En ningún momento me he sentido más salvadoreño que cuando he vivido en el extranjero. Esa sensación de pertenecer a nuestro pequeño territorio y esbozar con dignidad mi nacionalidad llenó cada día en esas calles tan diferentes a las nuestras y que esa diferencia hace que recordemos con más fuerza las nuestras.
Ese deseo o añoranza por lo nuestro, click por nuestras calles, and por ese sentido de ser parte de algo, por esa identidad que sólo sentimos cuando nos alejamos se vuelve tan determinante que es imposible escapar de éste..
Grego Pineda, escritor de la diáspora, ha sentido esa realidad. La ha vivido y sufrido. La expone en sus libros, en sus conversaciones.
“Soy un escritor de la diápora, tuve que salir y vivir allá”, me dice.
Grego Pineda tuvo que salir del país, así como muchos salvadoreños, pensando que sería fácil instalarse. Ya antes había visitado como turista la nación del norte. Sin embargo, se dio cuenta que la realidad de un turista y un migrante es diferente.
Y así fue haciendo su vida lejos de casa, lejos de su gente, pero en realidad muy cerca. Todos los días revisaba los periódicos de El Salvador y se mantenía totalmente enterado de la realidad que se desarrollaba en Cuscatlán. Y aún estando lejos, estaba cerca. No podía negar su historia, su condición de salvadoreño migrante, de salvadoreño a secas. Y aún más cuando se reunía con latinoamericanos no salvadoreños.
Es la verdad, aquel Poema de amor de Roque Dalton no puede ser más verdad. Nuestros compatriotas en Los Estados Unidos lloran con el himno nacional, buscan y añoran restaurantes que les ofrezcan un recordatorio de las pupusas, de la yuca, de las bebidas nacionales.
La habitualidad de ver en nuestros DUIs diciendo que somos salvadoreños, de transitar con tranquilidad en nuestro propio país con la garantía de no violar ninguna ley migratoria, conociendo nuestro entorno y nuestra gente nos hace olvidar quiénes somos.
¿Qué caracteriza a un salvadoreño? ¿Cómo somos los salvadoreños? Preguntas que generan dudas que nos hacen evocar esas frases que antes nos identificaban: “los salvadoreños somos trabajadores” “El varón de Centroamérica” “El pulgarcito de América” o incluso lo que dice Dalton: “los primeros en sacar el cuchillo”.
Ser salvadoreño o salvadoreña es tener la seguridad de ser natural de esta tierra, sentir pertenecia, sentirnos identificados con esta patria. Aceptarnos como somos y como hemos ido: salvadoreños.
Mauricio Vallejo Márquez
coordinador
Suplemento Tres mil
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