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La decisión de ser héroe. Mauricio Vallejo Márquez

Mauricio Vallejo Márquez

Bitácora

El plantar el primer paso, una persona que desea librar una aventura tiene la certeza de que no hay vuelta atrás. Sin importar lo que debe enfrentar, el miedo no podrá ser compañía ni consejero. La duda y la desconfianza tampoco deben acompañar el camino, porque entonces nunca se avanzará y lejos de eso se irá reculando sin control o peor aún se mantendrá estáticos como las boyas del mar. La decisión y la voluntad son el instrumento y el alimento que alimentará a quien encare a la vida.
En El viaje del Héroe de Joseph Campbell nos releva lo que un héroe debe hacer para convertirse en leyenda. Debe tener una adversidad que debe enfrentar, debe vencerse a sí mismo. Tener la determinación de asumir que lo que está frente a él es algo que nació para enfrentar y vencer. En ese momento el viejo yo muere para ser un nuevo yo, surge el héroe que se vence a sí mismo. La mayor parte de las personas están dispuestas a seguir a aquellos que son intrépidos, sagaces, fuertes, determinados y valientes. Por eso hay casos tan disímiles respecto a posturas ideológicas, estratos y legalidad en cuanto personajes determinantes en la historia como Nelson Mandela y Adolf Hitler. Sin embargo, hay gente que a pesar de que conocen sus historias los siguen; así como la gente que sigue a su héroe de guerra o a su jugador de fútbol favorito. Porque saben que ellos harán lo que sea necesario para obtener sus metas y van a luchar incansablemente. Y eso es lo que admira la gente.
Lo mismo acontece al enfrentar a la cotidianidad. Nos centramos tanto en la comodidad y sin darnos cuenta nos hundimos en ella sin saber que nosotros podemos cambiar eso. Estamos dispuestos a sentarnos en un sillón y pasar el día y su noche viendo series de Netflix o la televisión con el único objeto de entretenernos y raramente para aprender, aunque a veces la fortuna nos acompaña y algo queda de lo visto (no lo vamos a negar). Nos limitamos a ser condenados a un escritorio y a una rutina en algún centro de trabajo observando a personas con menores capacidades intelectuales y educativas llevando al desastre la institución que comandan a partir de sus necedades sin poder externar nuestra opinión porque no tenemos mando y somos únicamente repetidores o dóciles ovejas que aunque vemos injusticias las dejamos pasar porque la mayoría lo hace. Sin oportunidad de salida ni cambio nos convertimos en nuestros propios capataces al servicio de carceleros que en cualquier instante que se les ocurra, le caigamos mal o le generemos desconfianza seamos cesados, anulados o eliminados. Y a pesar de eso, no estamos dispuestos a ser mejores. Y quizá lo más grave, estamos satisfechos con lo que tenemos sin ser conscientes que estamos hechos para algo más.

Tiempo

¿Se han puesto a reflexionar acerca de cuánto tiempo perdemos en el día? Nuestros teléfonos tienen registro de las horas que le dedicamos a cada aplicación. Si revisamos con cuidado el asunto es más que alarmante. Me impresiona la pérdida de tiempo al navegar inútilmente en internet que yo he perdido, deslizar el dedo pasando reels de lo que el algoritmo de la aplicación se le ocurre que me pudiera encantar en Instagram, revisando qué comparten los conocidos en Facebook solo por la costumbre de ver pasar la pantalla sin un objetivo, más que saciar la curiosidad de qué habrá. Incluso esa necesidad de validación en los estados que se comparten en cualquier red social para mostrarse y jactarse. Pareciera que la gente no tiene metas, que no se está centrado en nada más que lo inmediato. Y eso, al final tendrá una consecuencia trágica. Si no tenemos objetivos en la vida hay que buscarlos. El entretenimiento y el ocio son imprescindibles en la vida del ser humano, pero los excesos son dañinos. Por ello hay límites para todo.
Ahora que inicia el 2025 es una buena oportunidad para cambiar eso de vegetar en la vida. Dejar de ver el entorno como algo que reafirma nuestra existencia, siendo victimas del guion que dejamos nos impongan, y, en lugar de eso, ser el constructor de un mañana diferente. Por ejemplo, ser uno mismo. Sin temor a lo que digan, ser, encontrarse a sí mismos. No permitir que otros nos definan, ser nosotros los que subrayemos la verdadera razón de nuestra existencia siendo lo que de verdad queremos ser sin imposturas. Luchar por nuestros sueños y metas, afrontar las decisiones que tomamos y llegar hasta las últimas consecuencias y no permitir que la adversidad nos limite y detenga. Es tan fácil perder el rumbo, sobre todo cuando urgimos de validación. Sin embargo, no necesitamos el qué dirán. Somos. Y eso es suficiente para emprender la ruta.
Cuando hay firmeza y entereza, ya no importan los diques que se presenten. Nadie se va a quedar llorando escondido en la cuadra. Se enfrenta lo que sea e incluso como sea, sin importar la dificultad o el tiempo. Los sueños de uno son de uno. Si en el camino cumplimos el de alguien más qué bien. Pero en esto se debe ser irreductible: lo de uno es de uno.
Así es como surgen los ganadores y lo héroes. Asumiendo lo que toca asumir. El que se quede sentado esperando que otros le resuelvan los problemas no se está ganando su existencia, está muerto sin saberlo.
Hoy es una buena oportunidad para pensar en eso y tomar la mejor decisión de este año que recién comienza. Evaluemos nuestra vida, veamos si la queremos seguir igual, sintiéndonos vacíos al final del día o satisfechos porque emprendimos un destino que buscamos. ¿Realmente estamos satisfechos con nuestras jornadas o con lo que hacemos? ¿Nos gusta nuestro trabajo? ¿Por qué dejamos que sean injustos los empleadores?
Así que lo que sucedió o lo que fue desde el momento en que nacimos será parte de nuestra historia y nos construye como individuos, pero no nos define porque el ser humano cambia si lo desea. En tanto, cada uno decide lo que hace de su vida.

 

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