forma de ser, decir, recordar, pensar y hacer de la sociedad. Una sociedad educada pobremente o a medias en cuanto a la información veraz de su propia historia, lógicamente jamás tendrá una idea clara sobre la verdad de su historia y de su cultura.
Esto no es especular, ni mucho menos elucubrar, ya que los referentes universales en cualquier parte del mundo y en cualquier tiempo de la historia, siempre han estado enraizados en intereses económicos, políticos, morales, religiosos y sociales, intereses que son parte del proceso educativo del sistema que está pensado y diseñado para dominar, manipular y explotar de la manera más ventajosa a favor de quienes detentan el poder fáctico.
Este criterio aplica en nuestra sociedad en vías de desarrollo, y lo demuestra la diversidad de criterios respecto a la cultura, a la indiferencia del sistema porque el criterio sea sólido y único, oficial en el sentido de que sea producto de la concertación de criterios, nacionalista en el sentido de identidad y pertenencia, revolucionario, en el sentido de que aún la historia y la cultura, aunque parezca raro, deben ser evolutivos en la medida que deban insertarse en el concierto del mundo, reales, ciertos, auténticos en la diversidad, pero con su propia personalidad y una identidad que la identifiquen. Esto implica que la cultura y la historia se construyen localmente, pero las variantes que las influencian desde el exterior no las cambian, sino que las enriquecen y fortalecen. Una nación sin una historia oficialmente verdadera, no cuenta con las condiciones necesarias para afirmar que posee una cultura genuina, ni mucho menos verdadera.
Por ello, las políticas culturales, son necesarias en sociedades en donde lo cultural siempre es un tema relegado, manipulado, confuso y nada cercano a la verdad histórica.
¿Existe una verdad histórica realmente objetiva? Claro que sí. Pero así como nos podemos enterar que el hecho social de actualidad se oculta, se disfraza, se maquilla, se manipula, y que no es verdadero tal y como se le quiere hacer entender y aceptar por la sociedad, debemos de intuir que miles y miles de hechos relevantes de la historia han pasado la misma experiencia en el tiempo. Y como la humanidad padece de amnesia histórica y millones de personas no se detienen a pensar al respecto, siendo indiferentes a lo que se le invente a los acontecimientos, entonces al paso del tiempo la cadena de falsedades históricas construyen una mecánica cultural que todo mundo la toma tal y como el poder pretende que sea.
¿Es la cultura algo relevante para una sociedad? Claro que lo es, debería serlo por el bien de la historia, porque un pueblo sin claridad cultural, es un pueblo inexistente, manipulable, sin perspectiva, sin identidad y sin personalidad.
¿Cultura, es todo lo que el hombre hace? Claro que no, porque lo que hace el ser humano es sobrevivir y está siempre inmerso en la urgencia de sus eternas necesidades y la cotidianidad que no se queda necesariamente en el conocimiento.
¿Será la Cultura, el hombre mismo a través de todas sus manifestaciones? Definitivamente que no, porque la experiencia humana cotidiana corresponde al nivel de educación formal, que el ser posee, y lo que este recibe como educación inicial en el hogar se sustenta en el bajo nivel de escolaridad que también presentan sus progenitores. Si las condiciones de ignorancia y analfabetismo se repiten siempre, ¿Qué se puede esperar que germine como cultura? Pues lógicamente un nivel de conocimiento y entendimiento que no sobrepasa las virtudes primitivas del superarse dentro de un mundo desigual, malévolo, egoísta, falso, inmoral e injusto.
Sostener los criterios anteriores es una necedad de los gobiernos infames, indignos, inhumanos, insensibles, que a lo largo de la historia han tenido el poder para decidir y definir qué es lo que la gente común y corriente debe tener por cultura. Ninguna disciplina humana por si sola constituye la totalidad de la cultura, sobre todo si la disciplina en cuestión se sustenta en la falsedad histórica, la mediocridad y el analfabetismo.
“La cultura es la expresión final, absoluta y común del hacer humano de carácter eminentemente evolutivo y revolucionario”
Evolutivo porque se palpa y se vive su desarrollo, por su movilidad hacia la trascendencia humana, revolucionario porque adopta con dignidad y sabia discriminación todos los hechos humanos propios o extraños como insumos del desarrollo sin menoscabo de lo original, ancestral, autóctono, trascendental y lo realmente propio.
“La expresión popular con connotaciones evidentes y ofensivas de vulgaridad, que denigra la identidad y la moral objetiva de la población, que funciona para unos pocos y que somete por regla a la mayoría, que no ha sido estudiada científicamente, eso es subcultura” La que curiosamente reina en nuestro entorno.
Las costumbres, tradiciones, leyendas, mitología, sabiduría popular, creencias, artes, religión, comportamientos, ciencias, autoctonía, ancestralidad, formas de vida y otros hechos humanos que constituyen bienes adquiridos por herencia y descendencia, no tienen que pasar tal cual son, a constituir la cultura.
Todo ello y lo demás que constituye vivencia y convivencia, debe ser fríamente analizado, discutido con la sociedad y con las academias, procesado científicamente para establecer por consenso lo genuino, lo autentico y lo nocivo a nuestra identidad.
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