Isaac Bigio
Analista internacional
El Partido Popular (PP) llegó a ser muy importante tanto en Europa como en la hispanidad. Era el modelo de una fuerza que heredaba gran parte de la anterior infraestructura, de una longeva dictadura (las 4 décadas de franquismo) pero que experimentaba una suerte de modernización y democratización. Además, era el hogar que unía a la mayor parte de las corrientes de la derecha españolista, en la cual es muy fuerte el nacionalismo católico y el conservadurismo social.
Su nombre fue tomado para designar al del bloque de la derecha, que es la primera fuerza en el actual euro-parlamento: el Partido Popular Europeo. Ha sido un aliado clave en las guerras de la OTAN en el Medio Oriente, fue un impulsor de mayores medidas contra la inmigración, proveniente de otros continentes y ha impuesto duras medidas de austeridad ante el desempleo (que llegó a afectar a un cuarto de los adultos durante su gestión), y la recesión que sus políticas monetaristas causaron.
El PP llegó al gobierno por primera vez en 1996 y desde allí fue muy cercano a Alberto Fujimori de Perú, de quien el previo gobierno socialista, había tenido ciertos reparos por haber intervenido militarmente en los poderes legislativo y judicial en 1992. El PP ha sido un gran aliado de Washington en apuntalar una serie de golpes, contra gobiernos nacionalistas o izquierdistas en sus anteriores colonias americanas. Apoyó el cuartelazo venezolano del 2002 y luego los golpes parlamentarios en Honduras, Paraguay y Brasil. Su bancada hoy pide abiertamente una intervención contra Venezuela. Una serie de líderes y organizaciones de la derecha latinoamericana han sido educadas o apoyadas por el PP.
El PP, a su vez, mostró una forma de responder a la demanda de una nación que pide la autodeterminación, cuando en octubre 2018 envió diez mil policías españoles a reprimir violentamente a dos millones de catalanes, que fueron a votar en una consulta popular acerca de si se diese o no la independencia. Hasta hoy todos los miembros del gobierno catalán electos están presos o exiliados, todos inhabilitados de participar en las elecciones europeas.
Auge y caída
Hasta las elecciones legislativas del 28 de abril el PP controlaba la mayoría absoluta del senado, y 2/5 de los diputados de España. Este era, además, el único partido conservador de la hispanidad que había ganado todas las tres elecciones generales consecutivas que se habían dado en esta década.
Desde 1996 hasta entonces el PP había vencido en todas las siete elecciones generales, salvo en dos (donde perdió por poco sacando poco menos de 10 millones de votos y del 40 %). El PP bordeó el 45 % en el 2000 con el 2000 José María Aznar y en el 2011 con Mariano Rajoy, quien entonces sacó casi 11 millones de votos, la mayor votación que haya tenido cualquier partido en la historia española.
Sin embargo, el último domingo de abril puede que se haya convertido en la última vez en la cual el PP pueda seguir siendo un gran partido. Ese día el PP obtuvo menos de 4, 460,000 votos (16.7 %), lo que implicaba que había perdido dos de cada tres electores suyos, con los que hace ocho años había llegado al gobierno, que de esta manera pudo dilapidar la mitad del 33 % de los votos con los que había triunfado en la anterior elección general del 2016. De los 208 senadores que hay el PP pasó de 130 a 56 y de los 350 diputados del congreso el PP cayó de 137 a 66. En ambas cámaras se quedó sin la mayor parte de sus curules.
Solamente por 200,000 votos (equivalentes al 0.8 %) el PP no fue desplazado del segundo lugar por su principal rival dentro de la derecha (Ciudadanos, quien trepó de 32 a 57 diputados). El PP que siempre se ufanaba de haber marginado a los partidos que están a la izquierda del Partido Socialista, ahora terminó con una votación inferior a la de la suma de todos esos. El PP apenas sacó una diputación por Cataluña y ninguna en el país vasco. Si en el 2016 el PP triunfó en la mayoría de las cincuenta provincias españolas, esta vez solo ganó en cuatro y fue derrotado en muchos de sus bastiones históricos (como Galicia).
Tal es el desplome del PP que, en su votación, sus voceros han guardado cura de silencio después que todos los demás partidos se han pronunciado sobre los resultados. Ahora el PP va a entrar a una fuerte guerra fratricida, mientras que en la derecha han perdido votantes que han ido hacia los duros de Vox (ultranacionalista que sobrepasaron el 10 % y tienen 24 diputados) y hacia los moderados de Ciudadanos (liberales que casi le empatan).
El PP tiende a quedar muy mal parado en las elecciones municipales, autonómicas y europarlamentarias de fines de mayo. Su declive va a llevar a acentuar una guerra civil interna entre varias fracciones, como las leales a Rajoy y a Aznar, así como al potenciamiento de los otros dos flancos que tiene (Vox quien le quita gente dentro de los derechistas más ultras y Ciudadanos, quien hace lo mismo dentro de los derechistas más liberales).
Si esta tendencia continúa el PP dejaría de ser una alternativa de poder, por lo menos por un buen tiempo y debería quedarse rezagado a ser uno de los tres componentes de cualquier bloque de derecha para gobernar España, tal y cual hoy lo hacen hoy en Andalucía.