Rigoberto Palma
Cada vez es más insostenible construir una transición socialista con la oligarquía adentro. Por eso el presidente Nicolás Maduro comenzó a dar pasos que Hugo Chávez no dio porque falleció prematuramente: controlar el gran comercio interno e importador.
Los grandes empresarios de Venezuela exportan por 3 mil millones (menos que los salvadoreños) y la empresa petrolera del Estado, sales PDVSA, exporta por 92,000 millones. Pero los importadores privados importan por 37,000 millones y el Estado importa por 22,000 millones. Eso significa que los empresarios no son exportadores, es decir, no generan muchos dólares, sino que los devoran como importadores. Y no importan realmente por 37,000, sino por 30,000. Los 7,000 mil restantes los reparten entre el exterior y el mercado ilegal de divisas. De esa manera fugan dólares y mantienen alterado el tipo de cambio en el mercado ilegal. Y como son dueños del comercio interno, acaparan productos y generan inflación.
La salida ante ese tranque económico, que genera acaparamiento y desorden monetario, es nacionalizar buena parte del comercio importador e interno, para hacer un buen uso de las divisas, controlar su fuga hacia el exterior y hacia el mercado ilegal, estabilizar el precio del dólar y frenar la inflación.
Chávez logró que el Estado controlara PDVSA, o sea, hizo la primera gran reforma económica, pero no atacó el segundo problema, que es el control del comercio importador e interno. Pero durante todos estos años, a pesar de las fechorías de los grandes empresarios, las exportaciones de petróleo han permitido financiar importaciones y aumentar las reservas monetarias. Sin embargo, desde hace dos años no se puede seguir en lo mismo. Hay que frenar las importaciones, pues las reservas en dólares bajaron un poco y el dólar se disparó en el mercado ilegal. Y también hay que detener la voracidad de los grandes comerciantes vinculados al mercado interno.
Al gobierno que preside Nicolás Maduro le tocó enfrentar el nuevo problema y decidió controlar las divisas asignadas para la importación. Este año solo se asignarán 45,000 millones, de los cuales los empresarios dispondrán de poco menos de 30,000. El gobierno también aprobó una ley que establece en un 30% la ganancia máxima del comercio interno. Eso significa que el gobierno bajó la venta de divisas para que no se fuguen al exterior ni al mercado ilegal y para racionalizar su uso, pues muchas importaciones son de bienes de lujo, innecesarios para cualquier sociedad. También trata de controlar la inflación sin aplicar medidas de ajuste. Y el paso siguiente será comenzar a nacionalizar el comercio importador e interno.
Ante las medidas tomadas por el gobierno, los grandes empresarios, que son principalmente comerciantes, no industriales ni terratenientes, resisten con tenacidad para impedirlas. Como tienen 18 partidos, mueven a sus bases para tratar de doblegar al gobierno y “justifican” sus acciones argumentando la escasez de divisas y la falta de democracia política, en un país donde ni los golpistas del año 2002 están presos. Lo que realmente desean es que el gobierno reprima para que los medios de prensa de la derecha mundial digan que en Venezuela hay una dictadura, aunque los acaudalados propietarios de esos medios saben que los expertos en sofocar protestas son los gobiernos de derecha, incluyendo los que el pueblo de Venezuela tuvo que padecer durante muchos años.
La derecha no busca un Golpe de Estado, pues el contexto nacional e internacional no lo permite, sino debilitar a Maduro para que no aplique las medidas, acusarlo de dictador y tratar de sacarlo del gobierno mediante un referéndum revocatorio en el año 2016. Ese plan no es de la derecha venezolana, sino del gobierno de Estados Unidos, que es el actor principal en la trinchera de la derecha.
Los millones de hombres y mujeres que votaron por Maduro esperan, con disciplina, una señal para actuar, pero el gobierno y el PSUV, de manera inteligente, les dicen que se tomen los parques y las plazas y hagan en ellos recitales de canto y poseía, exposiciones de pintura y otras actividades artísticas y culturales. Sin embargo, aunque el gobierno espera que las bandas de derecha se desvanezcan, si éstas continúan haciendo disturbios, tendrá que actuar con el pueblo en las calles. Ese momento no ha llegado y es mejor que no llegue.
Durante la revolución venezolana, que ya cumplió 15 años, la ultraderecha ha desarrollado muchos planes desestabilizadores, y todos les han resultado fallidos. En abril de 2002 dio un golpe de Estado que duró menos de tres días y le permitió al gobierno depurar el apartado militar. Luego, a finales de ese mismo año, hizo un paro empresarial y saboteó a PDVSA, lo que le permitió al gobierno depurar esa importante empresa pública, que estaba repleta de gerentes de derecha con salarios de hasta 30 dólares al mes. Al finalizar el paro, Chávez despidió a casi 20,000 saboteadores y el Estado controló definitivamente el negocio petrolero. Luego, en el año 2005, la derecha no participó en las elecciones para la Asamblea Nacional y perdió el control del Congreso. Ahora lanza bandas a las calles y cuando termine su nueva ofensiva habrá perdido medios de producción comerciales y la capacidad para sabotear la economía.
Estamos ante una agudización de la lucha de clases que permitirá profundizar la revolución.