Luis Armando González
Ante el cierre del segundo año de gestión del Presidente Salvador Sánchez Cerén es oportuno reflexionar sobre el modo cómo la derecha salvadoreña se ha posicionado ante el segundo gobierno del FMLN, sickness en el periodo que va desde la toma de posesión, treatment en junio de 2014, hasta el momento actual. No cabe la menor duda de que, ante el gobierno de Mauricio Funes (2009-2014), la derecha salvadoreña asumió comportamientos específicos, pero un análisis detallado seguramente revelaría aspectos recurrentes en dicho comportamiento respecto de ambos gobiernos. Queda ese análisis como tarea pendiente para futuros estudios. Por el momento, vale la pena fijar la atención, por lo menos en líneas generales, en lo sucedido a partir del 1 de junio de 2014.
Dicho lo anterior, es pertinente anotar que cuando en estas notas se habla de la derecha salvadoreña se distinguen tres expresiones suyas: la empresarial –representada en lo fundamental por la ANEP—; la mediática –representada básicamente por TCS, La Prensa Gráfica y El Diario de Hoy— y la política –representada en lo esencial por ARENA. Otras manifestaciones de derecha (empresarial, mediática o política) se integran o se subordinan a cualquiera de esas tres expresiones.
Asimismo, hay que decir que aunque muchas veces esos tres segmentos de la derecha tienden confluir en sus discursos y comportamientos, en otras ocasiones pueden darse desfases e incluso generarse contradicciones en sus posicionamientos respectivos. También se debe señalar que el empresariado salvadoreño, pese a que en razón de sus intereses económicos se ubica en la derecha, no necesariamente o de manera incondicional se identifica con las posturas de la ANEP, El Diario de Hoy, La Prensa Gráfica o ARENA. El calor del debate político muchas veces lleva a perder de vista esas diferencias, con lo cual se pierden de vista matices importantes que pueden acercarse más a la realidad.
Y es la predominancia del discurso y comportamientos de la derecha empresarial (representada por la ANEP), mediática (representada por TCS, El Diario de Hoy y La Prensa Gráfica) y política (ARENA) lo que impide dar el debido peso a otros actores de derecha, a los cuales no les son ajenos el pragmatismo y el respeto a la legalidad. De vez en cuando hacen sentir su presencia en la vida nacional, pero no con la suficiente fuerza o con la suficiente disposición de desafiar a quienes se han convertido en los depositarios del ethos de derecha en El Salvador.
De ahí que haya sido desde esta derecha –y no desde la derecha pragmática y respetuosa de la legalidad— desde donde se han fraguado distintos posicionamientos (nada pragmáticos y nada respetuosos de la legalidad) ante la gestión de gobierno de Salvador Sánchez Cerén.
De manera general, se pueden distinguir tres grandes posicionamientos entre 2014 y 2016: el primero, asumido justo en el momento de la victoria electoral de Salvador Sánchez Cerén y que continuó en los días y semanas inmediatos a su toma de posesión; el segundo, que abarca prácticamente todo el 2015; y el tercero que se suscita entre enero y marzo de 2016. Un cuarto momento se abre a partir de la elección de una nueva Junta Directiva de la ANEP (en abril de este año), siendo un hecho relevante en este contexto la reunión sostenida, el 11 de mayo, con el Presidente Sánchez Cerén. Sin embargo, en estos momentos, no hay claridad acerca de cuál es el (nuevo) posicionamiento de la derecha empresarial ante el gobierno.
Dejando de lado la situación actual, desde el momento de la victoria electoral de Salvador Sánchez Cerén en segunda vuelta (marzo de 2014) hasta las vísperas de las recién pasadas vacaciones de Semana Santa (marzo de 2016) la derecha salvadoreña, en sus tres expresiones, puso de manifiesto un fanatismo (ideológico y político) que, por momentos, hizo recordar situaciones del pasado en las cuales la disposición al conflicto socio-político era lo normal.
Y, precisamente, ese fanatismo hizo que la derecha empresarial, mediática y política pasaran por encima, en diferentes momentos, de la legalidad del país. Fanatismo e ilegalidad se dieron la mano a lo largo del periodo que examinamos; y, en algunas coyunturas en particular, esa conjunción dio lugar a situaciones de riesgo para la paz pública y la convivencia democrática.
Una de esas coyunturas críticas fue precisamente la que se generó con el triunfo electoral de Salvador Sánchez Cerén, y que sólo se apaciguó, relativamente, pasado un tiempo después de la toma de posesión del nuevo Presidente Constitucional de la República. Tal como quedó registrado en la cobertura de prensa y en los análisis de la época, el triunfo electoral de Sánchez Cerén generó una reacción fuera de control por parte del candidato perdedor por ARENA, Norman Quijano, quien convocó a la militancia arenera a una movilización de calle, como muestra de su rechazo de los resultados de las elecciones.
Se vivieron momentos tensos entonces, pues se abrió la posibilidad de un conflicto socio-político de graves consecuencias para la sociedad salvadoreña. La madurez política de la dirigencia y militancia del FMLN fue crucial para que no pasara a más el desafío de calle lanzado por ARENA, aunque sectores críticos del país estuvieron prestos a denunciar lo peligroso que eran para la paz pública los desmanes de Norman Quijano y los suyos.
A partir del 1 de junio de 2014, la derecha salvadoreña se concentró en fraguar el esquema de ataque en contra del nuevo gobierno. Mientras que este último dedicaba buena parte de sus energías a la elaboración del Plan Quinquenal de Desarrollo (2014-2019), en la derecha se definían los frentes de la ofensiva que, teniendo como propósito general la desestabilización del gobierno, permitiría a cada sector de la derecha –empresarial, mediática y política— jugar un papel específico.
Entre los frentes de ataque, destacan los siguientes: a) la situación de inseguridad, con énfasis en los homicidios; b) la difícil situación económica; c) la ética de determinadas figuras políticas de izquierda; y d) el desempeño, liderazgo y capacidad del Presidente de la República, a quien se quiso hacer responsable directo de la situación de inseguridad y de la dinámica económica del país.
En cuanto a los cuestionamientos a la ética de algunas figuras de izquierda –que fue desde el reparo de sus salarios hasta las acusaciones de corrupción—, la responsabilidad se endosó al FMLN en su conjunto, pues de lo que se trataba era de socavar la credibilidad del partido ante su militancia y, más en general, ante la sociedad salvadoreña.